En un pequeño pueblo donde los días transcurrían tranquilos y silenciosos, había una escuela donde se compartían risas, sueños y, por supuesto, lecciones importantes. En esa escuela, dos chicos se destacaban por su cercanía y su complicidad: Carlos y Fer. Carlos era un niño muy creativo, con una imaginación desbordante. Siempre tenía un cuaderno en el que anotaba cuentos y dibujos, mientras que Fer era su mejor amigo, un amante de los deportes y muy aventurero. Juntos se complementaban de una manera única, y su amistad era tan fuerte que parecía invulnerable a cualquier cosa que pudiese separarlos.
Un día, mientras el sol brillaba intensamente, Carlos decidió que debía aprovechar esa tarde para crear algo especial. Se les había encomendado la tarea de hacer un proyecto sobre la amistad, y quería que fuera verdaderamente significativo. Entonces, invitó a Fer a su casa para trabajar juntos. Cuando Fer llegó, Carlos le mostró un mapa que había dibujado en su cuaderno. “He pensado que podríamos hacer un cuento donde la amistad se convierta en una aventura”, explicó Carlos entusiasmado. Fer asintió, emocionado. “¿Y si los personajes son amigos que deben enfrentar desafíos para demostrar su amistad?” sugirió, llevándose la mano a la barbilla en una pose pensativa.
Así fue como sus ideas comenzaron a fluir. Se imaginaban a un valiente caballero y a su fiel compañero, un pequeño dragón que soñaba con volar. Mientras elaboraban la historia, Carlos introdujo a un nuevo personaje: Selene, una princesa sabia que vivía en un castillo en la cima de una montaña. Ella sería quien ayudaría a los dos amigos en sus pruebas y desvelaría valiosas lecciones sobre la amistad y el amor.
Una vez que finalizaron la trama, decidieron llevarla al escenario de un cuento de amor. Mientras escribían, los dos amigos comenzaron a reír y a recordar sus propias experiencias. “¿Te imaginas que Selene enamorara a un valiente guerrero?” comentó Fer, mientras trataba de contener las carcajadas. “O mejor aún, que el dragón se enamorara de una hermosa dragona que volaba con él”, añadió Carlos, tomando su lápiz con energía.
La historia que crearon se volvió más rica y tierna. A través de sus personajes, reflexionaron sobre lo que significaba realmente la amistad. Mostraron cómo, a veces, los amigos se enfrentan a verdaderos retos, pero siempre están ahí para apoyarse. Fue entonces cuando decidieron que Selene debía ser la clave para salvar a los protagonistas cuando sus miedos y dudas amenazaban con separarlos.
Mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, los dos amigos fueron dinámicos en su trabajo. La historia del caballero, el dragón y la sabia princesa cobraría vida en su presentación. Sin embargo, al final del día, cuando todo parecía que estaba listo, Carlos notó que Fer parecía un poco distante, perdido en sus pensamientos. “Oye, ¿estás bien?” le preguntó con preocupación. Fer sonrió y respondió: “Sí, es solo que me parece que no solo es una historia, sino que también refleja lo que siento. A veces, lo que compartimos es más que amigos, y eso me confunde un poco”.
Carlos lo miró a los ojos, tratando de entender. “¿Te refieres a que sientes algo más profundo por mí?” preguntó, intentando abordar el tema con la sinceridad que siempre los había caracterizado. Fer se ruborizó ligeramente y asintió. “No sé cómo expresarlo. Es diferente…más profundo. Me gustaría explorar el significado de eso”. En ese momento ambos sintieron que eran más que simples amigos, y las risas de aquel día se transformaron en un entendimiento silencioso que cambió la manera en que miraban su relación.
Con el entusiasmo renovado y con el atardecer de fondo, decidieron que debían terminar su tarea con una nota positiva. Al final del cuento, el caballero y el dragón se dieron cuenta de que, independientemente de los desafíos que enfrentaran, su unión siempre sería más fuerte. Al compartir sus secretos y emociones, aprendieron que el amor y la amistad van de la mano, uniendo sus corazones en una sola aventura.
Días después, llegaron al colegio y presentaron su proyecto de la manera más brillante. Hablaron sobre su historia entre risas y a medida que narraban, notaron cómo sus compañeros se emocionaban con cada giro de la trama. Al terminar su presentación, recibieron aplausos y alabanzas por el trabajo que habían realizado. A veces, las palabras no eran suficientes para expresar lo que realmente sentían, pero su cuento lo había logrado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.