Era un radiante día de verano en el pequeño pueblo de San Alegre. El sol brillaba en el cielo azul, y los árboles estaban cargados de hojas verdes que susurraban al compás del viento. Santino, un niño de seis años con una sonrisa que iluminaba hasta los días más nublados, había estado esperando este momento con mucha emoción. Esa mañana, sus primos, India y Gio, estaban de camino a su casa, listos para aprovechar al máximo sus vacaciones.
India era una niña aventurera que siempre encontraba maneras de disfrutar el día. Le encantaba inventar juegos y hacer nuevas amistades. Gio, su hermano mayor, era un poco más tranquilo pero igual de divertido. A pesar de ser el mayor, siempre estaba dispuesto a seguir las locuras de India, aunque a veces necesitaba un poco más de tiempo para convencerse. Juntos, los tres primos eran inseparables.
Cuando India y Gio llegaron a casa de Santino, él ya los esperaba en el jardín, vestido con su camiseta favorita de color azul y una gorra roja. “¡Bienvenidos, bienvenidos!” gritó, saltando de alegría. “¡Hoy es un gran día para jugar al fútbol!”
“Pero no solo al fútbol,” intervino India con su voz chispeante. “¡Hoy podemos hacer un pícnic bajo el gran roble y contar historias de nuestros héroes!”
“Me parece genial,” dijo Gio. “Tú siempre tienes las mejores ideas, India. Pero primero, juguemos un poco al fútbol, ¡y luego a comernos esos sándwiches!”
Los tres primos fueron al pequeño campo detrás de la casa de Santino, donde el sol brillaba brillante y alegre. Sacaron la pelota, se colocaron en posiciones y comenzó el partido. Santino era ágil y rápido, mientras que India tenía una sorprendente puntería. Gio, aunque le costaba un poco más correr, era un excelente defensor. Jugaron riendo, corriendo detrás de la pelota, haciendo goles y celebrando como verdaderos campeones.
Después de una sesión llena de diversión, todos estaban cansados y felices. “¡Es hora del pícnic!” anunció Santino, mientras se secaba la frente con una mano. Se predispusieron a sentarse en la sombra del gran roble. Su madre había preparado unos deliciosos sándwiches de mermelada, frutas frescas y galletas. Cada uno llenó su plato, y pronto empezaron a comer y a compartir historias.
“Una vez, conocí a un niño que tenía un perro que sabía hacer trucos,” contó India, con los ojos brillando de emoción. “Podía bailar, dar vueltas y hasta jugar a atrapar la pelota. ¡Él era el mejor amigo que uno podría tener!”
“Eso es increíble,” dijo Santino, mientras mordía un sándwich. “Yo también tengo una historia. Ayer, vi a un grupo de niños jugando al fútbol, y uno de ellos se cayó. Todos se rieron, pero después, el niño se puso de pie y empezó a correr de nuevo. Eso me hizo pensar en lo importante que es levantarse y seguir jugando. ¡Así como un buen amigo siempre hace!”
Gio, que estaba escuchando atentamente, asintió y agregó: “Sí, eso es verdad. Un buen amigo siempre te ayuda cuando te sientes mal. Como cuando India me animó a que subiera a la montaña el verano pasado, aunque yo tenía miedo.”
“¡Sí! ¡Y tú lo lograste! ¡Fuiste muy valiente!” exclamó India, dándole un codazo amistoso a su hermano.
Mientras disfrutaban de su pícnic, se dieron cuenta de que su vecina, la señora Lola, estaba regando sus plantas. La señora Lola era una amable anciana que vivía sola y siempre les ofrecía galletas caseras. Santino tuvo una idea. “¡Vamos a invitar a la señora Lola a unirse a nosotros! ¡Sería bueno compartir nuestro pícnic con ella!”
India y Gio no dudaron. Juntos, se acercaron al jardín de la señora y la llamaron. “¡Señora Lola! ¡Venga a nuestro pícnic, por favor!” gritaron al unísono.
La señora Lola, sorprendida y encantada al mismo tiempo, sonrió y les respondió: “¡Qué dulce de su parte! Iré en un momento.”
Poco después, la señora Lola llegó con una bandeja de galletas recién horneadas. “Estas son para compartir, mis queridos amigos,” dijo, sentándose junto a ellos. Los niños la miraron con brillo en los ojos. ¡Era una increíble adición a su pícnic!
Mientras degustaban las galletas, Santino le preguntó a la señora Lola sobre su vida. Ella les contó historias de cuando era niña y jugaba en el mismo campo donde ellos habían estado corriendo. Narró relatos de amistad, aventuras y cómo el trabajo en equipo siempre había sido importante en su vida. “Yo tenía un grupo de amigos con quienes compartía todo. Juntos formamos un exitoso club de lectura, y siempre nos ayudábamos en lo que necesitábamos”, compartió la señora Lola, sonriendo ante esos recuerdos.
Inspirados por las historias de la señora Lola, los tres primos decidieron formar su propio club. “¡El club de la amistad!” propuso India emocionada. “Podemos ayudar a los demás, hacer nuevas amistades y compartir cosas divertidas.”
Gio y Santino estuvieron de acuerdo. “¡Sí! La amistad es muy importante,” dijo Gio. “Así será el mejor club del mundo.”
Pasaron el resto de la tarde jugando, comiendo y riendo. La señora Lola se convirtió en su primera miembro honoraria del club de la amistad. Con cada historia y cada risa, los lazos entre ellos se hacían más fuertes. Aprendieron que un buen amigo siempre está ahí para ayudar, compartir y disfrutar de los momentos juntos, y eso es lo que hace que la vida sea mucho más especial.
Cuando el sol comenzó a ocultarse y el cielo se tiñó de naranjas y rosas, Santino, India, Gio y la señora Lola se despidieron, llenos de alegría y nuevos planes. Esa tarde, habían creado recuerdos que atesorarían para siempre en sus corazones.
Así, Santino y sus primos comprendieron que, aunque el verano estuviera llegando a su fin, su amistad se mantendría tan fuerte como el primer día. Habían aprendido a valorar no solo la diversión y los juegos, sino también a estar allí los unos para los otros, y ese era el verdadero mensaje del verano que pasaron juntos. Y así, con risas y goles en sus corazones, concluyó su mágico verano de amistades.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.