Era un día brillante en el jardín de las flores, donde el sol brillaba con fuerza y las mariposas danzaban en el aire. Mariposita, una hermosa mariposa con alas de colores brillantes, se preparaba para la fiesta de cumpleaños de su amiga Mariquita. En el jardín, todo estaba decorado con guirnaldas de flores y globos de colores, creando un ambiente festivo que hacía que todos se sintieran emocionados.
“¡Mariposita, ven a ayudarme con los preparativos!” gritó Mariquita, una pequeña mariquita con adorables manchas rojas. “Necesitamos colgar los globos en la entrada”.
Mariposita voló rápidamente hacia Mariquita, sonriendo. “¡Claro! Estoy lista para ayudar. Este será el mejor cumpleaños de todos”.
Mientras tanto, Célula, una niña curiosa con gafas, llegó con su amiga Mariana, una niña juguetona de cabello rizado. “¡Hola, chicas! ¿Qué puedo hacer para ayudar?” preguntó Célula, ajustándose las gafas y mirando alrededor con entusiasmo.
“Puedes ayudarme a preparar la mesa con los pasteles y los dulces”, sugirió Mariquita, mientras seguía inflando globos. “Quiero que todo se vea perfecto”.
“¡Sí, hagámoslo!” exclamó Mariana, corriendo hacia la mesa donde estaban los deliciosos pasteles. “No puedo esperar para comer el pastel de chocolate”.
Isabella, una niña con una sonrisa brillante, llegó justo a tiempo. “¿Ya empezaron la fiesta? ¡No quiero perderme nada!” dijo emocionada. “He traído una piñata llena de sorpresas”.
El grupo de amigos trabajó juntos, riendo y compartiendo ideas para hacer de la fiesta un evento inolvidable. Sin embargo, a medida que la fiesta se acercaba, Mariquita comenzó a sentirse un poco extraña. Notó que Mariposita pasaba más tiempo con Célula y Mariana, mientras que ella se quedaba un poco al margen. Un pequeño sentimiento de celos comenzó a crecer en su interior.
“¿Por qué no están ayudando a preparar las cosas conmigo?”, pensó Mariquita, sintiendo que sus amigas estaban más interesadas en los juegos que en su cumpleaños. Sin querer, esos celos comenzaron a nublar su alegría.
Cuando la fiesta comenzó, todos los niños llegaron con sonrisas y regalos. La música sonaba alegremente y el aire se llenaba de risas. Mariposita, Célula, Mariana e Isabella bailaban y jugaban, mientras Mariquita los observaba desde un rincón, sintiendo que algo se interponía entre ellas.
“¿Por qué no me invitan a jugar?”, murmuró Mariquita para sí misma. “Quizás no les importo tanto como pensé”.
Mientras todos jugaban al escondite, Célula sugirió un nuevo juego: “¡Jugaremos a la golosa! Es muy divertido, y todos pueden participar”. Las niñas comenzaron a reír y a correr, pero Mariquita se quedó quieta, sintiendo que no tenía ganas de unirse.
Finalmente, la situación llegó a un punto crítico cuando Mariposita, sin darse cuenta de lo que sentía Mariquita, decidió jugar un truco. “¡Mariquita, ven a jugar con nosotros! ¡Es muy divertido!”, gritó desde el grupo.
Pero Mariquita, herida, respondió: “No, creo que prefiero quedarme aquí sola”. Sus palabras fueron un eco de tristeza y decepción.
La risa y la diversión en el jardín se detuvieron por un momento. Las chicas se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Mariposita voló rápidamente hacia Mariquita. “¿Qué pasa? Te hemos estado buscando”, preguntó con preocupación.
“Me siento olvidada. Siento que no me quieren”, dijo Mariquita, con lágrimas en los ojos. “Desde que llegó el celular, has estado más tiempo con Célula y Mariana”.
Mariposita, sintiéndose culpable, se acercó y le tomó suavemente la mano. “No quise hacerte sentir así. Eres mi mejor amiga, y siempre lo serás. La fiesta es para ti, y quiero que la disfrutes”.
Célula y Mariana se unieron a ellas. “¡Mariquita, no queríamos que te sintieras mal! Estamos aquí para celebrar tu cumpleaños. Si no te diviertes, no tiene sentido”, dijo Célula.
“Así es. Prometemos incluirte en todos los juegos. Eres parte de nuestro grupo”, añadió Mariana con una gran sonrisa.
Mariquita miró a sus amigas y sintió que el amor y la amistad comenzaban a reemplazar su tristeza. “Lo siento. A veces me pongo celosa. Solo quiero que todas estemos juntas”, admitió con sinceridad.
“¡Y lo estaremos! Eso es lo que importa”, dijo Isabella mientras se acercaba con la piñata. “¡Es hora de romper la piñata! ¡Mariquita, tú serás la primera!”.
Los ojos de Mariquita brillaron de emoción. “¿De verdad? ¡Está bien!” exclamó mientras se unía a sus amigas. La tristeza se desvaneció y una sonrisa iluminó su rostro.
Con la piñata colgando del árbol, todos se reunieron alrededor de Mariquita. Con un palo en la mano, comenzó a golpear la piñata mientras todos animaban. “¡Vamos, Mariquita! ¡Eres la mejor!”.
Finalmente, después de varios intentos, la piñata estalló, liberando dulces y sorpresas. Todos corrieron a recoger los dulces, riendo y disfrutando del momento.
La fiesta continuó, llena de juegos, risas y dulces. Mariquita se sintió agradecida por tener amigas que la querían y que estaban dispuestas a escucharla. Mientras jugaban y se divertían, la amistad entre ellas se fortalecía.
Conclusión:
A lo largo de ese día, Mariquita aprendió que la amistad es un tesoro que se debe cuidar. A veces, los celos pueden nublar nuestro corazón, pero lo más importante es comunicarse y resolver los malentendidos. Al final de la fiesta, Mariposita, Mariquita, Célula, Mariana e Isabella se dieron cuenta de que juntas podían superar cualquier obstáculo. En el jardín de las flores, donde la amistad floreció una vez más, prometieron siempre apoyarse mutuamente y recordar que los lazos de la amistad son más fuertes que cualquier desafío.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.