Cuentos de Amistad

Santiago y el Secreto de las Estrellas

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez un niño llamado Santiago, que tenía 7 años y una imaginación tan grande como el cielo nocturno que tanto le fascinaba. Cada noche, antes de dormir, Santiago se acostaba en su cama con sus pijamas blancos llenos de pequeñas estrellas azules. Le gustaba pensar que esas estrellas en su pijama lo llevarían en un viaje a través del universo mientras dormía.

Una noche, después de leer un cuento sobre constelaciones, Santiago cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas poder volar entre las estrellas. Al cabo de unos minutos, cuando el sueño comenzaba a abrazarlo suavemente, Santiago sintió algo diferente. Su cuerpo se volvió ligero, como si flotara, y cuando abrió los ojos, se encontró rodeado de una oscuridad brillante, salpicada por millones de estrellas.

Santiago estaba flotando en un vasto cielo oscuro, pero no sentía miedo, solo una inmensa curiosidad. Las estrellas brillaban a su alrededor, formando constelaciones que parecían moverse y danzar al ritmo de una música silenciosa. Era como si estuviera dentro de uno de sus sueños, pero todo se sentía tan real.

Mientras Santiago admiraba las constelaciones, notó algo extraño. Un grupo de pequeñas luces se movía hacia él desde la distancia. A medida que se acercaban, pudo ver que no eran estrellas, sino unos pequeños seres con ojos grandes y expresivos. Estos seres brillaban con una luz suave, y cuando sonreían, Santiago pudo escuchar unas risas que sonaban como campanas.

—¡Hola! —dijo uno de los seres, flotando cerca de Santiago—. Somos los marcianos del planeta Zilar, y queremos invitarte a visitarnos. ¿Te gustaría venir?

Santiago, sorprendido pero emocionado, asintió con la cabeza. ¡Era una invitación a visitar otro planeta! No podía perder esa oportunidad. Sin más preámbulos, los marcianos lo rodearon y lo guiaron a través del cielo, deslizándose suavemente entre las estrellas. Mientras volaban, Santiago podía sentir la brisa del espacio, fresca y llena de pequeños destellos de luz.

Pronto, llegaron a un planeta que brillaba con una luz propia. Los árboles en Zilar eran diferentes a cualquier cosa que Santiago hubiera visto antes. Sus hojas no eran verdes, sino que emitían una luz suave que iluminaba todo a su alrededor. Los troncos eran plateados, y al tocarlos, Santiago sintió una calidez reconfortante. Pero lo más sorprendente eran los ríos: en lugar de agua, estaban llenos de una gelatina colorida que cambiaba de tono con cada onda que se formaba en la superficie.

—¡Wow! —exclamó Santiago—. ¡Esto es increíble!

Los marcianos sonrieron, complacidos de ver a Santiago tan feliz. Lo invitaron a jugar en un campo cubierto de polvo de estrellas, donde cada paso que daba creaba pequeñas nubes brillantes que flotaban a su alrededor. Jugaron a las escondidas entre luces danzantes que iluminaban todo el lugar, y Santiago nunca se sintió tan libre y feliz.

Después de correr y reír durante lo que pareció horas, los marcianos llevaron a Santiago a una casita hecha de nubes que flotaba suavemente en el cielo del planeta. La casa era suave y esponjosa, como un gran algodón de azúcar, y estaba decorada con luces que cambiaban de color cada pocos segundos.

—Aquí solemos descansar después de un día lleno de aventuras —explicó uno de los marcianos—. Y ahora que estás aquí, queremos compartir nuestra merienda favorita contigo.

Dentro de la casita, una mesa estaba llena de las cosas más deliciosas que Santiago jamás había visto. Había sándwiches de luna, hechos con un pan tan suave que se deshacía en la boca y un relleno dulce que parecía brillar. También había batidos de arcoíris, que cambiaban de sabor con cada sorbo, desde frutas frescas hasta sabores que Santiago no podía identificar pero que eran simplemente deliciosos.

—¡Esto es lo mejor que he probado! —dijo Santiago, disfrutando de cada bocado.

Los marcianos rieron con sus voces de campana y le ofrecieron más. Durante la merienda, le contaron historias sobre su planeta, sobre cómo cada estrella en el cielo estaba conectada a una historia, y sobre cómo el polvo de estrellas tenía el poder de hacer que los sueños se hicieran realidad.

Después de la merienda, Santiago empezó a sentirse un poco cansado. La aventura había sido increíble, pero sentía que era hora de volver a casa. De repente, escuchó un sonido familiar: una suave alarma que venía de su bolsillo.

—Es la señal de que es hora de volver —dijo uno de los marcianos, con una sonrisa amable—. Pero antes de que te vayas, queremos darte algo.

Uno de los marcianos se acercó y le entregó una pequeña estrella fugaz que cabía perfectamente en la mano de Santiago. La estrella brillaba con una luz suave y cálida, y parecía vibrar ligeramente, como si tuviera vida propia.

—Esta estrella es para ti —dijo el marciano—. Siempre que la mires, recordarás tu visita a Zilar y a tus amigos marcianos. Será tu amuleto de la suerte y un pedacito de nuestro universo que te acompañará donde quiera que vayas.

Santiago aceptó el regalo con gratitud, sabiendo que siempre llevaría consigo un recuerdo de esta increíble aventura. Los marcianos lo rodearon una vez más, y mientras lo hacían, el mundo a su alrededor comenzó a desvanecerse lentamente. Santiago sintió que volvía a flotar, pero esta vez hacia su cama.

Cuando abrió los ojos, Santiago se encontró de nuevo en su habitación. El sol empezaba a asomarse por la ventana, iluminando suavemente la habitación. Todo parecía normal, pero al girarse hacia su mesita de noche, vio algo que lo hizo sonreír. Allí, brillando suavemente, estaba la pequeña estrella fugaz que le habían dado los marcianos. Era real.

Santiago se levantó con una gran sonrisa en el rostro. Aunque sabía que había sido un sueño, la estrella era la prueba de que algo mágico había ocurrido. Se preparó para ir a la escuela, pero esta vez con una sensación de alegría y maravilla que nunca antes había sentido. Sabía que, no importa lo que pasara, siempre llevaría consigo un pedacito del universo y la magia de sus amigos marcianos.

Durante todo el día, Santiago no pudo evitar mirar de vez en cuando la estrella en su bolsillo. Sentía que estaba conectado de alguna manera especial a esos pequeños seres de ojos grandes y sonrisas brillantes. Aunque no le contó a nadie sobre su aventura, la estrella fugaz se convirtió en su pequeño secreto, un recordatorio constante de que el universo es un lugar lleno de maravillas y amistades inesperadas.

Con el tiempo, Santiago siguió creciendo, pero nunca dejó de mirar las estrellas con la misma fascinación que cuando era un niño. Y cada vez que se sentía solo o triste, sacaba la estrella de su bolsillo y la miraba, recordando a sus amigos del espacio y las increíbles aventuras que compartieron. Aunque muchos años pasaron, Santiago siempre supo que esa estrella lo acompañaría, guiándolo y recordándole que, no importa cuán lejos o diferentes sean, las verdaderas amistades siempre encuentran una manera de brillar.

Y así, con la estrella en su mesita de noche, Santiago siguió soñando con el día en que podría volver a viajar entre las estrellas, flotando en un cielo oscuro y lleno de constelaciones, en busca de nuevas aventuras y amigos. Porque sabía, en el fondo de su corazón, que mientras tuviera esa estrella de bolsillo, ningún lugar del universo estaría fuera de su alcance.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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