En un reino lejano, donde las estrellas brillaban con esperanza y los susurros del viento llevaban historias de antaño, vivía una joven llamada Melody. Hija de un rey poderoso y temido, su vida era un desfile de lujos y obligaciones, pero en su corazón anhelaba algo más allá de las paredes de su palacio. Cada día, desde su ventana, observaba el bullicio de la ciudad, soñando con un amor verdadero que trascendiera su mundo de oro y seda.
Eduardo, un joven humilde, trabajaba en la plaza del mercado, vendiendo frutas y flores para sostener a su pequeña hermana, Daysi. A pesar de las dificultades, Eduardo poseía una sonrisa que iluminaba los días más grises y un corazón lleno de sueños.
Un día, mientras Melody paseaba disfrazada entre la gente para experimentar la vida fuera del palacio, sus ojos se encontraron con los de Eduardo. En ese instante, algo mágico sucedió. Ambos sintieron un lazo invisible que los unía, un amor puro e inesperado que nació en sus corazones.
A partir de entonces, se veían en secreto, compartiendo risas y sueños bajo el cielo estrellado. Eduardo le mostraba a Melody la belleza de la simplicidad, mientras ella le abría las puertas a un mundo de maravillas. Pero este amor no estaba destinado a ser fácil. El padre de Melody, al enterarse de su relación con un vendedor de la plaza, lleno de ira y prejuicios, amenazó a Eduardo para que se alejara de su hija.
Eduardo, con el corazón roto, decidió despedirse de Melody sin revelar la verdad, dejando solo lágrimas y un silencio doloroso. Melody, encerrada en su habitación, lloraba día y noche, preguntándose por qué Eduardo la había abandonado sin una palabra.
Daysi, que conocía la verdad, estaba determinada a ayudar a los enamorados. Pero al conocer la crueldad y el poder del rey, se vio atrapada entre el miedo y la esperanza. Un día, Eduardo, desesperado y lleno de tristeza, confesó a Daysi que sin Melody, su vida no tenía sentido.
Daysi corrió hacia el palacio para avisar a Melody, quien, impulsada por el amor y la desesperación, escapó hacia el bosque donde Eduardo la esperaba. Al llegar, encontró a Eduardo con una navaja en el corazón. Daysi gritó por ayuda, pero era demasiado tarde.
Eduardo, con sus últimas fuerzas, le dijo a Melody: «Te amo y espero que en otra vida pueda estar contigo». Daysi intentó herirse también, pero el rey llegó a tiempo para detenerla. Melody fue llevada de vuelta al palacio, donde quedó encerrada, llorando por su amado Eduardo, el humilde muchacho que murió por amor, esperando reencontrarse en otra vida.
En un reino lejano, iluminado por estrellas que parecían susurrar historias de amor y valentía, vivía una joven princesa llamada Melody. Su vida, rodeada de lujos y opulencia, estaba marcada por la soledad y las expectativas de su padre, un rey poderoso y temido por su rigidez y severidad. Melody soñaba con un amor verdadero, uno que superara las barreras de la riqueza y el poder.
Más allá de los muros del palacio, en las bulliciosas calles de la plaza del mercado, trabajaba Eduardo, un humilde vendedor de flores y frutas. Su vida estaba dedicada a cuidar de su pequeña hermana Daysi y a mantener viva la memoria de sus padres, quienes le habían enseñado el valor de la bondad y la humildad. A pesar de las dificultades, Eduardo poseía una sonrisa capaz de iluminar los días más oscuros.
Un día, el destino tejió sus hilos cuando Melody, disfrazada para experimentar la vida más allá de su dorada jaula, se encontró con Eduardo. Fue un momento mágico, donde dos almas destinadas a encontrarse se reconocieron. A partir de ese encuentro, comenzaron a verse en secreto, compartiendo risas, sueños y momentos bajo el cielo estrellado. Eduardo le mostraba a Melody la belleza de la vida sencilla, mientras que ella le enseñaba las maravillas que su mundo podía ofrecer.
Sin embargo, este amor estaba destinado a enfrentar grandes desafíos. El rey, al descubrir la relación de su hija con un humilde vendedor, lleno de ira y prejuicios, amenazó a Eduardo para que se alejara de Melody. El corazón de Eduardo se partió en dos, pero, pensando en el bienestar de Melody y en el temor de represalias contra ella, decidió alejarse sin revelar la verdad de su partida.
Melody, sumida en la tristeza y el desconcierto, no entendía la repentina desaparición de Eduardo. Día y noche, lloraba en su habitación, preguntándose por qué su amado la había abandonado sin una sola palabra. Daysi, conocedora de la verdad y viendo el dolor de Melody, decidió actuar.
Una tarde, Eduardo, vencido por la desesperanza y la melancolía, confesó a Daysi que sin Melody, la vida había perdido su color y su sentido. Al escuchar estas palabras, Daysi corrió hacia el palacio para alertar a Melody. La princesa, impulsada por el amor y la desesperación, escapó hacia el bosque, el lugar donde había compartido tantos momentos felices con Eduardo.
Al llegar al claro donde solían encontrarse, Melody encontró a Eduardo con una navaja en el corazón, una trágica imagen que rompió su alma en mil pedazos. Daysi, llegando justo después, gritó pidiendo ayuda, pero era demasiado tarde. Eduardo, con sus últimas fuerzas, le susurró a Melody: «Te amo y espero que en otra vida pueda estar contigo». En un acto de desesperación, Daysi intentó herirse también, pero fue detenida por el rey, quien había seguido a su hija.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.