Cuentos de Amor

El Amor que Conecta Todo

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Había una vez tres personajes muy especiales: Luna, una mariposa muy hermosa y chiquitita, María, una niña de 6 años y Juan, un niño también de esa misma edad.

María y Juan eran vecinos y amigos inseparables. Uno de sus sitios preferidos para jugar era un gran prado repleto de flores multicolores y distintos animales. Cada mañana, después del desayuno, ambos salían a correr a través de este campo verde y frondoso para vivir geniales aventuras juntos.

Un sol brillante estaba alto en el cielo un día cuando encontraron a Luna. Luna era una mariposa pequeñita cuyas alas brillaban en todos los colores del arco iris cuando atrapaban la luz. Pero Luna estaba herida y no podía volar. María y Juan se sintieron muy tristes y decidieron que debían hacer algo para ayudarla.

María y Juan amaban la naturaleza y los animales, así es que tomaron a la pequeña Luna con mucho cuidado y la llevaron a casa. Allí, María cortó un trocito de tela de uno de sus vestidos y juntas vendaron con cariño el ala herida de Luna.

Todos los días, María y Juan cuidaban de Luna, siempre con una sonrisa y mucho cariño. Le daban agua y flores frescas para comer. La pequeña mariposa pronto empezó a sentirse mejor. Aunque no podía volar, se unía a ellos en sus juegos, viajando por el prado sobre los hombros de María y Juan.

Pero no fue hasta que María y Juan invitaron a Luna a unirse a sus oraciones por las noches que sucedió algo mágico. Oraron a su manera, simple y honesta, pidiendo por la salud de Luna, pero también, para todos los seres vivos y para el bienestar de la Tierra. Fue entonces cuando Luna comenzó a experimentar un cambio en su propia alegría por vivir, empezó a amar la vida aún más y agradeció profundamente a María, a Juan, y a la vida misma.

Un día, mientras todos jugaban en el prado, las vendas de Luna se desprendieron. María y Juan observaban ansiosos, sin saber qué sucedería. Luna, agradecida por su recuperación, miró a María y Juan, y de pronto, con un pequeño aleteo inicial, empezó a volar de nuevo.

Los niños, emocionados, aplaudieron y rieron mientras veían a Luna volar de flor en flor con entusiasmo renovado. Luna, emocionada también, voló a cada uno de ellos, aterrizando en su hombro para darles un pequeño besito antes de desaparecer entre las flores.

Desde aquel día, María y Juan comprendieron el amor supremo que Elena de White mencionaba: amor al prójimo, a la familia, a la naturaleza, a Dios y, sobre todo, a uno mismo. Luna les enseñó que aceptando el amor y cuidado de otros, uno también podía aprender a amarse a sí mismo. Y al dar amor, uno podía ayudar a sanar a otros.

Desde aquel día, cada vez que jugaban por el prado y veían una mariposa, sonreían y la saludaban, esperando que fuera Luna. Pero no era una despedida triste, sino una de alegría y orgullo, sabiendo que habían sanado a su amiga y que ahora volaba libre y segura.

Pasaron los días, pero el recuerdo de Luna seguía vivo en sus corazones. Una tarde, mientras jugaban cerca del río que atravesaba la pradera, María se quedó mirando su reflejo y notó una tristeza en sus ojos que no había estado antes.

Sin decir nada, Juan también miró su reflejo en el agua y vio una soledad que no había reconocido antes. Se miraron uno al otro, cada uno comprendiendo los sentimientos del otro.

Extrañaban a Luna.

Pero no solo a Luna. Extrañaban el sentimiento de cuidar de alguien más, de llevar alegría a su vida y ver su gratitud reflejada en sus acciones. Se dieron cuenta de que, al amar a Luna, también habían aprendido a amarse a sí mismos y estaban deseosos de compartir ese amor con los demás nuevamente.

Por eso, al día siguiente, María y Juan decidieron visitar el orfanato del pueblo. Allí, encontraron a muchos niños que no habían tenido la suerte de conocer el amor y el cuidado que ellos conocían tan bien. María y Juan rápidamente se hicieron amigos de ellos, y con cada sonrisa y risa de alegría que emergía de esos niños, sentían que su amor por ellos se fortalecía.

Y siempre recordaban a Luna. Les contaron a los niños sobre ella, sobre cómo la habían encontrado y cómo la habían curado. Los niños escuchaban con los ojos bien abiertos, admirados e inspirados por la bondad y la fuerza de María y Juan.

Después de escuchar la historia de Luna, los niños del orfanato comenzaron a experimentar un cambio en su forma de ver la vida. Cada uno de ellos comenzó a apreciar la belleza de la naturaleza, el amar y ser amado, y lo más importante, el amor propio. Y así, María y Juan extendieron su amor hasta los confines de su pequeño pueblo, tocando la vida de todos aquellos con los que entraron en contacto.

Y todo esto, al final del día, se lo debían a Luna. Ella fue el catalizador que los llevó a descubrir los diversos aspectos del amor: hacia uno mismo, hacia otros, hacia la naturaleza y hacia la vida misma. Luna no solo significaba la luna en el cielo para María y Juan, también significaba su amor por los demás, su amor por la naturaleza, su amor por ellos mismos.

Por lo tanto, cuando la luna se levantaba en el cielo y enviaba su luz plateada sobre su pequeño pueblo, María, Juan y todos los niños del orfanato, junto con todos aquellos cuyas vidas ellos habían tocado, miraban hacia arriba y enviaban su amor y gratitud hacia Luna, la mariposa que les enseñó lo que era el amor.

Esta historia nos enseña que nuestro amor puede tener diferentes formas y manifestaciones. Puedes amar a las personas, puedes amar la naturaleza, puedes amar a Dios, pero sobre todo, puedes y debes amarte a ti mismo. El amor comienza contigo, y una vez que te amas a ti mismo, puedes fácilmente compartir ese amor con los demás, así como María y Juan lo hicieron.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario