Katy era una niña joven que tenía una gran pasión por la aventura. Siempre estaba en busca de nuevos horizontes y amaba explorar lugares desconocidos. Sin embargo, había algo que le faltaba: una verdadera amiga con quien compartir esas experiencias. Su mejor amiga, Lía, se había mudado a otra ciudad, y Katy se sentía un poco sola. Aunque tenía compañeros de clase, ninguno parecía entender su espíritu aventurero.
Un día, mientras paseaba por el parque cercano a su casa, Katy escuchó un extraño ruido que la llevó a investigar. Decidida a descubrir qué era, se dirigió hacia un arbusto espeso. Al acercarse, se dio cuenta de que una pequeña ardilla estaba atrapada entre las ramas. Katy no lo pensó dos veces, se arrodilló y con mucho cuidado fue desenredando a la ardilla. Cuando finalmente liberó al pequeño animal, la ardilla la miró con ojos brillantes, como si le estuviera agradeciendo.
Sin embargo, lo que Katy no sabía era que había un espíritu mágico que habitaba en el parque, y había estado observando toda la escena. Su nombre era Fígaro, un pequeño duende que adoraba a los animales y a la naturaleza. Fígaro decidió que Katy necesitaba una amiga especial para que su corazón no se sintiera tan solo, así que se le ocurrió una idea brillante.
Al día siguiente, mientras Katy jugaba en el parque, Fígaro apareció ante ella con una pequeña esfera brillante en sus manos. «Katy, he visto lo amable que eres con los animales. Te he traído un regalo especial», dijo el duende con una voz suave. Katy, sorprendida, preguntó: «¿Qué es?». Fígaro sonrió y respondió, «Es una amiga mágica que siempre estará contigo. La llamarás Lía, como tu amiga que se mudó, y será un reflejo de todo lo que valoras de la amistad».
Con eso, Fígaro dejó caer la esfera al suelo, y en un destello de luz, apareció una pequeña hada de color azul celeste con cabello dorado. Katy la miró con asombro. «¡Hola! Soy Lía», dijo el hada con una voz dulce. «He venido a ser tu amiga y a compartir todas tus aventuras». Katy no podía creer lo que veía; finalmente tenía a alguien con quien compartir sus emociones, sueños y deseos.
Durante los días que siguieron, Katy y Lía se convirtieron en inseparables. Juntas, exploraban el bosque, hacían picnics en la playa y volaban en los sueños de las estrellas. Lía no solo era una gran compañera, sino que además le mostró a Katy un mundo nuevo. Gracias a sus poderes, podían hablar con los animales y entender sus juegos. Cada tarde, Katy corría hacia el parque, y Lía siempre estaba allí, lista para una nueva aventura.
Un día, mientras disfrutaban de su tiempo en el parque, se encontraron con un grupo de niños que estaban construyendo una especie de fortaleza con ramas caídas y hojas. Katy se acercó a ellos, pero pudo ver que estaban discutiendo porque alguien había roto parte de su construcción. Temerosos de que su fortaleza se destruyera, los niños estaban a punto de marcharse.
Katy, al ver esto, decidió que debía ayudarles. Llamó a Lía y le dijo: «¡Podemos hacer algo! Vamos a ayudarlos a construir la mejor fortaleza del mundo». Lía asintió, y juntas se acercaron a los niños. «Hola, ¿puedo ayudarles?», preguntó Katy. Los niños la miraron sorprendidos. Nunca habían visto a un hada antes, y con su presencia mágica, las tensiones empezaron a disiparse.
Una de las niñas, llamada Ana, que lideraba el grupo, dijo: «Sí, pero solo si puedes ayudarnos a hacerla más grande y fuerte». Katy sonrió y con la ayuda de Lía, comenzaron a trabajar. Juntas organizaron a todos, dividiendo tareas y animando a los niños a colaborar. Lía utilizó su magia para hacer que las ramas volaran más alto y se unieran con más facilidad.
La construcción se hizo divertida. Pronto, el grupo comenzó a reír y a contar historias mientras levantaban muros de hojas y ramas. Las discusiones se transformaron en risas, y lo mejor de todo, la fortaleza tomó forma, no solo como un refugio, sino como una representación de la amistad y el trabajo en equipo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.