Cuentos de Amor

El Amor Dulce de Pestañitas y Bonbon

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En la pequeña y colorida ciudad de Dulcelandia, conocida por sus deliciosas pastelerías y alegres festivales, trabajaban dos jóvenes muy especiales en la pastelería más encantadora del lugar, «Dulces Corazones». Pestañitas, con su cabello negro y ondulado siempre atado en un moño alto, destacaba por su habilidad para decorar los pasteles más intrincados. Bonbon, cuyo nombre real era Bruno pero todos lo llamaban por su apodo debido a su habilidad para crear los bombones más deliciosos, era un joven alegre con un rizo perfecto siempre bailando en su frente.

Un día, mientras preparaban una tarta de boda, sus manos se tocaron accidentalmente sobre el fondant. Miradas se cruzaron y sonrisas tímidas se escondieron detrás de un susurro de azúcar. Desde ese momento, algo especial comenzó a brotar entre ellos. A pesar de la alegría que llenaba el aire de la pastelería, ambos sabían que su amor podría enfrentar grandes desafíos. Dulcelandia era un lugar donde las tradiciones pesaban mucho, y la familia de Pestañitas ya había diseñado otros planes para su futuro, planes que no incluían a un pastelero, por muy encantador que fuera.

A medida que los días se alargaban y las estaciones cambiaban, Pestañitas y Bonbon encontraron cada vez más momentos para compartir secretos y risas entre harinas y mermeladas. Cada pastel que decoraban juntos era un testimonio de su creciente afecto, y cada bombón escondía un deseo por un futuro posible juntos.

Sin embargo, llegó el día en que Pestañitas tuvo que enfrentar la realidad de su situación. Su familia había arreglado para ella un trabajo en una gran ciudad, lejos de Dulcelandia y lejos de Bonbon. La noticia cayó como una pesada losa sobre los enamorados.

—No puedo irme, no quiero irme —confesó Pestañitas una tarde, mientras observaban el atardecer desde el pequeño parque junto a la pastelería.

—Yo tampoco quiero que te vayas —respondió Bonbon, tomándola de las manos—. Pero tal vez este sea el momento de ser valientes y luchar por lo que queremos.

Pestañitas asintió, pero en su corazón, el miedo y la incertidumbre la atormentaban. A pesar de sus sentimientos, ella sabía que desafiar a su familia sería difícil. Llenos de tristeza pero con la esperanza aún brillando en sus ojos, decidieron vivir su amor al máximo en los pocos días que les quedaban antes de la partida.

Los días siguientes estuvieron llenos de amor y creatividad desenfrenada; cada pastel que salía de «Dulces Corazones» era una obra maestra, cada bombón una explosión de sabor que parecía contar su historia. El día antes de la partida de Pestañitas, Bonbon le regaló un collar con un pequeño bombón dorado, símbolo de su amor y promesa de que nunca la olvidaría.

Pestañitas partió con lágrimas en los ojos y el bombón colgando cerca de su corazón. Los años pasaron, y aunque ambos continuaron con sus vidas, nunca olvidaron los días dulces que compartieron. Pestañitas se convirtió en una decoradora de pasteles renombrada en la gran ciudad, mientras que Bonbon expandió «Dulces Corazones», que se convirtió en una cadena de pastelerías por todo el país.

El destino, sin embargo, tenía sus propios planes para los enamorados. Un día, en una convención de pastelería a la que ambos asistieron sin saber que el otro estaría allí, se reencontraron. El tiempo parecía haberse detenido cuando sus ojos se encontraron a través de una multitud de chefs y decoradores. Todo volvió en un torrente de emociones, y las palabras sobraron cuando finalmente se abrazaron.

Desde ese reencuentro, Pestañitas y Bonbon no volvieron a separarse. Decidieron que, pase lo que pase, no dejarían que nada ni nadie dictara su futuro nuevamente. Su amor, como los dulces que tanto amaban crear, había resistido la prueba del tiempo y se había vuelto aún más dulce.

Así, Pestañitas y Bonbon vivieron cada día con la certeza de que el amor verdadero, el que realmente importa, nunca desaparece, solo se transforma y espera el momento perfecto para florecer de nuevo. En Dulcelandia y más allá, su historia se contaba como un cuento de hadas moderno, recordando a todos que el amor, al igual que los buenos pasteles, necesita tiempo, paciencia y, sobre todo, corazón.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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