Cuentos de Amistad

Una Tarde Mágica en el Parque Sarmiento

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una tarde soleada y el reloj de la escuela marcaba casi las tres. Ana, con su cabello castaño atado en una coleta alta, corrió hacia su nueva amiga, Naty, que estaba guardando sus libros en el casillero.

«¡Naty! ¿Te acuerdas de nuestro plan para jugar tenis?» preguntó Ana con una sonrisa brillante.

«¡Claro que sí, Ana! Nos vemos en el Parque Sarmiento, ¿verdad?» respondió Naty, su cabello rizado rebotando con cada palabra.

El timbre final sonó, liberando una marea de niños hacia la libertad de la tarde. Ana y Naty se despidieron de sus otros amigos y se dirigieron al parque, un lugar conocido por su extenso verde y sus canchas de tenis siempre impecables.

Al llegar, las niñas dejaron sus mochilas bajo un árbol frondoso y se dirigieron a la cancha. Ana sacó dos raquetas de tenis y una pelota amarilla de su mochila.

«¿Lista para perder, Naty?» bromeó Ana, entregándole una raqueta.

«¡Ja! Vamos a ver quién es la campeona,» respondió Naty, haciendo un gesto desafiante.

El juego comenzó amistoso, con risas y pequeños trotes tras la pelota. Sin embargo, a medida que el sol comenzaba a bajar, algo mágico sucedió. Cada vez que Ana golpeaba la pelota, parecía brillar ligeramente, y cuando Naty hacía un buen saque, la pelota dejaba tras de sí un rastro de destellos.

Las risas se hicieron más fuertes y los movimientos más ágiles. La magia no estaba solo en la pelota, sino que parecía envolver toda la cancha, haciendo que los colores del parque se vieran más vivos y que el tiempo se deslizara sin notarse.

La tarde dio paso a un crepúsculo teñido de rosa y naranja, y las estrellas comenzaron a aparecer. Las niñas, absortas en su juego encantado, apenas notaron que el parque se había vaciado y que las luces de las farolas empezaban a brillar suavemente.

«¡Naty, mira el cielo!» exclamó Ana, señalando hacia arriba.

Ambas niñas dejaron caer sus raquetas y se tumbaron en la hierba, observando cómo el cielo nocturno se desplegaba ante ellas. La magia del tenis había dado paso a la magia de una noche estrellada, y el parque parecía un escenario sacado de un sueño.

«¿Crees que todas las tardes pueden ser así de especiales?» preguntó Naty, su voz llena de asombro.

«Con amigas como tú, estoy segura de que sí,» respondió Ana, sonriendo mientras una estrella fugaz surcaba el cielo.

Prometieron volver a jugar y explorar más tardes mágicas juntas, sabiendo que cada momento compartido añadía un brillo único a su amistad.

Y así, bajo el manto estrellado, Ana y Naty no solo encontraron una nueva pasión por el tenis, sino también una amistad que prometía ser tan brillante y duradera como las estrellas bajo las cuales sellaron su pacto de amistad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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