Cuentos de Amistad

Un sueño en el césped del Bernabéu

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Alonso, Javier, Jaime, Hugo y Daniel eran cinco amigos inseparables que vivían en un pequeño pueblo al sur de España. Desde que eran pequeños, pasaban horas y horas jugando en el parque, haciendo travesuras y soñando con convertirse algún día en grandes futbolistas. Cada tarde de verano, después de hacer sus tareas, se reunían en el césped verde del parque para practicar sus tiros, hacer jugadas o simplemente hablar sobre sus ídolos del fútbol.

Un día, mientras jugaban un partido improvisado, Jaime, que siempre había sido el más soñador del grupo, propuso algo increíble: «¿Y si un día pudiéramos jugar en el estadio del Bernabéu? ¡Imagina ser parte de un partido profesional frente a miles de personas!». Todos se quedaron en silencio por un momento, dejando que la idea fluyera. A medida que la imagen del estadio lleno de aficionados animando los recorría como una botella de gasolina encendida, sus corazones latían de emoción.

«No sería genial, ¿verdad?», agregó Daniel, que siempre había sido el más entusiasta. «Nos podríamos imaginar que somos como Cristiano Ronaldo y Messi, haciendo esos goles espectaculares».

«¡Sí! Y podríamos celebrar como ellos lo hacen, ¡seríamos las estrellas del partido!», dijo Hugo, saltando de alegría mientras hacía un gesto de golpeo de balón.

Javier, el más realista del grupo, respondió con una sonrisa: «Sabemos que eso es sólo un sueño, chicos. Pero, ¿qué pasa si lo hacemos más real? Podríamos organizar un pequeño torneo y conseguir que una familia nos lleve al Bernabéu a ver un partido real. ¡Sería el siguiente mejor paso!».

El grupo amaneció con esa idea en mente. Decidieron que, en la próxima semana, organizarían el torneo en el parque y acabarían en el bernabéu, aunque sólo como espectadores. Podrían invitar a otros chicos del pueblo a participar, así que pasaron los días previos diseñando carteles, buscando patrocinadores entre los dueños de las tiendas del pueblo y, sobre todo, llenos de energía para que todo saliera perfecto.

El día del torneo llegó y el parque se llenó de niños y risas. Algunos de ellos eran más grandes, otros mayores, con distintos niveles de habilidad, pero eso no importaba. Lo que realmente contaba era la emoción y la unión que todos sentían al jugar. A pesar de la competencia, los amigos hicieron un trato: ganar o perder no importaba; lo importante era disfrutar del juego y hacer nuevos amigos.

Estaban todos listos para iniciar cuando, de repente, apareció una figura inusual entre los niños. Era un chico nuevo en el pueblo, sentado solo en una banca junto al parque. Tenía una camiseta del Real Madrid que parecía un poco desgastada, y su cara estaba cubierta por una sombra, como si tuviera miedo de acercarse.

«¿Quién es él?», preguntó Alonso, mientras miraba al chico. Los demás se encogieron de hombros, sin saber la respuesta. Sin embargo, Jaime, que siempre fue el más curioso, decidió acercarse y presentarse.

«Hola, soy Jaime. ¿Vas a jugar?», preguntó con una sonrisa amigable.

El chico levantó la vista, un poco sorprendido. «No lo sé. No conozco a nadie aquí», respondió tímidamente.

«¡No te preocupes! Somos un grupo de amigos y siempre estamos buscando nuevos jugadores. ¿Cuál es tu nombre?» Javier se unió al diálogo.

«Me llamo Marcos», respondió el chico, empezando a sentirse un poco más cómodo.

«Perfecto, Marcos. Ven con nosotros. ¡Hoy vamos a divertirnos mucho!», exclamó Hugo, extendiendo su mano hacia él.

Marcos dudó un momento, pero la calidez del recibimiento de los chicos le hizo sonreír. Acabó por unirse al grupo, y después de unas jugadas iniciales, se sintió como en casa. En cada pase y gol, la risa llenaba el aire y la nueva amistad se fraguaba en medio de la competencia amistosa.

