Había una vez, en un colorido y tranquilo vecindario, tres, amigos inseparables: Tom, Anna y Sam. Cada día, después de la escuela, se reunían en el jardín de Tom, donde un gran árbol frondoso brindaba la sombra perfecta para jugar. Tom era un niño muy creativo, siempre tenía ideas divertidas para nuevos juegos. Anna era muy dulce y le encantaba ayudar a los demás, mientras que Sam era un poco travieso, pero con un gran corazón.
Un soleado día, decidieron que era hora de buscar algo especial para hacer. Mientras jugaban a las escondidas, Anna se escondió detrás del gran árbol y allí encontró un objeto brillante entre las raíces. Cuando salió de su escondite, con los ojos llenos de emoción, mostró lo que había encontrado. Era una pequeña cajita dorada con un diseño muy bonito. Parecía mágica.
«¡Miren lo que encontré!» gritó Anna, corriendo hacia sus amigos. Tom y Sam se acercaron rápidamente, llenos de curiosidad. «¿Qué habrá dentro?» se preguntaron emocionados. La cajita estaba cerrada y, por más que intentaron abrirla, no pudieron.
«¡Deberíamos llevarla a la señora Bella, la anciana del vecindario! Ella sabe muchas cosas sobre objetos mágicos», sugirió Sam, siempre ansioso por una nueva aventura. «¡Sí, vamos!» exclamó Tom. De inmediato, los tres amigos acordaron visitar a la señora Bella.
Cuando llegaron a la casa de la señora Bella, una casita pequeña y acogedora con flores de colores por todas partes, tocaron la puerta. La señora Bella, con su pelo canoso y una sonrisa amable, los recibió. «¡Hola, niños! ¿Qué les trae por aquí?» preguntó. Anna, con mucho entusiasmo, mostró la cajita dorada y les explicó cómo la encontró.
La señora Bella observó la cajita con atención y dijo, «¡Oh, esta es una hermosa cajita! Pero para abrirla, deben primero encontrar algo muy especial». Los niños se miraron llenos de curiosidad. «¿Qué es lo que debemos encontrar?» preguntó Tom. La señora Bella sonrió y respondió: «Debéis encontrar la estrella de la amistad, una estrella que brilla en el jardín de cada hogar donde hay amor y amistad genuina. Cuando la encuentren, la cajita se abrirá y revelará su magia».
Los niños se llenaron de emoción. «¡Vamos a buscarla!» gritaron al unísono. Así, se despidieron de la señora Bella y se lanzaron a la búsqueda de la estrella de la amistad.
Corrieron de casa en casa, preguntando a todos sus vecinos si sabían cómo encontrarla. Una amable señora les dijo: «La estrella de la amistad se cuenta que puede verse en el corazón de todos aquellos que se quieren de verdad». Eso hizo que Tom, Anna y Sam pensaran en su propia amistad. A lo largo de sus días juntos, habían compartido risas, juegos y a veces, también resolvían pequeños problemas.
Decidieron que podrían encontrar la estrella al mostrar actos de amistad. «Empecemos ayudando a los demás», sugirió Anna. Así que, en su camino, empezaron a ayudar a todos los que encontraban. Ayudaron a una señora a llevar sus compras, a un niño que había caído y se había raspado la rodilla, y hasta jugaron con unos gatitos que se habían perdido. Cada vez que hacían un bien, sentían que sus corazones latían más fuerte y más rápido, como si estuvieran enviando un mensaje de felicidad al aire.
Después de un largo día de ayudar y jugar, se sentaron en el césped del parque. «Siento que hemos hecho muchas buenas cosas hoy», dijo Sam. «Sí, y siento que nuestros corazones están conectados», añadió Tom. Así, mientras se reían y recordaban todas las cosas que habían vivido ese día, miraron el cielo y, para su sorpresa, una estrella brillante apareció entre las nubes. No era una estrella cualquiera; brillaba con una luz cálida y dorada. «¡Miren! ¡Es la estrella de la amistad!» exclamó Anna.
Sin perder tiempo, los tres amigos corrieron de regreso al jardín de Tom. Al llegar, se dieron cuenta de que la cajita todavía estaba ahí, esperándolos. Con un susurro lleno de emoción, Anna tomó la estrella brillante que había encontrado en el cielo y la puso cerca de la cajita. “Con esta estrella, ahora podemos abrir la cajita”, dijo Tom.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.