Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de bosques y campos de flores, dos jóvenes llamados Yosil y Mayli. Ambos vivían en el mismo vecindario, pero sus mundos eran muy diferentes. Yosil era un chico alegre, extrovertido y siempre rodeado de amigos. Tenía una gran pasión por la música y pasaba horas tocando su guitarra en el parque. Mayli, en cambio, era una chica más tranquila y reservada, amante de la lectura y las artes. Pasaba su tiempo explorando los rincones del pueblo y, cuando no estaba en su habitación, disfrutaba de la compañía de su perro llamado Sol.
A pesar de vivir tan cerca, Yosil y Mayli no se conocían bien, aunque sus caminos se cruzaban a menudo. Yosil, con su energía contagiante, siempre estaba rodeado de amigos como Escar, Lia y Yos, quienes compartían su amor por la música y la diversión. Mayli, por su parte, prefería la compañía de los libros y las caminatas solitarias por el campo, aunque siempre se sentía cómoda cerca de su perro.
Un día, mientras Yosil estaba en el parque tocando su guitarra, algo curioso sucedió. Mayli, como solía hacer, pasaba cerca de allí, dando un paseo por el sendero de flores. Al escuchar la música, se detuvo y se quedó escuchando desde lejos, sin atreverse a acercarse. Algo en la melodía la atrapó, y por un momento se olvidó del tiempo y del lugar.
Yosil, al notar que alguien lo observaba, levantó la vista y vio a Mayli parada cerca. Por un instante, se sintió nervioso. Nunca había hablado con ella, y aunque la veía a menudo, no sabía cómo acercarse.
Mayli, sintiendo la mirada de Yosil, se sonrojó y comenzó a alejarse, pero antes de que pudiera dar un paso más, Yosil la llamó.
—¡Espera! —dijo, con una sonrisa tímida—. ¿Te gusta la música?
Mayli se detuvo y miró hacia atrás, sorprendida. No esperaba que Yosil le hablara.
—Sí, me gusta mucho —respondió, sonrojándose un poco—. ¿Tú tocas la guitarra?
—Sí, siempre me gusta tocar aquí, en el parque —respondió Yosil, sintiéndose un poco más cómodo—. ¿Quieres escuchar otra canción?
Mayli asintió, sonriendo. Se sentó cerca de él, y por un momento, ambos compartieron un silencio cómodo, solo interrumpido por las suaves notas que Yosil tocaba. Mientras la música llenaba el aire, algo en el corazón de Mayli comenzó a latir con más fuerza. Nunca había estado tan cerca de él, pero sentía que había una conexión especial entre los dos.
Al terminar la canción, Yosil la miró y, algo nervioso, preguntó:
—¿Te gustaría salir a caminar algún día? Tal vez podamos hablar más de música o de… lo que sea.
Mayli sonrió tímidamente, sorprendida por la invitación.
—Me encantaría —respondió, un poco sorprendida por su propio entusiasmo.
Desde ese día, Yosil y Mayli comenzaron a pasar más tiempo juntos. Sin embargo, algo que ninguno de los dos sabía era que sus corazones comenzaban a latir por el otro, pero ninguno de los dos se atrevía a confesarlo. La falta de comunicación los mantenía a ambos en un estado de confusión, sin saber cómo dar el siguiente paso.
Escar, el amigo más cercano de Yosil, notó que algo había cambiado. Había visto cómo Yosil sonreía más a menudo y cómo su guitarra se convertía en su compañera inseparable cuando pensaba en Mayli. Un día, mientras caminaban por el bosque, Escar decidió hablar con él.
—Oye, Yosil, ¿te pasa algo con Mayli? —preguntó, con una sonrisa traviesa—. La veo siempre cerca de ti últimamente.
Yosil se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír al pensar en Mayli.
—No lo sé, Escar. Me gusta mucho, pero no sé si ella siente lo mismo. A veces pienso que estoy siendo un tonto por no decírselo, pero me da miedo que no lo entienda.
Escar se rió, dándole una palmada en la espalda.
—Yosil, no seas tonto. Si no hablas con ella, nunca sabrás lo que piensa. ¡Solo dile lo que sientes! No tienes nada que perder.
Por otro lado, Lia y Yos también se dieron cuenta de lo que sucedía entre Yosil y Mayli. Aunque Mayli era más reservada, también se había dado cuenta de que algo especial había comenzado a florecer entre ellos. Un día, mientras caminaban juntas, Lia decidió hablar con ella.
—Mayli, ¿te gustaría que Yosil se acercara más a ti? —preguntó con una sonrisa. —He notado que te pone nerviosa, pero también veo cómo lo miras.
Mayli se sonrojó profundamente.
—Creo que me gusta, pero no sé cómo decírselo. Nos hemos hecho buenos amigos, pero no sé si él siente lo mismo.
Lia la miró con comprensión.
—A veces, el amor no es solo un gran gesto. A veces es solo un paso pequeño hacia el otro. Quizá solo necesitas dar ese paso.
Con el apoyo de sus amigos, tanto Yosil como Mayli comenzaron a entender que lo único que realmente los separaba era su miedo a ser vulnerables. Con el tiempo, ambos decidieron dar ese paso, enfrentar sus inseguridades y, por fin, compartir lo que sentían el uno por el otro.
Una tarde de verano, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, Yosil y Mayli se encontraron nuevamente en el parque donde todo había comenzado. Esta vez, sin nervios, se miraron a los ojos y, con el corazón latiendo fuerte, Yosil finalmente le dijo a Mayli:
—Mayli, me gustas mucho. No sé cómo explicarlo, pero desde que te conocí, todo ha cambiado. Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, y que me encantaría que esto fuera más que solo amistad.
Mayli sonrió, sintiendo una calidez en su pecho. Tomó las manos de Yosil y, mirando sus ojos con ternura, le respondió:
—Yo también me siento igual. Estaba esperando que dijeras eso.
En ese momento, los dos se dieron cuenta de que, aunque el miedo los había mantenido separados, la verdadera conexión que compartían era más fuerte que cualquier obstáculo. La falta de comunicación ya no era un problema, porque ambos habían dado el paso hacia el amor.
Conclusión
Este cuento nos enseña que el amor verdadero no siempre es fácil de encontrar ni de expresar, pero lo importante es no dejarse llevar por el miedo. La comunicación, la confianza y el valor para ser vulnerables son claves para que el amor florezca. Yosil y Mayli, con la ayuda de sus amigos, aprendieron que no había nada más hermoso que decir lo que sienten y, al hacerlo, construyeron una relación llena de comprensión, apoyo y amor.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.