En una pequeña ciudad rodeada de montañas y ríos cristalinos, había una escuela muy especial llamada «La Escuela de la Amistad». Allí, los niños no solo aprendían a leer y escribir, sino también a ser buenos amigos y ayudarse unos a otros. La clase de los más pequeños estaba llena de color y alegría, con dibujos en las paredes y una gran alfombra de colores en el centro del aula.
En esta escuela, había cinco amigos inseparables: Sara, Jaime, Thiago, Pedro y José. Sara era una niña curiosa con el cabello rizado y una sonrisa que podía iluminar cualquier habitación. Jaime, el más alto del grupo, siempre estaba pensando en nuevas aventuras. Thiago era muy creativo y le encantaba dibujar. Pedro, con sus gafas redondas, era un experto en contar historias. Y José, el más pequeño, tenía un corazón tan grande que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.
Una mañana, la maestra, la señora Alicia, entró al aula con un libro muy grande y colorido. Los niños se sentaron en la alfombra, ansiosos por descubrir qué les enseñaría hoy. La señora Alicia sonrió y dijo:
—Hoy vamos a aprender a leer juntos. Este libro se llama «El Viaje de los Amigos Aventureros» y estoy segura de que les encantará.
Sara levantó la mano rápidamente.
—¿Podemos ser nosotros los amigos aventureros, señora Alicia? —preguntó con emoción.
—Claro que sí, Sara —respondió la maestra—. Cada uno de ustedes será uno de los personajes de la historia.
Los ojos de los niños se iluminaron. La señora Alicia abrió el libro y comenzó a leer:
—»Había una vez, en un reino lejano, cinco amigos muy especiales: Sofía, el valiente explorador; Juan, el inteligente inventor; Marta, la ingeniosa artista; Lucas, el cuentacuentos mágico; y Pedro, el amable gigante. Juntos, decidieron embarcarse en una gran aventura para encontrar el tesoro de la amistad.»
Mientras la señora Alicia leía, los niños imaginaban que ellos eran los personajes de la historia. Sara se veía a sí misma como Sofía, la valiente exploradora. Jaime se imaginaba como Juan, el inventor inteligente. Thiago se veía como Marta, la artista ingeniosa. Pedro se imaginaba como Lucas, el cuentacuentos mágico, y José se veía como Pedro, el amable gigante.
La señora Alicia continuó leyendo sobre cómo los amigos aventureros encontraban pistas y resolvían acertijos para llegar al tesoro. Los niños estaban tan absortos en la historia que casi podían sentir que estaban viviendo la aventura. Cada página del libro tenía coloridas ilustraciones que hacían la historia aún más emocionante.
Después de un rato, la señora Alicia cerró el libro y dijo:
—Ahora es su turno, mis pequeños aventureros. Vamos a crear nuestra propia historia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.