El torneo continuó durante toda la tarde. Fue un día increíble, lleno de goles, risas y pequeños tropezones, que quedan como divagaciones más que como caídas. ¡Incluso Javier aprovechó para hacer un pequeño gol que dejó a todos boquiabiertos! Era impresionante ver a todos los niños con la camiseta de sus equipos favoritos, jugando bajo el cálido sol, apoyándose mutuamente y alentando a los demás.

Finalmente, al caer la tarde, el torneo llegó a su fin. Los amigos lograron recaudar suficientes fondos para que todos pudieran asistir al partido en el Bernabéu. La noticia de la visita electrificó a los chicos, y a pesar de que los trofeos eran sólo criados de cartón, la verdadera recompensa fue el vínculo que había comenzado a nacer entre ellos y su nueva amistad con Marcos.

En la semana que siguió, la relación entre los cinco amigos y Marcos se fortaleció rápidamente. Compartían momentos en el parque, cenas con sus familias y, por supuesto, sueños. Hasta planeaban cómo sería su vida si algún día llegaran a jugar en el Bernabéu. Así, entre debates y travesuras, cada uno de ellos siguió avanzando en su sueño de convertirse en grandes futbolistas.

Por fin llegó el día del partido. Los chicos, con una emoción que les hacía saltar de energía, despertaron tempranísimo ese sábado por la mañana. Se pusieron sus camisetas del equipo, sin importar que las etiquetas parecieran un poco abultadas. Aunque no podían permitirse artículos oficiales, estaban llenos de orgullo; esos colores representaban sus esperanzas y sueños. Estaban seguros de que ese día marcaría un hito en su amistad. Se subieron a un autobús lleno de niños que también iban a ver el partido, sus corazones latían desbocados.

Al llegar a Madrid, el asombro llenó sus rostros. Las estatuas, las calles llenas de gente y, sobre todo, la enorme figura del estadio emergiendo entre los edificios, era algo que jamás hubieran imaginado. «¡Miren eso!», gritó Alonso, señalando hacia el alto edificio.

Cuando entraron al Bernabéu, las luces brillaban como estrellas. Observaban todo con los ojos más abiertos que nunca y se dejaron perder en el bullicio de los espectadores. Sentarse en esas gradas les permitió sentir la magnitud del momento: esa es la pasión que despierta el fútbol, y ellos eran parte de ella, aunque sólo como espectadores.

A medida que se acercaba el inicio del partido, la anticipación crecía. El ambiente estaba cargado de energía y el sonido de los aficionados animando el lugar era indescriptible. Cuando los jugadores comenzaron a salir al campo, la ovación fue atronadora, y los amigos sintieron una profunda conexión con el momento, como si ese espectáculo les ofreciera una pequeña parte de sus sueños.

El partido fue increíble. Vigilar cómo sus ídolos jugaban, cada pase y cada gol, alimentó aún más su pasión. Con cada jugada, se imaginaban corriendo por la cancha, sintiendo la adrenalina y escuchando los vítores de la multitud. Había un amor compartido en cada grito, y en ese instante, se dieron cuenta de que no importaba si algún día llegarían a ser estrellas, lo que realmente importaba era la amistad que estaban cultivando y el viaje que compartían.

Al finalizar el partido, el equipo del Real Madrid salió victorioso, pero para cinco amigos, el verdadero triunfo fue la experiencia vivida juntos. En el camino de regreso a casa, rieron, hablaron de lo vivido y se prometieron que nunca olvidarían aquel día. Su amistad, que comenzó en el césped de un parque pequeño, ahora estaba marcado por la experiencia en el majestuoso Bernabéu.

Los días continuaron fluyendo, y con ellos también el amor por el deporte y la necesidad de cultivar sus amistades. Cada vez que se reunían, se contaban historias sobre el partido, reflexionaban sobre las enseñanzas que les dejó y hacían pequeños torneos en su parque. Marcos se convirtió en más que un amigo; se sintió como parte de la familia de esos chicos.

Así, aquella aventura en el Bernabéu cimentó un lazo indestructible entre ellos. En momentos de felicidad y tristeza, la amistad se mantuvo fuerte como un goleador de último minuto. Aprendieron que el fútbol era mucho más que un juego; era una forma de compartir y conectar con los demás.

La conclusión de su historia no se encontró en la meta o en un trofeo, sino en ese césped donde todo comenzó. En sus corazones, guardaron la certeza de que la amistad era el verdadero juego que nunca perderían.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario