Había una vez en un pequeño y apacible pueblo, un joven llamado Eliezer. Eliezer tenía el cabello negro y corto, y siempre vestía con ropas sencillas pero limpias. Era conocido por todos en el pueblo por su bondad y su disposición para ayudar a los demás. Un día, mientras caminaba por el mercado del pueblo, sus ojos se cruzaron con los de Keitza, una joven de cabello largo y oscuro que brillaba bajo el sol. Keitza llevaba un vestido hermoso pero modesto, y su sonrisa era capaz de iluminar cualquier lugar.
Desde ese primer encuentro, Eliezer y Keitza sintieron una conexión especial. Pasaron los días y ellos empezaron a conocerse mejor, compartiendo risas y sueños bajo el cielo estrellado del pueblo. Eliezer quedó fascinado por la gentileza y la inteligencia de Keitza, mientras que ella admiraba la generosidad y la nobleza de Eliezer. Fue solo cuestión de tiempo antes de que su amistad se convirtiera en un amor profundo y sincero.
Finalmente, un hermoso día de primavera, Eliezer pidió la mano de Keitza en matrimonio. Ambos sabían que querían pasar el resto de sus vidas juntos. La boda fue una celebración alegre, llena de flores, música y la presencia de amigos y familiares que los querían mucho. Era el comienzo de una nueva vida juntos, llena de promesas y esperanzas.
Eliezer y Keitza estaban muy felices, pero había un deseo profundo que ambos compartían: convertirse en padres. Soñaban con el día en que un pequeño ser llenara su hogar de risas y alegría. Pasaron meses y luego años, y aunque seguían sin poder tener un hijo, nunca dejaron de amarse y apoyarse mutuamente. Su amor solo crecía más fuerte con el tiempo.
Un día, cuando menos lo esperaban, recibieron la noticia que tanto habían anhelado. Keitza estaba embarazada. La alegría que sintieron fue indescriptible. Los meses siguientes fueron un torbellino de emociones y preparativos para la llegada del bebé. Eliezer trabajó incansablemente para asegurarse de que todo estuviera listo, mientras que Keitza cuidaba de sí misma y del pequeño que crecía dentro de ella.
Finalmente, llegó el día. En una noche tranquila, iluminada por la luz suave de la luna, Keitza dio a luz a un hermoso bebé al que llamaron Mateo. Mateo tenía el cabello rizado y una expresión alegre que derretía el corazón de todos los que lo veían. Eliezer y Keitza estaban encantados con su hijo y prometieron darle todo el amor y la protección que pudieran.
La llegada de Mateo transformó la vida de Eliezer y Keitza de una manera que nunca habían imaginado. Cada día estaba lleno de nuevos descubrimientos y momentos especiales. Mateo crecía rápidamente, y con cada risa y balbuceo, el amor de sus padres por él se hacía más profundo.
Eliezer disfrutaba de cada momento con su hijo, enseñándole cosas sobre el mundo y mostrándole cómo cuidar de los animales y las plantas. Keitza, por su parte, llenaba los días de Mateo con cuentos maravillosos y canciones que lo hacían reír y soñar. Juntos, crearon un hogar lleno de amor y alegría, donde cada día era una nueva aventura.
Un día, mientras la familia estaba reunida alrededor del fuego, Mateo, ya un poco más grande, les preguntó a sus padres cómo se habían conocido. Eliezer y Keitza se miraron con una sonrisa y comenzaron a contarle la historia de su amor, desde aquel primer encuentro en el mercado hasta la llegada de Mateo a sus vidas. Mateo escuchaba con los ojos muy abiertos, fascinado por el cuento de sus padres.
«Y así, Mateo,» dijo Keitza mientras lo acurrucaba en sus brazos, «nunca olvides que el amor es lo más poderoso que existe. Gracias a él, tú estás aquí con nosotros, llenando nuestras vidas de felicidad.»
Mateo sonrió y abrazó a sus padres. Sabía que era afortunado de tener una familia tan especial y prometió llevar siempre en su corazón la lección de amor que sus padres le habían enseñado.
Con el paso del tiempo, la familia de Eliezer, Keitza y Mateo continuó creciendo en amor y felicidad. Se convirtieron en un ejemplo para todos en el pueblo, demostrando que el amor verdadero puede superar cualquier obstáculo y que la mayor riqueza que uno puede tener es una familia unida y llena de cariño.
Y así, en su pequeño hogar junto al fuego, Eliezer, Keitza y Mateo vivieron felices para siempre, agradecidos por el regalo del amor que los unía y por cada día que podían compartir juntos.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.