Cuentos de Amistad

Lucas y Ana: La Magia de las Emociones

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes montañas y ríos cristalinos, un niño llamado Lucas. Lucas era conocido por su sonrisa contagiosa y su energía inagotable. Cada día, al llegar a la escuela, saludaba a todos con entusiasmo, haciendo que el ambiente se llenara de alegría.

Un día, la directora de la escuela anunció la llegada de una nueva maestra. Su nombre era Ana, una joven apasionada por la educación emocional. Ana creía firmemente que el bienestar emocional era clave para el aprendizaje y el desarrollo integral de los niños. Desde el primer día, Ana comenzó sus clases de una manera diferente. En lugar de hablar sobre matemáticas o ciencias, empezó a enseñar a los niños a identificar y expresar sus emociones.

Ana usaba colores para representar diferentes sentimientos: el rojo para el enojo, el azul para la tristeza, el verde para la calma y el amarillo para la alegría. Lucas y sus compañeros aprendieron a reconocer sus emociones y a hablar de ellas abiertamente. Ana les enseñó que no había emociones malas, sino que todas eran válidas y parte de ser humano.

Una mañana, Lucas llegó a clase con una expresión diferente en su rostro. Sus ojos, normalmente brillantes, estaban apagados, y sus hombros, siempre erguidos, parecían caer bajo el peso de una tristeza invisible. Ana, siempre atenta, notó de inmediato el cambio en su energía.

—Lucas, ¿quieres hablar de cómo te sientes hoy? —le preguntó suavemente.

Lucas, con un nudo en la garganta, asintió. Ana le pidió que dibujara cómo se sentía. Sin dudarlo, Lucas tomó un crayón azul y comenzó a dibujar un gran océano en su hoja de papel. Las olas eran altas y turbulentas, reflejando la tormenta que llevaba dentro.

—Este es mi corazón hoy —dijo Lucas con voz temblorosa.

Ana se arrodilló a su lado y observó el dibujo.

—Es un océano muy grande y poderoso, Lucas —dijo—. A veces, nuestras emociones pueden sentirse así, inmensas y abrumadoras. Pero está bien sentirse así. ¿Te gustaría compartir con nosotros qué te hace sentir así?

Lucas dudó por un momento, pero luego comenzó a hablar. Contó cómo su perro, su mejor amigo, había fallecido recientemente. La tristeza lo había invadido y sentía que no podía escapar de ese mar de emociones.

Los otros niños, que habían estado escuchando en silencio, comenzaron a compartir también sus propias experiencias de tristeza. Algunos hablaron de la pérdida de un juguete favorito, otros de peleas con amigos o de mudanzas a nuevas ciudades. Poco a poco, la clase se convirtió en un espacio seguro donde podían expresar sus sentimientos sin miedo al juicio.

Ana también enseñó técnicas de respiración y meditación para ayudar a los niños a calmarse en momentos de estrés. Les mostró que tomarse un momento para respirar profundamente podía ayudarles a sentirse más tranquilos y centrados. Los niños practicaban estas técnicas cada día y pronto se convirtieron en una parte natural de su rutina.

Un día, Ana les propuso un ejercicio especial. Les pidió que se imaginaran un lugar donde se sintieran completamente seguros y felices. Lucas cerró los ojos y se imaginó un campo lleno de flores de colores brillantes, con el cielo azul claro y el sol calentando su piel. Respiró profundamente y sintió cómo su tristeza comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una sensación de paz.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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