Martín y Fabián: Una Amistad Sin Límites

En un colorido barrio, lleno de árboles y parques, vivían dos niños llamados Martín y Fabián. Ambos compartían algo muy especial: veían el mundo de una manera única, pues cada uno tenía autismo. Esto hacía que algunas cosas fueran un poco diferentes para ellos, pero también les otorgaba una manera especial de ver la belleza en los detalles que otros a menudo pasaban por alto.

Martín era un niño de cabello castaño que amaba los trenes. Podía pasar horas mirando sus libros de trenes, aprendiendo sobre los diferentes tipos y cómo funcionaban. También le gustaba dibujarlos, llenando hojas y más hojas con trenes de colores, algunos reales y otros fruto de su imaginación.

Fabián, por su parte, tenía el cabello negro y una pasión por la música. Incluso a su corta edad, tenía un oído increíble para los ritmos y melodías. Podía identificar las notas y los instrumentos en las canciones después de escucharlas una sola vez. A Fabián también le encantaba cantar, y su voz llenaba su casa de alegría.

Aunque Martín y Fabián vivían en el mismo barrio, nunca se habían encontrado, hasta que un día, sus caminos se cruzaron en el parque. Martín estaba sentado en una banca, dibujando un tren, como solía hacer cada tarde. Fabián pasaba por allí, tarareando una melodía que había escuchado en la radio esa mañana. La música de Fabián llamó la atención de Martín, quien levantó la vista de su dibujo por primera vez en horas. Curioso, Fabián se acercó para ver qué estaba haciendo Martín. Al ver el dibujo, exclamó con alegría: «¡Eso es un tren!»

Esa simple observación fue el inicio de una conversación entre ellos. Martín, emocionado de conocer a alguien que compartía su entusiasmo por los trenes, comenzó a hablarle a Fabián sobre su dibujo. Fabián, a su vez, compartió su amor por la música con Martín, explicándole cómo cada canción era como un viaje en tren, llevándolo a diferentes lugares a través de los sonidos.

Desde ese día, Martín y Fabián se convirtieron en amigos inseparables. Aprendieron a comunicarse a su manera, a veces con palabras, a veces con dibujos, y otras, con música. Juntos, descubrieron que podían crear historias increíbles, combinando los trenes de Martín con las melodías de Fabián.

Sus padres, viendo la hermosa amistad que había florecido, les ayudaron a construir una pequeña sala de juegos en el parque, donde Martín y Fabián podían jugar y crear juntos. Decoraron el lugar con dibujos de trenes y notas musicales, creando un espacio donde la imaginación de los niños no tenía límites.

Martín enseñó a Fabián todo sobre trenes, desde los antiguos locomotores de vapor hasta los modernos trenes de alta velocidad. Fabián, por su parte, introdujo a Martín en el mundo de la música, enseñándole a apreciar las diferentes melodías y ritmos. Juntos, inventaron juegos que combinaban sus intereses, como construir vías de tren que recorrían paisajes dibujados mientras inventaban historias sobre los viajes que los trenes realizaban, acompañados de bandas sonoras únicas que Fabián creaba.

Con el tiempo, su amistad se convirtió en un ejemplo para todo el barrio. Otros niños comenzaron a unirse a ellos en la sala de juegos, aprendiendo a apreciar las diferencias y a celebrar lo que cada uno podía aportar al grupo. Martín y Fabián demostraron que, a pesar de las dificultades que a veces enfrentaban debido a su autismo, eran capaces de forjar lazos profundos y significativos.