Cuentos de Amistad

La Sombra de la Envidia que Separa a los Corazones

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un pequeño pueblo donde vivía un niño llamado Pedro. Pedro era un niño alegre y siempre tenía una gran sonrisa en su rostro. Le encantaba jugar en el parque, donde sus amigos solían reunirse. Entre ellos estaban Ana, una niña muy creativa que siempre tenía grandes ideas para juegos, y Juan, un niño risueño que podía hacer reír a todos con sus chistes y travesuras. Juntos formaban un grupo divertido y siempre estaban listos para una nueva aventura.

Un día, mientras jugaban en el parque, vieron a una nueva niña que había llegado al pueblo. Su nombre era Sofía. Sofía estaba sentada sola en un banco, mirando a los demás jugar. Tenía una expresión triste en su rostro, como si no se atreviera a unirse a ellos. Pedro, al ver esto, decidió que debía hacer algo. Se acercó a Sofía con una gran sonrisa y le dijo: “¡Hola! Soy Pedro, ¿quieres jugar con nosotros?”.

Sofía miró a Pedro y sonrió tímidamente. “Me gustaría, pero no sé cómo jugar”, respondió. Pedro, con su corazón amable, le dijo: “No te preocupes. Siempre podemos inventar un nuevo juego. ¡Ven, te presento a mis amigos!”.

Cuando Sofía llegó al grupo, Ana y Juan la recibieron calurosamente. Ana le presentó su idea de hacer castillos con arena, mientras que Juan propuso un juego de carreras. Sofía, aunque un poco nerviosa, se animó al ver la alegría de los otros niños. Juntos, comenzaron a construir un enorme castillo de arena, incorporando conchas y piedras que habían encontrado alrededor.

Mientras trabajaban en su castillo, Pedro notó que Sofía tenía un talento especial. Era muy buena decorando conchas y hacía maravillas con la arena. “¡Guau, Sofía, eso queda increíble!”, exclamó Pedro con entusiasmo. Sofía se sonrojó un poco, pero estaba orgullosa de su trabajo. La tarde pasó volando y, para cuando el sol comenzó a ponerse, el castillo era la envidia de todos en el parque.

Sin embargo, en medio de toda esa felicidad, había un pequeño problema que Pedro no había notado. Ana y Juan comenzaron a sentir un ligero cosquilleo en sus corazones. Aunque estaban muy felices de jugar con Sofía, poco a poco, la sombra de la envidia empezó a asomarse. Ana pensó: “¿Por qué Sofía es tan buena decorando? Yo también quiero ser la mejor en algo”. Juan sentía algo similar: “Quizás Sofía se volverá la favorita de Pedro y de Ana. ¿Qué pasará conmigo?”.

Así, mientras jugaban, la envidia comenzó a tejer pequeñas divisiones entre ellos, como hilos invisibles que los separaban. Sin darse cuenta, Ana empezó a actuar de manera un poco fría. Se quedó callada mientras Sofía hablaba de sus ideas. Por su parte, Juan trató de hacer chistes, pero nadie prestaba atención. Pedro, que no entendía lo que estaba pasando, se sintió un poco triste. No quería que sus amigos estuvieran distanciados.

El tiempo seguía transcurriendo, y aunque sus corazones estaban un poco tristes, decidieron volver al parque al día siguiente. Cuando se reunieron, Pedro tenía una idea brillante. “Hoy podemos hacer una competencia de talentos. ¡Yo puedo mostrar mis trucos de pelota, Ana puede hacer su dibujo favorito y Sofía, tú puedes mostrarnos cómo decoras las conchas!”, sugirió.

Ana y Juan miraron a Sofía, y aunque aún sentían un ligero tirón en sus pechos, decidieron unirse a la idea de Pedro. Cuando Sofía vio que sus amigos querían aprender de ella, su tristeza se disolvió y brilló con entusiasmo. Se sintió aceptada y alegre, y comenzó a mostrarles cómo hacerlo.

Llegó el momento de la competencia. Pedro comenzó haciendo malabares con la pelota, haciéndola rodar y saltar. Ana presentó su dibujo de un universo lleno de estrellas y planetas de colores. Todos admiraron su talento. Luego, llegó el turno de Sofía. Ella decoró una concha con colores vivos, y todos quedaron maravillados. Fue en ese momento que Pedro decidió aplaudir. “¡Eres increíble, Sofía!”, dijo emocionado. Ana y Juan también comenzaron a aplaudir, y eso hizo que Sofía se sintiera feliz y querida.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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