Cuentos de Amistad

La Historia de Iker y sus Amigos

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez un bebé muy feliz llamado Iker. Iker vivía en una casa muy acogedora con su Mamá, su Tata y su Tía Chula. Iker tenía unos ojitos brillantes y una sonrisa que iluminaba toda la casa. Mamá era profesora y siempre llevaba gafas y una sonrisa cálida. Tata era inspectora de policía y vestía un uniforme muy elegante, siempre con una expresión amable. Tía Chula, la mejor amiga de Mamá, era muy alegre y vestía ropa colorida y divertida.

Mamá había conseguido su trabajo de profesora cuando estaba embarazada de Iker. Trabajaba muy duro, pero siempre tenía tiempo para jugar y cuidar de su pequeño. Tata era muy valiente y fuerte, pero también muy cariñosa con Iker. Tía Chula era la amiga más cercana de Mamá y la quería mucho, y también quería mucho a Iker. De hecho, Tía Chula había ayudado a criar a Iker desde que era muy pequeño, por eso siempre estaba cerca de ellos.

Un día, mientras Mamá preparaba el desayuno, Iker jugaba en la sala con sus juguetes favoritos. Había bloques de colores, pelotas y peluches esparcidos por todas partes. Tía Chula estaba allí, cantando una canción divertida y haciendo que Iker riera a carcajadas.

—¡Buenos días, Iker! —dijo Mamá mientras le daba un beso en la frente—. Hoy vamos a tener un día muy especial.

—¿Vamos a tener una aventura? —preguntó Tía Chula, moviendo las cejas de manera graciosa.

—¡Sí! —respondió Mamá—. Vamos a ir al parque y después a visitar a Tata en la estación de policía.

Iker estaba muy emocionado. Le encantaba el parque porque había columpios, toboganes y muchos otros niños con quienes jugar. Y también le encantaba visitar a Tata en su trabajo, porque siempre había muchas cosas interesantes que ver.

Después de desayunar, Mamá, Tía Chula e Iker se prepararon para salir. Mamá puso a Iker en su cochecito y se dirigieron al parque. El sol brillaba y el cielo estaba azul, perfecto para una aventura.

En el parque, Iker jugó en los columpios mientras Mamá y Tía Chula lo empujaban suavemente. Después, fue al tobogán y se deslizó una y otra vez, riendo cada vez que llegaba al final. Otros niños también estaban jugando, y pronto Iker hizo nuevos amigos. Jugó a la pelota con un niño llamado Lucas y construyó castillos de arena con una niña llamada Ana.

—¡Qué bien se lo está pasando Iker! —dijo Mamá, mirando a su hijo con amor.

—Sí, es maravilloso verlo tan feliz —respondió Tía Chula—. Me encanta pasar tiempo con él y contigo, amiga.

Después de un rato, Mamá decidió que era hora de ir a visitar a Tata. Así que recogieron los juguetes y se dirigieron a la estación de policía. Cuando llegaron, Tata los recibió con una gran sonrisa y los abrazó fuerte.

—¡Hola, mi pequeño héroe! —dijo Tata mientras levantaba a Iker en sus brazos—. ¿Cómo te ha ido en el parque?

—¡Muy bien! —dijo Iker con una gran sonrisa.

Tata les mostró su oficina y les presentó a sus compañeros de trabajo. Todos eran muy amables y estaban encantados de conocer a Iker. Tata les enseñó cómo era su trabajo y les mostró su coche patrulla. Iker estaba fascinado con las luces y la sirena.

—Un día, serás tan valiente como tu Tata —dijo Tata mientras acariciaba el cabello de Iker.

Después de la visita, Mamá, Tía Chula e Iker regresaron a casa. Mamá preparó una deliciosa comida y todos se sentaron a la mesa para disfrutarla juntos. Mientras comían, Mamá y Tía Chula contaron historias divertidas de cuando eran pequeñas y se llamaban «Chula».

—Siempre hemos sido mejores amigas —dijo Mamá—. Y ahora tú, Iker, también eres parte de esta gran amistad.

—Sí, siempre estaremos aquí para ti —agregó Tía Chula—. Porque la amistad y el amor son lo más importante.

