Cuentos de Amistad

La hermana del viento y las ramas

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Lía, José y Carlos eran tres amigos inseparables que vivían en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y bosques frondosos. Cada día, después de la escuela, los tres amigos exploraban su entorno, caminaban por senderos cubiertos de hojas y se aventuraban en campos llenos de flores silvestres. Su amistad era sincera y profunda, siempre apoyándose mutuamente en las buenas y en las malas.

Un día, mientras jugaban cerca de un arroyo que serpenteaba entre los árboles, avistaron a una pequeña figura sentada sobre una roca. Era una niña con cabello dorado que brillaba como el sol y una sonrisa radiante que iluminaba su rostro. Se llamaba Eva y, al parecer, era nueva en el pueblo. Lía, José y Carlos se acercaron con curiosidad.

—Hola, soy Lía —dijo la niña de ojos profundos y brillantes— y estos son mis amigos, José y Carlos.

—Hola —respondió Eva—. Yo soy Eva. Acabo de mudarme aquí con mis padres.

Los tres amigos miraron a Eva con interés. Le preguntaron sobre su vida y descubrieron que había llegado desde una ciudad lejana, donde pasaba el tiempo en el parque, disfrutando de las flores y los árboles. Desde ese momento, decidieron incluir a Eva en sus aventuras, formando un nuevo cuarteto de amigos.

Pasaron las horas riendo y jugando juntos. Días después, los cuatro amigos decidieron hacer una excursión al bosque, donde se decía que vivía la famosa hermana del viento, una criatura mágica que podía hablar con los árboles y llevar mensajes a través del aire. Los rumores contaban que la hermana del viento era una persona sabio que podía ayudar a aquellos que buscaban respuestas.

Al llegar al bosque, se sintieron envueltos por el murmuro de las hojas y el canto de las aves. La luz del sol se filtraba a través de las ramas, creando un hermoso espectáculo de luces y sombras. Mientras caminaban, Lía sugirió que cada uno compartiera un deseo que quisiera que la hermana del viento escuchara.

Lía deseaba que su familia pudiera pasar más tiempo junta. Siempre estaba tan ocupada con el trabajo que no podían disfrutar de momentos valiosos. José, por su parte, deseaba aprender a tocar la guitarra, un sueño que parecía lejano debido a la falta de tiempo para practicar. Carlos quería que su mamá dejara de preocuparse tanto por las cosas. Y por último, Eva, al llegar a este nuevo lugar, solo deseaba encontrar una verdadera amistad en ese pueblo.

Mientras hablaban de sus deseos, un suave susurro comenzó a fluir entre los árboles. Era el viento, que parecía jugar con las hojas y hacerlas danzar. Los cuatro amigos se miraron emocionados. Tal vez, solo tal vez, la hermana del viento estaba escuchando. Con un corazón lleno de esperanza, decidieron seguir explorando hasta encontrarla.

Durante su caminata, llegaron a un claro del bosque, donde una gran y antigua encina se alzaba majestuosamente. Tenía un tronco grueso y sus ramas se extendían como brazos que abrazaban el cielo. En ese instante, el aire se volvió más fresco y un aroma dulce invadió el espacio. Fue allí cuando notaron que las hojas susurraban suavemente, como si hablaran entre sí.

—Quizás deberíamos preguntarle al árbol si sabe dónde encontrar a la hermana del viento —sugirió Carlos, mientras tocaba con suavidad la corteza de la encina.

—¡Hola, noble árbol! —gritó Lía a lo lejos— ¿Sabes dónde podemos encontrar a la hermana del viento?

Y de repente, cuando todos pensaban que solo el viento respondería, la encina comenzó a crujir y a desplegar sus hojas con un suave movimiento. En el aire, el viento tomó forma y se convirtió en una figura delicada con cabellos que parecían fluir como la brisa.

—¿Me han llamado? —preguntó la hermana del viento con una voz melodiosa que resonaba en el aire.

Los cuatro amigos se quedaron boquiabiertos, incapaces de procesar que habían encontrado a la hermana del viento. En su rostro había una sabiduría infinita y sus ojos brillaban como estrellas.

—Vine a seguir un susurro que sentí en el aire —continuó ella—. ¿Qué buscan los jóvenes aventureros?

Eva fue la primera en hablar, con un tono nervioso pero decidido:

—Queremos que nos ayudes a hacer nuestros deseos realidad. Anhelamos encontrar el camino para que nuestros sueños se vuelvan verdad.

La hermana del viento los miró atentamente y sonrió.

—Los sueños se pueden alcanzar, pero nunca llegamos a ellos solos. Necesitan la fuerza de su amistad y el valor que llevan dentro.

Inspirados por sus palabras, los niños sintieron una energía renovada. Quería ayudarles a concretar sus deseos, pero no sería fácil. Para ello, les retó a una serie de pruebas que pondrían a prueba su amistad y su determinación.

—Primero deben probar la fuerza de su amistad. Para ello, deben amarrar un lazo alrededor del tronco de este árbol con una cuerda invisible. Esa cuerda la constituyen sus promesas, que tienen que hacerse exactamente el mismo día del próximo año —dijo la hermana del viento.

Los amigos miraron entre ellos, conscientes de la importancia del desafío. Entonces, crearon un lazo simbólico y pronunciaron sus promesas. Lía prometió valorar el tiempo con su familia, José prometió practicar la guitarra todos los días, Carlos prometió ayudar a su madre a no preocuparse y Eva se prometió a sí misma que sería una amiga leal y solidaria.

—Ahora, vengan a mí y miren hacia el cielo —dijo la hermana del viento. Los niños hicieron lo que ella les decía y, para su sorpresa, vieron que las nubes comenzaron a formar figuras de sus deseos.

Eva observó cómo las nubes se transformaban en una guitarra brillante, mientras los demás veían sus deseos manifestarse ante sus ojos. Pero rápidamente, las formas comenzaron a desvanecerse y el viento se dirigió exclusivamente hacia ellos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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