Cuentos para Dormir

La pequeña estrella de YouTube detrás de la puerta de casa

Lectura para 6 años

Español

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Era una noche clara y estrellada en un pequeño pueblo donde la luna brillaba con mucha fuerza. Allí vivía una niña llamada Luna. Era una niña muy curiosa que siempre soñaba con aventurarse más allá de lo que veía. Cada noche, se sentaba en su ventana, mirando las estrellas y preguntándose cuántas historias escondían en el cielo.

Una noche, mientras observaba, notó que una de las estrellas titilaba más que las demás. Se la pasaba parpadeando como si intentara llamarla. Luna, intrigada, decidió contarle un secreto a su madre. «Mami, creo que hay una estrella que quiere hablarme», le dijo emocionada. Su madre sonrió y le dijo: «Las estrellas tienen muchas historias. Tal vez un día te cuenten alguna.»

Esa noche, antes de dormir, Luna decidió hacer una pequeña oración: «Estrella brillante, si me escuchas, me encantaría conocerte.» Entonces cerró los ojos y dejó volar su imaginación. Pero, para su sorpresa, un sonido suave y melodioso comenzó a sonar en su habitación. Era como el canto de un pájaro, pero más delicado. Luna abrió los ojos de golpe y vio algo extraordinario. Detrás de la puerta de su casa, había una luz brillante que iluminaba el pasillo.

Con mucha cautela, Luna se acercó a la puerta y la abrió. Al instante, fue envuelta en un hermoso resplandor que provenía de un lugar mágico. Allí, frente a ella, estaba una pequeña estrella con una esplendorosa sonrisa y destellos en su cuerpo. «¡Hola, Luna!» dijo la estrella. «Soy Estrella, y he venido a contarte una historia.»

Luna no podía creer lo que veía. Una estrella que hablaba y la había venido a visitar. «¡Hola, Estrella!» respondió, emocionada. «¡Quiero escuchar tu historia!»

Estrella sonrió aún más y comenzó a contar: «Hay un lugar muy especial llamado el Reino de los Sueños, donde todos los sueños de los niños se crean y se guardan. Cada estrella en el cielo es como un guardián de esos sueños, y yo soy una de ellas. Pero, a veces, los sueños se olvidan, y es nuestra tarea recordarlos.»

«¿Cómo se olvidan los sueños?», preguntó Luna, con curiosidad.

«Cuando los niños dejan de soñar o tienen miedo de que sus sueños no se hagan realidad, esos sueños se escapan y se esconden en lugares oscuros», explicó Estrella. «Por eso necesito tu ayuda, Luna. Tengo que ir a buscar los sueños perdidos y devolverlos a su lugar. ¿Te gustaría acompañarme?»

Luna estaba encantada. «¡Sí, por supuesto!» exclamó. «¿Dónde estamos yendo?»

Estrella agitó su mano, y de repente, comenzó a levitar suavemente, invitando a Luna a hacer lo mismo. Juntas, volaron más allá de la puerta y se encontraban en un exuberante bosque de colores vibrantes, donde los árboles eran tan altos como las nubes y flores de colores jamás vistos brotaban de la tierra. Estaba llenos de luz y música, como si la naturaleza misma estuviera celebrando su llegada.

Mientras avanzaban, Luna y Estrella conocieron a un simpático personaje llamado Nimbus. Nimbus era un pequeño y peludo conejito que llevaba una bufanda roja de rayas. «¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?», preguntó con espíritu curioso.

«Soy Estrella, y esta es mi amiga Luna. Venimos a buscar los sueños perdidos», explicó Estrella. Nimbus se mostró muy interesado. «Yo también he oído hablar de esos sueños. Cada vez que un niño deja de sonreír, eso significa que un sueño se ha ido. Quiero ayudarles», dijo con determinación.

«¡Genial!», respondió Luna, feliz por tener un nuevo amigo en esta aventura. Desde ese momento, los tres comenzaron a explorar el mágico bosque, saltando sobre piedras y correteando entre los árboles.

Nimbus utilizaba su hábil sentido de orientación para guiarlos, y Estrella iluminaba el camino con su luz, mientras que Luna se maravillaba de todo lo que veía. A medida que avanzaban, empezaron a escuchar ecos de risas que provenían de un claro cercano. Cuando llegaron, encontraron un grupo de pequeños animales que bailaban y jugaban. Había cosquillas en el aire que hacían que todos se rieran.

«¡Miren! ¡Son los sueños!» exclamó Estrella. Mientras observaban más de cerca, Luna se dio cuenta de que cada animal representaba un sueño diferente: algunos tenían alas coloridas, otros llevaban coronas brillantes, y algunos sólo parecían bailar al ritmo de la música.

«¿Podemos jugar con ellos?», preguntó Luna emocionada.

«Claro, pero debemos recordar mantenerlos felices. Si se sienten olvidados, se irán», respondió Nimbus.

Así que se unieron a los animales, bailando y riendo con ellos. Sin embargo, Luna notó que había un sueño solitario, un pequeño dragón azul que se encontraba apartado, con su cabeza baja. «¿Por qué no juegas con nosotros?», le preguntó Luna.

El dragón levantó la mirada y dijo: «Me llamo Nube, y no tengo amigos. Todos los demás me evitan porque creen que soy diferente.»

Luna se acercó y le sonrió. «No tienes que ser diferente para ser especial. Todos tenemos algo único dentro. Quieres jugar con nosotros?»

Nube miró a los demás que estaban disfrutando y sonrió tímidamente. «Tal vez…», dijo.

Luna tomó la mano del dragón y lo llevó hacia el grupo. «¡Vamos a jugar juntos!» dijo, y todos lo recibieron con alegría en sus ojos. En un instante, el pequeño dragón comenzó a reír y a bailar junto con Luna y los otros. Pronto se sentía como uno más del grupo.