Después de comer, todos se sentaron en el sofá a descansar. Mamá leyó un cuento a Iker mientras Tía Chula le hacía cosquillas en los pies. Tata llegó más tarde, y juntos jugaron a un juego de mesa muy divertido. Al final del día, Iker estaba muy cansado pero muy feliz.

—Hoy ha sido un día maravilloso —dijo Mamá mientras arropaba a Iker en su camita.

—Sí, me gusta mucho estar con ustedes —dijo Iker, bostezando.

—Nosotros también te queremos mucho, Iker —dijo Tata, dándole un beso en la frente.

—Y siempre estaremos juntos, pase lo que pase —añadió Tía Chula.

Iker cerró los ojos, sintiéndose muy amado y seguro. Sabía que con su Mamá, su Tata y su Tía Chula siempre estaría bien. Y así, se quedó dormido, soñando con nuevas aventuras y momentos felices con su familia y amigos.

Y así pasó el tiempo, lleno de risas y amor. Cada día era una nueva oportunidad para disfrutar de la compañía de quienes más quería. Iker crecía rodeado de cariño y aprendía el valor de la amistad y la familia.

Un día, Mamá, Tata y Tía Chula decidieron llevar a Iker a una granja cercana. Querían que Iker conociera a los animales y aprendiera sobre la naturaleza. Iker estaba muy emocionado, le encantaban los animales y la idea de ver vacas, caballos, ovejas y gallinas lo llenaba de alegría.

Llegaron a la granja y fueron recibidos por el granjero, que les mostró todos los animales. Iker acarició a una vaca grande y amable, y rió cuando un corderito se acercó a él y le lamió la mano. Vieron gallinas cacareando y corriendo por el corral, y hasta montaron en un caballo tranquilo y manso.

—¡Miren! —dijo Mamá, señalando un pequeño establo—. Vamos a ver los conejitos.

Iker corrió hacia el establo, emocionado. Dentro, había varios conejitos pequeños y esponjosos. Eran tan suaves y bonitos que Iker no podía dejar de sonreír.

—Te gustan mucho los conejitos, ¿verdad? —dijo Tata, viendo la cara de felicidad de Iker.

—¡Sí! —respondió Iker—. Son muy lindos.

—Podemos volver otro día y verlos de nuevo —sugirió Tía Chula—. Será nuestra pequeña tradición.

Iker asintió con entusiasmo. Le encantaba la idea de tener una tradición especial con su familia.

Después de visitar todos los animales, el granjero les invitó a comer un picnic en un bonito campo cercano. Mamá había preparado sándwiches, frutas y jugo, y todos se sentaron en una manta grande a disfrutar del día soleado. Mientras comían, Mamá y Tía Chula recordaban más historias de cuando eran niñas, haciendo que Iker riera con sus ocurrencias.

—La amistad es algo muy valioso, Iker —dijo Mamá—. Tener amigos como Tía Chula es un gran tesoro.

—Y siempre debemos cuidar y valorar a nuestros amigos —agregó Tía Chula—. Porque ellos nos ayudan a ser felices.

—Como tú me haces feliz a mí, Iker —dijo Tata, dándole un abrazo.

Iker se sentía muy afortunado de tener una familia tan maravillosa y amorosa. Sabía que siempre podría contar con ellos y que juntos podrían enfrentar cualquier cosa.

Al final del día, regresaron a casa, cansados pero llenos de felicidad. Iker se quedó dormido rápidamente, soñando con los animales de la granja y las aventuras que viviría con su familia y amigos.

Con el tiempo, Iker siguió creciendo y viviendo muchas aventuras con su Mamá, su Tata y su Tía Chula. Aprendió muchas cosas y siempre supo que el amor y la amistad eran los tesoros más grandes que uno podía tener.

Y así, la historia de Iker y sus amigos continuó, llena de momentos felices, risas y mucho amor. Porque no hay nada más importante que estar rodeado de aquellos que nos quieren y nos cuidan. Iker sabía que siempre tendría a su Mamá, su Tata y su Tía Chula a su lado, pase lo que pase.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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