Cuentos de Amistad

La Dulcería de la Colina

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una pequeña colina que miraba al pueblo de Valle Dulce, cinco amigos compartían un sueño. Amelia, Juan, Sayuri, Pedro y Alisa, todos ellos diferentes pero unidos por su amor a los dulces y a la amistad, habían decidido que querían hacer algo grande juntos. Así nació la idea de abrir la mejor tienda de dulces de la región.

Después de meses de planificación, ahorro y mucha anticipación, finalmente abrieron «Dulces Colina», una pequeña tienda pintada de colores brillantes, con ventanas grandes que mostraban montañas de caramelos, chocolates y golosinas que hacían que cualquier niño del pueblo quisiera visitarla.

La tienda rápidamente se convirtió en el lugar favorito de todos. Los fines de semana, familias enteras subían la colina para disfrutar de un dulce o dos y admirar las hermosas vistas desde su ubicación privilegiada. Amelia, con su cabello rizado y su eterna sonrisa, atendía a los niños; Juan, siempre serio pero amable, llevaba las cuentas; Sayuri, creativa y soñadora, decoraba la tienda cada semana; Pedro, el más extrovertido, anunciaba las nuevas golosinas; y Alisa, paciente y cuidadosa, preparaba los mejores dulces caseros.

Pero un día, la naturaleza intervino de manera inesperada. Un huayco, causado por fuertes lluvias en la temporada, descendió por la colina y, en su camino, arrastró «Dulces Colina», dejando nada más que recuerdos y escombros. La tristeza envolvió a los cinco amigos, pero no estaban solos en su pesar.

La noticia del desastre se extendió rápidamente y, en cuestión de días, familiares, amigos y clientes de la tienda comenzaron a organizar eventos para recaudar fondos. Realizaron rifas y polladas, y cada evento mostraba cuánto amaban y apreciaban los dulces y la compañía de estos cinco amigos.

Con el dinero recaudado y el apoyo incondicional de su comunidad, Amelia, Juan, Sayuri, Pedro y Alisa pudieron reconstruir la tienda. Esta vez, la hicieron aún más grande y resistente, con un diseño que podía resistir las inclemencias del tiempo y con espacio suficiente para que más clientes disfrutaran.

La nueva «Dulces Colina» fue todo un éxito. No solo vendía dulces, sino que también se convirtió en un lugar de encuentro para celebraciones y eventos del pueblo. Los cinco amigos trabajaron más unidos que nunca, fortalecidos por las pruebas que habían superado juntos. La tienda no solo recuperó su antigua gloria, sino que la superó, convirtiéndose en la mejor tienda de dulces de toda la región, tal como habían soñado.

Un día, mientras contemplaban el atardecer desde la nueva terraza de la tienda, Pedro dijo, «Sabía que podríamos hacerlo, porque juntos somos más fuertes.»

«Y más dulces,» agregó Alisa, provocando risas entre todos.

Así, «Dulces Colina» se convirtió en más que una tienda: fue un símbolo de resistencia, comunidad y la dulce victoria de la amistad sobre la adversidad.

A medida que «Dulces Colina» florecía, Amelia, Juan, Sayuri, Pedro y Alisa decidieron que querían devolver algo a la comunidad que tanto los había apoyado. Así, planearon un gran festival anual de dulces, donde todos los beneficios se destinarían a proyectos locales para mejorar el pueblo y ayudar a aquellos en necesidad.

El primer Festival de Dulces de Valle Dulce fue todo un éxito. Stands coloridos llenos de toda clase de golosinas bordeaban la plaza del pueblo, atrayendo a gente de todo el valle y más allá. Había competencias de comer pasteles, juegos para niños y, por supuesto, una gran rifa con premios donados por negocios locales.

Amelia organizó talleres de decoración de galletas para los niños, donde podían adornar sus propias galletas con glaseado y chispas de colores. Juan, junto con algunos voluntarios, se encargó de la seguridad y logística, asegurándose de que el festival transcurriera sin contratiempos. Sayuri, con su ojo para el diseño, decoró la plaza convirtiéndola en un carnaval de sueños dulces, con guirnaldas de caramelos y luces brillantes. Pedro, siempre el animador, era el maestro de ceremonias del evento, y Alisa preparó una edición especial de dulces que se vendieron rápidamente.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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