Había una vez un niño llamado Nicolás, que vivía con sus papás en una pequeña casa cerca de un hermoso jardín. Nicolás era muy feliz con su mamá y su papá, pero había algo que lo hacía sentir aún más emocionado: ¡Pronto tendría un hermanito! Un bebé llamado Sergio que llegaría para llenar su hogar de amor y risas.
Una mañana soleada, mamá y papá le dieron la noticia a Nicolás mientras desayunaban juntos en la mesa. Mamá sonrió y, con una mirada llena de amor, le dijo:
—Nicolás, pronto tendrás un hermanito llamado Sergio. ¡Será muy divertido!
Nicolás, con los ojos brillantes de emoción, preguntó:
—¿Cuándo llegará? ¿Qué cosas divertidas podemos hacer con él?
Papá rió y abrazó a Nicolás.
—Todavía falta un poquito, pero cuando llegue, lo tendremos que cuidar mucho. Será una gran aventura.
A medida que pasaban los días, Nicolás se preparaba para la llegada de Sergio. Su mamá le compró una cuna muy bonita, y su papá pintó las paredes de la habitación con estrellas y lunas. Nicolás no podía esperar más para ver a su hermanito, y cada vez que pasaba por la habitación de Sergio, se sentía más y más emocionado.
Finalmente, llegó el día tan esperado. Mamá y papá estaban muy felices, y Nicolás, aunque un poco nervioso, sentía una gran curiosidad. Un día, en la tarde, mamá llamó a Nicolás y le dijo:
—¡Es hora, Nicolás! ¡Sergio está aquí!
Nicolás corrió hacia la habitación y vio a su mamá sosteniendo a un pequeño bebé envuelto en una mantita suave. ¡Era Sergio! Nicolás lo miró con asombro, y su corazón se llenó de amor.
—¡Es tan pequeño! —dijo Nicolás, con una sonrisa en su rostro. —¿Cómo puedo jugar con él?
Mamá sonrió y le explicó:
—Sergio es muy pequeñito para jugar, pero cuando crezca un poquito más, podrán jugar juntos. Ahora, lo más importante es que lo cuidemos con mucho amor.
Los días pasaron, y Nicolás comenzó a aprender que tener un bebé en casa no era tan fácil como parecía. Al principio, no podía jugar con Sergio como quería. Mamá y papá estaban muy ocupados cuidando de él, dándole de comer y durmiendo mucho.
Un día, Nicolás estaba jugando con sus juguetes en el salón cuando vio a mamá intentar calmar a Sergio, que estaba llorando. Nicolás se acercó y, con su voz suave, le dijo:
—No llores, Sergio. Yo te voy a cuidar cuando mamá y papá no puedan.
Mamá miró a Nicolás y se agachó a su altura.
—Qué hermoso lo que dices, Nicolás. Pero recuerda que ahora Sergio necesita descansar y estar con mamá y papá. Tú, como hermano mayor, también puedes ayudar. Cuando Sergio sea un poquito más grande, podrán hacer muchas cosas juntos.
Nicolás sonrió, feliz por poder ayudar a su hermanito, aunque no pudiera jugar con él de inmediato.
Al cabo de unos meses, Sergio creció un poquito más, y Nicolás empezó a notar que podía hacer cosas con él. Empezaron a jugar a mirar las luces brillantes de las estrellas en el cielo, y Nicolás le cantaba canciones suaves mientras lo mecía en sus brazos. Aunque Sergio aún no podía hablar, Nicolás sabía que a su hermanito le gustaba escuchar su voz.
Un día, mientras jugaban juntos en el jardín, mamá y papá les dijeron a Nicolás y Sergio:
—¿Qué les parece si vamos al parque a jugar con la pelota? ¡Hoy es un día perfecto para divertirnos!
Nicolás se puso muy contento y abrazó a Sergio con mucho cariño. Aunque Sergio aún no podía correr como él, Nicolás estaba feliz de compartir su día con él.
En el parque, mamá y papá pusieron a Sergio en una pequeña manta en el césped mientras jugaban con Nicolás. Nicolás corrió y pateó la pelota con fuerza, y luego miró a su hermanito, que lo observaba con ojos curiosos.
—Pronto, Sergio —dijo Nicolás—, cuando crezcas un poquito más, te enseñaré a patear la pelota como yo.
Sergio sonrió, aunque no entendía del todo, pero estaba feliz de estar allí con su hermano mayor.
Los meses siguieron pasando, y Nicolás y Sergio empezaron a disfrutar de muchos momentos juntos. Nicolás le enseñaba a Sergio nuevas palabras, le cantaba canciones y le contaba historias antes de dormir. Aunque no siempre podía hacer todo lo que quería, Nicolás aprendió que ser hermano mayor significaba cuidar y compartir, y que la paciencia y el amor eran las claves para tener una relación especial con su hermanito.
Conclusión
Este cuento nos enseña que el amor fraternal crece con el tiempo y con los cuidados que brindamos a nuestros hermanos. Nicolás aprendió que, aunque al principio fue difícil entender los cambios en su vida, lo más importante era ser paciente y tener amor en su corazón. Al final, Nicolás y Sergio compartieron muchas aventuras juntos, sabiendo que, como familia, siempre estarían allí el uno para el otro.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.