Eimy tenía 22 años y desde pequeña había crecido rodeada del mundo de los negocios de su padre, Didier, un hombre serio y dueño de una cadena de ópticas. Durante años, el negocio había prosperado, pero los últimos tiempos no habían sido fáciles. Las ventas habían bajado, y la situación económica era cada vez más complicada. Didier, preocupado por el futuro de su negocio, buscaba desesperadamente una solución para evitar la bancarrota.
La única salida que Didier veía era un acuerdo con su socio más importante, Richard, quien también tenía una cadena de ópticas. El problema era que Richard no solo quería ayudar económicamente a Didier, sino que también tenía otro interés: casarse con Eimy. Para Richard, el matrimonio con Eimy era la oportunidad perfecta de fusionar las empresas y crear un imperio. Didier, desesperado por salvar su negocio, estaba dispuesto a aceptar la propuesta.
Eimy, por su parte, tenía un buen corazón. Desde muy joven, había sido voluntaria en el hospital de ciegos de la ciudad. Allí encontraba su verdadera pasión: ayudar a quienes más lo necesitaban. Todos los lunes, después de cumplir con sus responsabilidades, Eimy iba al hospital a pasar tiempo con los pacientes, escuchando sus historias y ofreciéndoles compañía. Fue en uno de esos días cuando conoció a Eitan, un joven de 24 años que acababa de llegar al hospital.
Eitan había perdido la vista en un accidente años atrás, pero su espíritu era brillante y alegre. Tenía una manera única de ver el mundo, llena de optimismo y fortaleza, que rápidamente llamó la atención de Eimy. Al principio, solo eran conversaciones cortas en los pasillos del hospital, pero con el tiempo, esas charlas se convirtieron en encuentros más largos y significativos. Ambos compartían historias de sus vidas, sueños y miedos. Eimy se sentía atraída por la manera en que Eitan vivía su vida sin dejar que su ceguera lo definiera. Pronto, lo que comenzó como una amistad se transformó en algo más.
Pero había un problema. Eimy estaba comprometida con Richard. Aunque no lo amaba, sentía la presión de su padre, que veía el matrimonio como la única forma de salvar su negocio. Eimy sabía que debía mantener su relación con Eitan en secreto. Solo Lita, su fiel nana y amiga de la familia desde siempre, conocía el romance entre Eimy y Eitan. Lita la apoyaba, entendiendo que el amor verdadero no podía ser forzado, pero también sabía que Didier nunca lo permitiría.
—No debes dejar que nadie te diga con quién debes estar, mi niña —le decía Lita a Eimy mientras le arreglaba el cabello—. El amor es algo que el corazón elige, no los negocios.
Eimy sonreía ante las palabras de Lita, pero en su interior sentía la lucha entre lo que quería y lo que se esperaba de ella. Aun así, continuó viendo a Eitan en secreto, escapándose en las tardes para pasear con él por los parques de la ciudad. Eitan, sin saber nada del compromiso de Eimy, comenzaba a enamorarse de ella, y Eimy sentía lo mismo. Sus paseos eran llenos de risas, conversaciones profundas y momentos en los que Eimy olvidaba por completo los problemas que enfrentaba en su vida.
Pero como todo secreto, el de Eimy y Eitan no podía mantenerse oculto para siempre. Un día, Didier descubrió la relación de su hija con Eitan. Lleno de furia, confrontó a Eimy, exigiéndole que terminara con el joven de inmediato. Para Didier, Eitan no era más que un obstáculo que ponía en peligro su acuerdo con Richard y el futuro del negocio familiar.
—¡No puedes estar con ese chico! —gritó Didier—. ¡Necesitamos que te cases con Richard para salvar lo que queda de nuestra empresa!
Eimy, con el corazón roto, intentó explicarle a su padre que no podía casarse con alguien a quien no amaba, pero Didier no estaba dispuesto a escuchar. Para él, el futuro del negocio estaba por encima de los sentimientos de su hija. Desde ese día, Didier hizo todo lo posible para sabotear los encuentros entre Eimy y Eitan. Controlaba cada movimiento de su hija, limitando su libertad y asegurándose de que no tuviera la oportunidad de ver a Eitan.
A pesar de las dificultades, Eimy no se rindió. Con la ayuda de Lita, lograba enviarle mensajes a Eitan, explicándole que no podía verlo tanto como quisiera, pero que su corazón siempre estaba con él. Eitan, aunque confundido por la situación, le prometió que esperaría el tiempo que fuera necesario.
Finalmente, llegó el día en que Eimy debía tomar una decisión. Su padre le había dado un ultimátum: o se casaba con Richard y salvaba la empresa, o perderían todo lo que habían construido. Eimy sabía que su decisión tendría grandes consecuencias, pero también sabía que no podía traicionar sus propios sentimientos. No podía renunciar al amor que sentía por Eitan.
En un último intento por convencer a su padre, Eimy se enfrentó a Didier.
—Papá, te amo y siempre he respetado lo que has hecho por nuestra familia, pero no puedo casarme con alguien que no amo. Sé que quieres lo mejor para mí, pero también debes entender que mi felicidad no puede depender de un acuerdo comercial. Yo amo a Eitan, y aunque no tenga la vista, él ve lo que de verdad importa en la vida.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Baile de los Colores
La Muñeca de los Sueños: Un Regalo del Destino
El Recuerdo Perdido
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.