Era una mañana soleada cuando el autobús de los Ritboot, una banda muy famosa de música, comenzó su viaje hacia la fiesta de Goldie. Luis Smith, el conductor del autobús, estaba al volante, listo para llevar a los Ritboot a su gran actuación. En el autobús, además de Luis, estaban Jhoan, Iker, Hellen y Santiago, cuatro amigos inseparables que siempre estaban dispuestos a ayudar.
Jhoan era un niño curioso con cabello castaño y gafas. Siempre llevaba una mochila llena de herramientas y aparatos interesantes. Iker, con su cabello rubio y su característico sombrero de vaquero, era valiente y siempre encontraba la manera de resolver cualquier problema. Hellen, una niña con cabello rojo y una sonrisa traviesa, tenía un don especial: ¡podía hacer explotar cosas con su mente! Y finalmente, Santiago, con su cabello negro y su cinturón de herramientas, era el genio de las reparaciones.
El viaje hacia la fiesta de Goldie prometía ser tranquilo, pero como siempre, las aventuras estaban a la vuelta de la esquina. Mientras el autobús avanzaba por la carretera, Luis notó un gran atasco de tráfico. «¡Oh no!», exclamó, «si no encontramos una manera de rodear esto, llegaremos tarde a la fiesta».
Celeste, una amiga de Luis que conocía todos los atajos, sugirió: «Podríamos tomar un atajo por ese camino secundario. Es más largo, pero nos evitará el tráfico».
Sin otra opción, Luis giró el volante y el autobús se dirigió por el camino menos transitado. Todo iba bien hasta que, de repente, una de las llantas del autobús se pinchó. «¡Qué mala suerte!», dijo Luis. «Necesitamos reparar esto rápido».
Santiago y Jhoan saltaron del autobús con sus herramientas en mano. Santiago examinó la llanta y dijo: «Jhoan, necesito tu bomba de aire y tu kit de parches».
Mientras ellos trabajaban, Iker se adentró en el campo cercano para ver si encontraba algo útil. No pasó mucho tiempo antes de que descubriera una manada de ganado bloqueando el camino. «¡Vaya!», pensó, «esto no puede ser una coincidencia».
Con su típico ingenio, Iker se puso su sombrero de vaquero y, con un lazo improvisado, comenzó a redirigir el ganado hacia otro campo. «¡Vamos, vaquitas!», les decía, «hay una fiesta importante a la que necesitamos llegar».
De vuelta en el autobús, Hellen se dio cuenta de otro problema. Un árbol caído bloqueaba el camino más adelante. «¡Esto no es un problema para mí!», dijo con confianza. Cerró los ojos, concentró toda su energía y, con un movimiento de sus manos, el árbol explotó en pedazos pequeños, despejando el camino.
Luis, impresionado por las habilidades de los niños, sonrió y dijo: «¡Buen trabajo, equipo! Ahora podemos seguir».
Con el autobús reparado y el camino despejado, el grupo avanzó con buen ánimo. Pero las aventuras aún no habían terminado. Mientras se acercaban a un puente, Luis notó que estaba roto. «Esto parece el fin del camino», dijo preocupado.
De repente, la abuela de Hellen, quien estaba visitando el set de una película cercana, apareció con un coche deportivo. «¡No os preocupéis, chicos!», gritó desde su coche, «este no es un puente roto de verdad, es solo parte del set de la película. ¡Aceleremos y atravesemos!»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.