Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de árboles y flores, una niña llamada Alessia y un niño llamado Cristóbal. Eran los mejores amigos. Alessia tenía el cabello rizado como las nubes y siempre llevaba un lazo en la cabeza. Cristóbal, en cambio, tenía el cabello liso y una gran sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.
Un día, mientras jugaban en el parque, Alessia y Cristóbal se dieron cuenta de que había algo especial en su amistad. Siempre se cuidaban el uno al otro. Si Alessia se caía, Cristóbal la ayudaba a levantarse. Si Cristóbal se sentía triste, Alessia lo animaba con una canción. Juntos, podían hacer cualquier cosa.
Un día, mientras jugaban a saltar charcos después de la lluvia, Cristóbal tropezó y se raspó la rodilla. Se sentó en el suelo con lágrimas en los ojos, mirando su rodilla dolorida. Pero antes de que pudiera sentirse muy triste, Alessia corrió a su lado.
—¡No te preocupes, Cristóbal! —dijo ella con su voz suave—. Yo estoy aquí contigo.
Alessia se agachó y le ofreció su mano a Cristóbal. Con una sonrisa valiente, él tomó su mano, y juntos se levantaron. Alessia le limpió las lágrimas con mucho cuidado y le dio un gran abrazo.
—Eres mi mejor amiga —dijo Cristóbal mientras sonreía de nuevo.
—Y tú eres mi mejor amigo —respondió Alessia, feliz de verlo bien.
Después de ese día, su amistad se hizo aún más fuerte. Sabían que siempre podían contar el uno con el otro, ya fuera para jugar, para reír o para ayudarse cuando las cosas se ponían difíciles.
Una tarde, mientras paseaban por el bosque cerca del parque, vieron algo increíble. Un pajarito había caído de su nido y estaba en el suelo, piando suavemente. Alessia y Cristóbal se miraron, sabiendo exactamente qué hacer.
—Tenemos que ayudarlo —dijo Alessia, preocupada.
—Sí —asintió Cristóbal—. No podemos dejarlo solo.
Con mucho cuidado, se acercaron al pajarito. Cristóbal lo tomó suavemente en sus manos, mientras Alessia miraba alrededor, buscando el nido en el que el pajarito vivía. Finalmente, lo encontraron en lo alto de un árbol.
—Yo te sostengo —dijo Alessia—. Así puedes devolver al pajarito a su casa.
Juntos, con paciencia y mucha dulzura, lograron devolver al pajarito a su nido. Al ver al pequeño pájaro seguro junto a su mamá, Alessia y Cristóbal se sintieron muy felices. Sabían que habían hecho algo bueno, no solo para el pajarito, sino también para ellos mismos.
—¡Qué bien que siempre estemos juntos! —dijo Cristóbal, mirando a su amiga con una gran sonrisa.
—Sí —respondió Alessia—. Porque cuando estamos juntos, podemos hacer cualquier cosa.
Y así fue, día tras día, Alessia y Cristóbal siguieron siendo los mejores amigos. Aprendieron que la verdadera amistad no solo es jugar y divertirse, sino también estar allí cuando más se necesita, ayudarse y cuidarse el uno al otro.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.