En un rincón olvidado del mundo, donde las colinas susurran antiguos secretos y los ríos murmuran melodías de antaño, se encontraba el pequeño pueblo de Valleverde, rodeado por un vasto bosque conocido por su misteriosa neblina púrpura. En este pueblo vivían cinco amigos inseparables: Jhoan, Mateo, Iker, Hellen y Santiago.
Jhoan, la más audaz del grupo, era conocida por su cabello rizado rojo y sus pecas que danzaban alegremente en su rostro cada vez que sonreía. Mateo, el cerebro del grupo, siempre llevaba gafas que resaltaban su mirada inteligente. Iker, con su cabello rubio y ojos azules, era el espíritu aventurero que nunca decía no a un nuevo desafío. Hellen, con sus largos cabellos negros y ojos profundos, era la contadora de historias que encantaba a todos con leyendas y cuentos del bosque. Santiago, el tranquilo y reflexivo, era el equilibrio del grupo con su cabello castaño y ojos verdes que parecían leer el alma de la naturaleza.
Un día, mientras jugaban cerca del borde del bosque, Jhoan propuso una misión que cambiaría sus vidas para siempre. Quería adentrarse en el corazón del bosque para descubrir la fuente de la neblina púrpura que tantas historias y leyendas había generado en Valleverde.
—Debería ir sola —sugirió Jhoan con determinación—. Si algo sale mal, no quiero que corran peligro.
Mateo ajustó sus gafas y, con una sonrisa protectora, contestó:
—Ninguno de nosotros permitirá que entres sola, Jhoan. Donde va uno, vamos todos.
Así, los cinco amigos se adentraron en el bosque, guiados por la curiosidad y el fuerte lazo que los unía. Mientras caminaban, Mateo comentaba sobre la peculiaridad del bosque.
—Este lugar no funciona como los demás —decía—. Cada paso que damos podría estar alterando nuestra realidad.
Justo cuando terminaba su frase, una densa niebla púrpura comenzó a surgir del suelo, envolviéndolos en un manto de misterio y susurros antiguos. Hellen, intentando asustar un poco a Iker, le susurró al oído:
—Dicen que ningún humano que ha entrado al corazón del bosque ha vuelto jamás a ser el mismo.
Iker, intentando no mostrar su nerviosismo, rió ligeramente, pero su risa fue cortada por un repentino temblor del suelo que derrumbó parte del acantilado sobre el que estaban. Hellen y Santiago, por instinto, extendieron sus brazos transformándose en aves y volando hacia un lugar seguro, mientras que Jhoan, Iker y Mateo se deslizaban hacia el abismo.
En un acto de desesperación, Iker logró agarrarse de una raíz suelta, ayudando a Jhoan a hacer lo mismo. Desde su precaria posición, miró hacia arriba y vio a Mateo, quien con voz firme les dijo:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.