Cuentos de Amistad

Lolo, Fefi y Bob: Amigos en la Playa

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Un día soleado, en un lugar muy bonito, vivían Lolo y Fefi. Lolo era un conejo con orejas largas y suaves. Siempre estaba saltando de un lado a otro, muy contento. Fefi, su mejor amiga, era una pequeña ave con plumas amarillas brillantes. Juntos, jugaban en el bosque todos los días.

Un día, mientras estaban descansando bajo un árbol, Lolo dijo: «Fefi, ¿qué te parece si vamos de vacaciones? He oído que hay una playa muy lejos de aquí donde el sol brilla mucho y el agua es muy azul».

Fefi voló alrededor de Lolo emocionada. «¡Qué idea tan divertida, Lolo! Vamos a empacar nuestras cosas y explorar ese lugar.»

Y así, con mucha alegría, Lolo y Fefi comenzaron a preparar sus mochilas. Lolo puso zanahorias para comer en el camino, y Fefi llenó su mochila de semillas. Empezaron su viaje temprano al día siguiente, caminando y volando entre los árboles y los ríos, hasta que, después de un largo viaje, llegaron a la playa.

La vista era increíble. La arena era tan suave que Lolo no podía evitar saltar de un lado a otro, dejando pequeñas huellas por todas partes. Fefi volaba cerca del agua, sus plumas brillaban bajo el sol y el sonido de las olas era como una canción que nunca terminaba.

Mientras exploraban la playa, de repente escucharon un sonido detrás de una roca grande. Lolo, curioso, saltó hacia el lugar de donde venía el ruido, y para su sorpresa, encontró a un pequeño oso. El osito estaba jugando con una concha de mar. Era muy simpático, con un gorro azul que le quedaba un poco grande.

Lolo, siempre amistoso, le dijo: «¡Hola! Soy Lolo, y esta es mi amiga Fefi. ¿Cómo te llamas?»

El osito levantó la vista, un poco sorprendido, pero sonrió. «Me llamo Bob», dijo. «Vine a la playa con mi familia, pero ellos están descansando, y yo quería jugar.»

Fefi voló hacia Bob y dijo alegremente: «¡Nosotros también vinimos a jugar! ¿Te gustaría unirte a nosotros?»

Bob asintió con entusiasmo. «¡Claro que sí! Me encantaría tener nuevos amigos.»

Y así, los tres empezaron a jugar juntos. Corrieron por la arena, saltaron sobre las pequeñas olas que llegaban a la orilla, y buscaron tesoros escondidos entre las conchas y las piedras de colores. Lolo era muy rápido y siempre encontraba las conchas más grandes. Fefi volaba muy alto y podía ver cosas desde el cielo que ni Lolo ni Bob podían ver.

Bob, aunque era un poco más lento, siempre encontraba los tesoros más especiales. En una ocasión, mientras cavaba en la arena, descubrió una estrella de mar muy bonita. «¡Miren lo que encontré!» gritó Bob emocionado. Lolo y Fefi corrieron hacia él para ver el hallazgo.

«¡Es preciosa!» dijo Fefi mientras daba vueltas en el aire. Lolo, con sus grandes orejas moviéndose, asintió. «Bob, tienes muy buen ojo para encontrar cosas especiales.»

Después de un rato, los tres amigos decidieron descansar bajo una palmera. El sol seguía brillando fuerte en el cielo, pero la sombra de la palmera los protegía del calor. Mientras descansaban, Fefi, que siempre era muy curiosa, preguntó: «Bob, ¿por qué llevas ese gorro azul? Es muy bonito, pero parece un poco grande para ti.»

Bob sonrió y tocó su gorro. «Es el gorro de mi papá. Lo llevo porque me recuerda a él. A veces, cuando estoy en un lugar nuevo, me hace sentir seguro.»

Lolo y Fefi lo miraron con cariño. «¡Qué bonito gesto, Bob!» dijo Lolo. «Es genial que tengas algo tan especial contigo.»

Después de descansar un poco, los tres amigos decidieron seguir jugando. Construyeron un gran castillo de arena, tan alto que casi parecía una montaña. Fefi volaba alrededor, asegurándose de que todo quedara perfecto. Lolo saltaba y ponía las últimas conchas para decorar el castillo, mientras Bob cavaba túneles por donde podían pasar sus pequeños juguetes de madera.

El día pasó rápido, y pronto el sol empezó a bajar, pintando el cielo de colores naranjas y rosados. Los tres amigos se sentaron en la arena, mirando cómo las olas del mar brillaban bajo los últimos rayos del sol.

Lolo suspiró y dijo: «Este ha sido el mejor día de todos. Estoy tan feliz de haber conocido a un nuevo amigo como Bob.»

Fefi asintió, sus plumas reflejando los colores del atardecer. «Sí, ahora somos tres, y eso hace todo mucho más divertido.»

Bob sonrió, su pequeño gorro azul ligeramente inclinado hacia un lado. «Yo también estoy muy feliz. Nunca había tenido amigos tan divertidos como ustedes. Espero que podamos volver a vernos pronto.»

Lolo y Fefi se miraron y sonrieron. Sabían que aunque las vacaciones terminaran, su amistad con Bob duraría para siempre.

Conclusión:

Y así, Lolo, Fefi y Bob se convirtieron en amigos inseparables. Aunque vivían en lugares diferentes, siempre encontraban maneras de volver a verse y seguir compartiendo aventuras. Porque, como Lolo siempre decía, «La verdadera amistad es como el sol y el mar, siempre están ahí, sin importar el tiempo que pase».

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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