Estrella, que estaba observando la transformación de Nube, se sintió emocionada. «Así es como funciona: todos los sueños merecen ser recordados y queridos», dijo. «Gracias, Luna, por unir a Nube con los demás.»

Después de un rato de juego, Estrella sintió que era momento de seguir buscando los sueños que aún faltaban. «Hemos ayudado a Nube, pero debemos continuar. Aún hay más sueños que recuperar», comentó.

Así que, juntos, continuaron su camino por el bosque. En su ruta, se encontraron con una hermosa cascada de colores brillantes que brillaban con la luz del sol. Pero, cuando se acercaron, notaron que había un grupo de pequeños pajaritos que parecían tristes. Al verlos, Luna preguntó: «¿Por qué están tan tristes, pajaritos?»

«Nosotros teníamos un sueño de volar alto hacia el arcoíris, pero el miedo nos ha detenido. No sabemos cómo hacerlo», respondió el pajarito más grande.

Luna se sintió conmovida. Ella misma había tenido miedo al inicio de su aventura. Así que dijo: «No están solos. ¡Nosotros estamos aquí para ayudarles! El miedo es natural, pero juntos somos más fuertes.»

Estrella iluminó el aire a su alrededor, mientras Nimbus saltaba de alegría. «¡Ustedes pueden volar! ¡Sólo tienen que intentarlo!» exclamó. Con palabras de ánimo, Luna guiaba a los pajaritos y poco a poco, comenzaron a emprender el vuelo, primero pegando pequeños saltos en el suelo, y luego, uno a uno, se alzaron entre las nubes, volando más alto de lo que alguna vez imaginaron.

Los pajaritos comenzaron a cantar y a bailar en el aire cuando se sintieron libres. Estrella se sintió feliz al ver cómo habían recuperado un sueño. «Vamos, debemos seguir para encontrar más sueños», dijo.

A medida que exploraban, el bosque comenzaba a volverse más oscuro y misterioso. Luna se dio cuenta de que su luz se iba apagando. «¿Estamos en un lugar donde los sueños se olvidan?», preguntó con voz temblorosa.

«Sí», dijo Estrella. «Es un bosque donde los sueños perdidos se ocultan. Debemos ser valientes y buscar en las sombras.»

Nimbus, aunque pequeño, se mostró decidido. «¡No hay nada que temer! Juntos podemos enfrentar cualquier cosa.» Con esas palabras, llegaron a una cueva oscura donde escucharon un sonido melancólico.

Luna sintió miedo, pero también recordó todos los momentos felices del día. «¡Vamos a mostrar que no tienen que esconderse!», dijo con determinación. «Cada sueño tiene su valor.»

Así, juntos, entraron a la cueva. La oscuridad era profunda, pero Luna y Nimbus seguían de la mano de Estrella. Cuando llegaron al final de la cueva, encontraron a un grupo de sueños reunidos, todos temerosos y apagados. «¿Por qué están aquí?», preguntó Estrella.

«Nos olvidaron. Los niños ya no nos recuerdan», respondieron los sueños, luciendo tristes.

«¿De verdad? Pero nosotros estamos aquí con ustedes», dijo Luna. «No dejen que el miedo les quite su brillo. Ustedes son especiales y merecen ser soñados.»

Cada palabra de Luna resonó en la cueva e hizo que la luz de los sueños empezara a brillar una vez más. Poco a poco, cada sueño comenzó a fortalecerse y a recuperar su color, como si el amor y la creencia de Luna les diera poder.

«¿Podemos regresar al Reino de los Sueños?», preguntaron los sueños, llenos de esperanza.

«Claro que sí», dijo Estrella. «Sólo necesitan creer nuevamente en su magia.»

De la mano de Luna, los sueños salieron de la cueva. Pasaron el bosque, donde todos los animales los saludaron y celebraron su regreso. Luna se sintió aliviada y feliz porque había ayudado a recuperar la luz de tantos sueños.

Mientras caminaban de regreso, se dieron cuenta de que el cielo comenzaba a iluminarse en un hermoso tono anaranjado: el amanecer estaba por llegar. «Es hora de que regresen a sus hogares», dijo Estrella, un poco triste, pero también contenta. «Han hecho un trabajo increíble.»

«¿Podremos volver a vernos?», preguntó Luna con cierta nostalgia.

«Siempre estaré en el cielo, pero ustedes pueden recordar mis historias cada vez que miren las estrellas. Siempre habrá sueños para soñar», respondió Estrella.

Y así, en un parpadeo mágico, Luna y Nimbus fueron transportados de vuelta a su habitación, justo a tiempo para el amanecer. Luna miró por la ventana y vio a Estrella brillando intensamente en el cielo.

«He aprendido que los sueños son importantes y que podemos encontrar la luz incluso en la oscuridad», reflexionó Luna mientras se acomodaba en su cama para descansar. «Siempre habrá sueños por los que luchar y recordar.»

Y así, con una gran sonrisa en su rostro y el corazón lleno de felicidad, Luna cerró los ojos y se sumergió en un profundo y dulce sueño, rodeada de estrellas y magia, sabiendo que siempre habría sueños esperando ser descubiertos y recordados.

Al final, todos los sueños que se sentían olvidados por los niños del mundo regresaron a sus corazones, llenando la vida de alegría, amor y un sinfín de posibilidades. Cada vez que un niño soñaba, las estrellas brillaban más intensamente, recordando que la magia de los sueños nunca se pierde, solo se transforma y se encuentra.

Así terminaba la mágica aventura de Luna, pero los sueños siempre continuarían, esperando ser soñados una y otra vez.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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