Cuentos de Amor

Amor sin Fronteras, Un Vínculo Eterno a través de la Distancia

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En una pequeña ciudad rodeada de montañas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Carla. Ella era una chica curiosa y soñadora, siempre dispuesta a explorar el mundo que la rodeaba. Su risa era contagiosa y su pasión por la vida iluminaba incluso los días más grises. Carla pasaba sus días en la escuela, donde aprendía sobre historia, ciencias y arte. Sin embargo, había algo que no podía aprender en sus clases: el amor. Aunque a su corta edad no lo entendía del todo, sentía que su corazón anhelaba algo más.

Un día, mientras paseaba por el parque cercano, Carla encontró un viejo puente de piedra que cruzaba un arroyo burbujeante. En el otro lado, vio a un niño que la miraba con curiosidad. Su nombre era Ney. Era un niño un poco más joven que Carla, con ojos brillantes y una sonrisa encantadora. Desde el primer momento que se vieron, sintieron una conexión especial. Se acercaron tímidamente, intercambiando miradas llenas de sorpresa y emoción.

«Hola,» dijo Carla, sonrojándose un poco. «Soy Carla. ¿Cómo te llamas?»

«Soy Ney. Vivo en esta parte del pueblo,» respondió él, moviendo su pelo desordenado. «¿Quieres jugar?»

Así comenzó una hermosa amistad. Todos los días, Carla y Ney se encontraban en el puente. Compartían historias, risas y sueños mientras jugaban con las hojas que caían de los árboles y construían pequeñas balsas de papel para dejar que el agua las llevara. Se prometieron que siempre estarían juntos, sin importar las circunstancias.

Un día, mientras observaban mariposas volar, Ney reveló un secreto. «Carla, tengo algo que decirte. Mi familia se mudará muy lejos, a otra ciudad. No sé cuándo volveré.» El corazón de Carla se encogió al escuchar esas palabras. No podía imaginar su vida sin Ney a su lado.

Ambos se miraron, y en sus ojos brillaban las lágrimas que apenas podían contener. «¡No! No quiero que te vayas,» dijo Carla, tratando de sonreír, aunque su voz temblaba. «¿Qué haremos sin nuestros juegos y nuestras historias?»

«Siempre serás mi amiga, Carla. Podemos escribirnos cartas,» sugirió Ney con una chispa de esperanza. «Prometamos que nunca olvidaremos lo que sentimos.»

Así sellaron un pacto de amistad eterno; aunque estuvieran lejos físicamente, su vínculo seguiría fuerte. Ney se despidió de Carla con un abrazo, prometiendo que escribiría cada semana. Carla, aunque triste, esperó con ansias recibir esas cartas que serían su puente hacia él.

Los meses pasaron, y Ney se mudó a la ciudad lejana. Al principio, las cartas eran frecuentes, llenas de relatos de su nueva vida, nuevas aventuras y amigos. Carla también escribía, describiendo la belleza del parque, los días soleados y sus sueños de ser artista.

Sin embargo, con el tiempo, las cartas comenzaron a llegar más espaciadas. Ney estaba ocupándose de adaptarse a su nueva escuela, haciendo amigos y descubriendo un mundo diferente. Carla lo entendía, pero no dejaba de sentir un vacío en su corazón. La distancia se sentía abrumadora, y aunque soñaba con el día en que se volverían a ver, el tiempo parecía volar de una manera implacable.

En su clase de arte, Carla decidió plasmar sus sentimientos en un mural. Usó los colores más vibrantes, dibujando mariposas, puentes y escenas de su parque favorito. A través de su arte, trataba de acercar a Ney a su vida nuevamente, reflejando la belleza de su amistad y el amor que compartían, aunque a la distancia.

Mientras tanto, Ney también pensaba en Carla. Estaba rodeado de nuevos amigos, pero su corazón seguía anhelando la conexión especial que tenía con ella. Sin saber cómo expresarlo, decidió escribirle una carta sincera. “Querida Carla, aunque estoy lejos, a veces siento que estás aquí conmigo. Cada vez que veo una mariposa, me recuerda nuestros días juntos. No importa la distancia, siempre seré tu amigo.”

Un día, mientras la brisa de primavera traía consigo nuevos colores y olores, Carla recibió un sobre en su puerta. Con manos temblorosas lo abrió y encontró la carta de Ney. Sus palabras fueron como un bálsamo para su corazón herido. Lloró de alegría, sintiendo que, a pesar de la distancia, el amor y la amistad seguían vivos.

Pasaron los años y los dos crecieron. A pesar de que sus caminos se separaron, nunca olvidaron esos momentos en el puente. Cada uno se llenaba de experiencias y aprendía sobre la vida, pero sus corazones seguían conectados. En una calurosa noche de verano, Carla tomó la decisión de que debía ir a visitar a Ney. Había crecido y sabía que debía ver a su amigo otra vez. Se armó de valor y, junto a su mamá, se preparó para el viaje.

Cuando llegó a la ciudad de Ney, su corazón latía con fuerza. Buscó el lugar donde solían jugar, pero todo había cambiado en esos años. Las calles, los edificios, y el parque parecían distintos. Sin embargo, el espíritu de la amistad permanecía vivo en ella. Caminó nerviosamente hacia el lugar señalado. Al llegar al puente, lo vio. Ney estaba allí, de pie, mirando el arroyo como si esperara.

Ambos se miraron en silencio por un minuto que pareció una eternidad. Las dudas y el tiempo se desvanecieron cuando, al fin, se abrazaron. Era un abrazo sincero, un reencuentro de almas que nunca habían dejado de sentir conexión.

«¡Carla! No puedo creer que estás aquí,» exclamó Ney, sonriendo de oreja a oreja. “Ha pasado tanto tiempo.”

“Lo sé, he viajado para verte. He querido esto desde hace tanto,” respondió ella, sintiendo mariposas en su estómago.

Pasaron el día juntos, recorriendo su antigua ciudad, recordando anécdotas de su niñez y riendo a carcajadas. Aunque la distancia y el tiempo habían cambiado un poco sus vidas, el amor y la amistad que compartían habían crecido y se habían vuelto más profundos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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