Había una vez un reino muy lejano, rodeado por frondosos bosques y altas montañas. En ese reino vivía una princesa llamada Lara, pero todos la conocían como Princesaa, porque su bondad y belleza eran tan grandes que parecía una princesa de cuentos. Su padre, el Rey Alaric, era justo y sabio, y siempre velaba por la felicidad de su hija.
Pero no todo en el reino era perfecto. Al norte del castillo, más allá de los prados verdes y los ríos cristalinos, se extendía un bosque oscuro y misterioso. Los aldeanos susurraban historias de un monstruo que vivía allí, un ser enorme y aterrador que rondaba entre los árboles torcidos y los caminos cubiertos de niebla. Decían que nadie que entraba en el bosque regresaba. El Rey, preocupado, siempre advertía a su hija que nunca se acercara a ese lugar.
Un día, mientras Lara paseaba por los jardines del castillo, vio algo que llamó su atención: una pequeña luz que parpadeaba entre los árboles del borde del bosque. Era un destello brillante, como si alguien estuviera pidiendo ayuda. La curiosidad de Lara fue más fuerte que el miedo, y, desobedeciendo las advertencias de su padre, se adentró en el bosque en busca de la luz.
Conforme avanzaba, los árboles se volvían más altos y oscuros, y la luz, aunque siempre visible, parecía alejarse cada vez más. Después de un rato, Lara se dio cuenta de que estaba completamente perdida. El cielo se había oscurecido, y el sonido del viento entre las ramas la hacía temblar. Se giró para regresar, pero ya no sabía qué dirección tomar. El miedo empezó a crecer en su corazón.
Mientras caminaba entre las sombras, Lara escuchó un crujido detrás de ella. Al voltear, vislumbró una figura enorme escondida entre los árboles. Su corazón latía con fuerza. «Es el monstruo del que todos hablan», pensó aterrada. Comenzó a correr, pero el suelo era resbaladizo y lleno de raíces, lo que hizo que tropezara y cayera.
Cuando levantó la vista, una figura pequeña y luminosa apareció flotando frente a ella. Era el Hada del Bosque, un ser delicado y lleno de luz que había estado observando desde las sombras.
«Princesaa, no temas», dijo el hada con una voz suave. «El monstruo del bosque no es lo que parece.»
«¿Qué quieres decir?», preguntó Lara, aún temblando. «Todos dicen que el monstruo devora a quienes se pierden aquí.»
El hada agitó sus pequeñas alas y se acercó más. «Esas historias no son del todo ciertas. El monstruo es en realidad un ser solitario, atrapado por su propia apariencia, pero en su corazón solo desea ser amado y aceptado.»
Lara, aunque seguía asustada, sintió una pizca de compasión. «¿Dónde está ahora?»
«Está cerca», respondió el hada, señalando con su varita a una dirección entre los árboles.
Lara, con valentía, decidió enfrentar al monstruo. Caminó hacia donde el hada le indicó y, de repente, lo vio. Era una criatura enorme, con grandes garras y una piel oscura que se confundía con la sombra de los árboles. Pero sus ojos no eran malvados, eran tristes y solitarios. Lara, con una mezcla de miedo y valentía, se acercó un poco más.
«¿Quién eres?», preguntó con voz temblorosa.
El monstruo la miró, y después de un momento, respondió en un tono suave, casi triste: «Soy un ser al que todos temen por mi apariencia, pero jamás he hecho daño a nadie. Solo quiero tener amigos y no estar solo.»
Lara sintió cómo el miedo que había tenido en su corazón comenzaba a desvanecerse. «Yo soy Lara, la princesa de este reino», dijo. «Si realmente no eres malvado, ¿por qué la gente cuenta tantas historias aterradoras sobre ti?»
El monstruo suspiró. «Es más fácil para la gente temer lo que no entienden. Mi apariencia asusta, y con el tiempo, los rumores se convirtieron en leyendas.»
La princesa lo miró a los ojos y vio que, detrás de esa temible fachada, había un alma que sufría en silencio. «Si quieres, podemos ser amigos», le dijo, extendiendo su mano.
El monstruo la miró sorprendido. «¿Amigos? ¿Tú, una princesa, quieres ser amiga de un monstruo?»
Lara sonrió. «No me importa cómo te ves. Lo que importa es lo que llevas dentro. Y veo que dentro de ti hay bondad.»
En ese momento, algo increíble sucedió. El monstruo comenzó a cambiar, su piel oscura se desvaneció y su cuerpo se transformó. Ante los ojos de Lara apareció un joven apuesto, vestido con ropas sencillas pero elegantes. Era un príncipe, atrapado por un hechizo que solo se rompería cuando alguien viera más allá de su apariencia y lo aceptara como amigo.
«Gracias, Princesaa», dijo el joven con una sonrisa, ahora libre del hechizo. «Me has liberado de una maldición que llevaba siglos sobre mí.»
El hada, que había observado todo desde la distancia, se acercó volando y dijo: «Sabía que tú eras la persona indicada para romper el hechizo. Tu corazón puro y tu capacidad de ver más allá de las apariencias te han llevado a salvarlo.»
Lara sonrió, feliz de haber seguido su corazón. Justo en ese momento, apareció el Rey, que había estado buscando desesperadamente a su hija. Al verla, corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.
«Lara, ¿estás bien? ¡Temía que el monstruo del bosque te hubiera atrapado!»
Lara miró al joven príncipe y luego a su padre. «No había ningún monstruo, papá. Solo un joven que necesitaba ser comprendido.»
El rey, al ver la transformación y escuchar la historia, comprendió que las apariencias engañan y que muchas veces los rumores ocultan la verdad. «Tienes razón, hija mía», dijo. «Hoy me has dado una gran lección.»
Y así, el joven príncipe fue acogido en el reino, y Lara ganó un nuevo amigo. Juntos, se encargaron de contar la verdadera historia del bosque, para que nadie más temiera entrar en él. El amor y la comprensión triunfaron sobre el miedo, y el reino vivió en paz y armonía, recordando siempre que el verdadero valor de alguien no está en su apariencia, sino en su corazón.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.