En un tranquilo barrio de la ciudad, vivían Noah y Ares, dos jóvenes cuyos caminos se cruzaron de manera inesperada pero que pronto descubrirían cuánto podían significar el uno para el otro. Noah, con su cabello castaño rizado y ojos llenos de curiosidad, era una estudiante dedicada y amable. Ares, con su cabello negro y sonrisa cálida, había llegado nuevo al curso de Noah y, por coincidencia, también era su vecino.
Desde el primer día que Ares llegó al vecindario, Noah se sintió intrigada por aquel chico tranquilo y sonriente. No pasó mucho tiempo antes de que, por una tarea grupal, empezaran a pasar tardes estudiando juntos. En estas tardes compartieron risas, sueños y poco a poco, sin apenas darse cuenta, una profunda amistad fue floreciendo entre ellos.
A lo largo de los años, esa amistad se hizo más fuerte. Compartían todo: desde los más pequeños logros académicos hasta los secretos más profundos. Sin embargo, para Noah, lo que empezó como una simple amistad comenzó a transformarse en algo más. Sentía una mezcla de alegría y nerviosismo cada vez que Ares la miraba o le sonreía. Era un sentimiento nuevo y desconcertante, pero hermoso a la vez.
Noah, llevada por la confianza de su amistad, decidió un día revelar sus sentimientos a Ares. Era un atardecer de verano, el cielo pintado de tonos de naranja y rosa, cuando Noah, con el corazón palpitante, le dijo a Ares cómo se sentía. Ares, sorprendido y sin saber cómo manejar la situación, reaccionó de una manera que nunca olvidaría. Con gentileza, pero con firmeza, le dijo que él no compartía esos mismos sentimientos, que valoraba mucho su amistad y no quería perderla.
Noah se sintió devastada pero trató de mantener la compostura. Aunque Ares intentó actuar como si nada hubiera cambiado, la dinámica entre ellos se volvió incómoda y distante. Con el corazón roto, Noah comenzó a evitar a Ares, sintiendo que era la única manera de sanar su corazón herido.
Ares, por su parte, empezó a darse cuenta de cuánto extrañaba a Noah. Las tardes de estudio, las caminatas, las conversaciones interminables. Comenzó a reflexionar sobre sus propios sentimientos y, con el tiempo, se dio cuenta de que había cometido un error. Había rechazado a Noah no porque no tuviera sentimientos por ella, sino por miedo a cambiar lo que ya tenían.
Decidido a enmendar su error, Ares fue a buscar a Noah para explicarle todo, para decirle que realmente la quería y que estaba dispuesto a darle una oportunidad a ese nuevo capítulo juntos. Pero cuando llegó a su casa, se encontró con la noticia de que Noah y su familia se habían mudado a otra ciudad.
Ares sintió como si el mundo se detuviera. Había esperado demasiado, y ahora era demasiado tarde. Noah ya no estaba allí, y él no tenía manera de alcanzarla o decirle lo que sentía.
Conclusión:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.