Era el mes de diciembre y la casa de Eric y Julen se llenaba de un aire mágico. Los hermanos, de siete y cinco años respectivamente, esperaban con ansias la llegada de la Navidad. Para ellos, esta época del año era la más especial, llena de luces brillantes, villancicos alegres y la promesa de regalos bajo el árbol. Eric, el mayor, tenía el cabello castaño y siempre llevaba un suéter azul, mientras que Julen, el menor, tenía el cabello rubio y prefería su suéter rojo. A pesar de que se querían mucho, como todos los hermanos, a veces discutían y competían por la atención y los juguetes.
Un día, a principios de diciembre, algo extraordinario sucedió. Al despertarse, encontraron a un pequeño elfo en su sala de estar. Era diminuto, con orejas puntiagudas y vestía un traje verde con un sombrero rojo. Los niños lo miraron con asombro y curiosidad.
—¡Hola! —dijo el elfo con una voz alegre—. Soy Nico, y he venido para quedarme con ustedes hasta Navidad. Mi misión es hacer travesuras y asegurarme de que se porten bien, porque si no lo hacen, no recibirán ningún regalo de Santa Claus.
Eric y Julen no podían creer lo que veían. Un verdadero elfo de Navidad en su casa. Nico les explicó que cada día haría una travesura diferente y que ellos debían descubrir cuál era. Además, les recordó la importancia de portarse bien y de tratarse con amor y respeto.
Desde ese día, cada mañana, los niños encontraban una travesura diferente hecha por Nico. Un día, el elfo había cubierto toda la cocina con papel higiénico. Otro día, había puesto todos los zapatos en la nevera. A pesar de las travesuras, Nico siempre dejaba un mensaje con un consejo o una reflexión sobre la importancia de la bondad, la paciencia y el amor entre hermanos.
Eric y Julen se despertaban cada día emocionados por descubrir la nueva travesura de Nico y leer su mensaje. Sin embargo, a veces, las tensiones entre ellos surgían. Como cuando Julen rompió accidentalmente la torre de bloques que Eric había construido con tanto esfuerzo. Eric, furioso, le gritó a su hermano, y Julen se echó a llorar. Esa mañana, encontraron a Nico en la sala de estar, montado en el tren de juguete que ambos compartían. El mensaje de Nico decía: «Los hermanos se pelean, pero siempre deben recordar que el amor que tienen es más fuerte que cualquier enojo.»
Eric y Julen leyeron el mensaje y se miraron. Eric se dio cuenta de que había sido demasiado duro con Julen. Se acercó a su hermano y lo abrazó.
—Lo siento, Julen. No debí gritarte. ¿Quieres que construyamos la torre juntos otra vez? —dijo Eric con una sonrisa.
Julen, con lágrimas en los ojos pero sonriendo, asintió. Los dos se pusieron a trabajar juntos, y pronto la torre de bloques fue más alta y hermosa que antes. Nico, desde su pequeño tren, los observaba con satisfacción. Sabía que su misión estaba funcionando.
Los días pasaron y la Navidad se acercaba. Nico continuó haciendo travesuras, y los hermanos siguieron aprendiendo lecciones importantes sobre el amor y la bondad. Un día, Nico llenó la bañera con espuma y juguetes de baño, y el mensaje decía: «Compartir es una forma de mostrar amor. ¿Qué tal si comparten algo especial hoy?»
Eric y Julen decidieron compartir sus dulces favoritos entre ellos, y ese pequeño acto de generosidad los hizo sentir más unidos. Otro día, Nico hizo que todos los relojes de la casa marcaran la hora equivocada, y su mensaje decía: «El tiempo que pasan juntos es valioso. Aprovechen cada momento para divertirse y aprender uno del otro.»
Eric y Julen comenzaron a valorar más el tiempo que pasaban juntos, ya fuera jugando, leyendo o simplemente hablando. Se dieron cuenta de que, aunque a veces discutieran, tenerse el uno al otro era lo más importante. Nico les estaba enseñando que el amor entre hermanos es un regalo especial que debe cuidarse todos los días.
Finalmente, llegó la víspera de Navidad. La casa estaba bellamente decorada, el árbol brillaba con luces y adornos, y el aroma de las galletas navideñas recién horneadas llenaba el aire. Esa noche, Nico hizo su última travesura. Colgó todas las medias de la chimenea en lugares inusuales por toda la casa, y su mensaje final decía: «El amor y la alegría de la Navidad están por todas partes. Disfruten de esta noche mágica con amor y gratitud.»
Eric y Julen, con la ayuda de sus padres, buscaron y encontraron todas las medias. Luego, se sentaron juntos frente al árbol de Navidad, recordando todas las lecciones que Nico les había enseñado. Se prometieron que, aunque Nico se fuera, seguirían aplicando todo lo que habían aprendido sobre el amor, la bondad y la importancia de ser buenos hermanos.
Esa noche, cuando se fueron a la cama, Eric y Julen sabían que al despertar encontrarían los regalos de Santa Claus. Pero más importante aún, sabían que el verdadero regalo de la Navidad era el amor que compartían como familia. Gracias a Nico, habían aprendido a valorarse y a cuidarse mutuamente.
La mañana de Navidad, Eric y Julen se despertaron temprano y corrieron a la sala de estar. Los regalos estaban allí, pero lo que más les emocionaba era ver si Nico había dejado algún mensaje final. Y sí, allí estaba, sentado en la rama más alta del árbol, con una pequeña carta en la mano.
La carta decía: «Queridos Eric y Julen, ha sido un placer pasar este tiempo con ustedes. Recuerden siempre que el amor de hermanos es un tesoro que debe cuidarse y valorarse. Sigan siendo buenos, amables y generosos. Feliz Navidad. Con amor, Nico.»
Eric y Julen se miraron y sonrieron. Sabían que seguirían las enseñanzas de Nico no solo en Navidad, sino durante todo el año. Porque habían aprendido que el amor verdadero no necesita de grandes gestos, sino de pequeños actos de bondad y comprensión todos los días.
Y así, la casa de Eric y Julen se llenó de amor y felicidad, no solo en Navidad, sino siempre. Porque habían descubierto el verdadero significado de la Navidad: el amor incondicional y la alegría de compartirlo con quienes más queremos.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.