Cuentos de Amor

El Secreto de la Costa Dorada

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 7 minutos

Español

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En la soleada costa de Australia, en un pintoresco pueblo costero, vivían dos amigos, Marc y Sabina, ambos de once años. Compartían una amistad única, forjada por incontables aventuras y un amor secreto por los misterios del mar.

Era un día especial para los estudiantes del Colegio del Mar, quienes se embarcaban en una excursión escolar a la isla de Coral, un paraíso natural famoso por sus leyendas de tesoros escondidos y criaturas marinas mágicas. El viaje en barco estaba lleno de risas y cánticos, con Marc y Sabina compartiendo sueños de encontrar alguna reliquia olvidada en la isla.

Al llegar, la isla les recibió con su exuberante vegetación y playas de arena fina. Los estudiantes, guiados por sus maestros, exploraron los senderos naturales, aprendiendo sobre la flora y fauna local. Pero Marc y Sabina, movidos por su curiosidad, se sentían atraídos por algo más allá del itinerario.

Cuando el día tocaba a su fin, y el grupo se preparaba para regresar, Marc miró a Sabina con una sonrisa traviesa. «¿Y si exploramos un poco más?», sugirió. Sabina, con sus ojos brillantes de emoción, asintió sin dudar.

Se alejaron discretamente del grupo, adentrándose en un camino menos transitado. La brisa del mar acariciaba sus rostros mientras descubrían rincones ocultos de la isla, riendo y compartiendo historias. Sin embargo, su aventura no pasó desapercibida.

Un grupo de compañeros de clase, liderados por el curioso Marc, los había seguido. Al darse cuenta, Marc y Sabina intentaron esquivarlos, corriendo por senderos serpenteantes y riendo ante la emoción de la persecución.

Finalmente, en un escondite secreto junto a las rocas, Sabina y Marc se encontraron solos, sus corazones latiendo con fuerza. El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosas. Marc miró a Sabina, sus ojos reflejando la puesta del sol.

«Siempre quise hacer esto», confesó Marc, su voz temblorosa, pero llena de sinceridad. Sabina, con una sonrisa tímida, asintió, sus ojos encontrando los de Marc. Y en ese momento mágico, en ese rincón escondido del mundo, compartieron su primer beso, un beso que selló una promesa no dicha pero entendida.

El tiempo pareció detenerse para ellos, pero la realidad pronto los alcanzó. El sonido de las voces de sus compañeros buscándolos los devolvió al presente. Riendo y tomados de la mano, regresaron al grupo justo a tiempo para el último llamado para abordar el barco de regreso.

En el viaje de vuelta, Marc y Sabina intercambiaron miradas cómplices, sus corazones llenos de un secreto compartido. A su alrededor, sus compañeros hablaban animadamente, sin sospechar el cambio que había ocurrido en la relación de estos dos amigos.

Al llegar al pueblo, se despidieron con una sonrisa, sabiendo que algo especial había comenzado entre ellos. Esa noche, en sus respectivos hogares, se quedaron despiertos, pensando en su aventura y en el futuro que les esperaba.

Los días siguientes en la escuela estuvieron llenos de miradas y sonrisas secretas. Marc y Sabina, ahora unidos por un lazo más profundo, continuaron explorando juntos, compartiendo aventuras y descubriendo los pequeños y grandes misterios de su mundo.

Su amistad se fortaleció, convirtiéndose en un refugio seguro donde podían ser ellos mismos, sin miedos ni dudas. Juntos, enfrentaron los desafíos de la vida cotidiana, apoyándose mutuamente en cada paso.

Y así, a través de sus aventuras y descubrimientos, Marc y Sabina aprendieron que el amor más verdadero y duradero es aquel que nace y crece en la amistad. Descubrieron que, en cada risa compartida, en cada mirada cómplice, en cada aventura vivida juntos, se escondía la magia del amor.

En el corazón del pueblo y en las páginas de su historia, quedaron grabados esos momentos de alegría, aventura y amor. Marc y Sabina, dos amigos que, en un viaje inesperado, encontraron algo más valioso que cualquier tesoro: el amor que crece en la amistad.

Y así, en las calles y playas de su querido pueblo, en cada rincón donde jugaron y soñaron, se tejía la historia de dos corazones jóvenes que aprendieron a amar. Una historia que, como las olas del mar, continuaría fluyendo y creciendo, llevándolos a nuevos horizontes y aventuras.

Mientras la vida en el pueblo retomaba su curso habitual, Marc y Sabina se encontraron envueltos en una serie de eventos que les llevarían a descubrir aún más sobre sí mismos y el mundo que los rodeaba.

Un día, mientras caminaban por la playa después de la escuela, encontraron un extraño objeto parcialmente enterrado en la arena. Era una vieja botella de vidrio, sellada con un corcho y dentro, un pergamino amarillento. Con manos temblorosas de emoción, Sabina abrió la botella y desenrolló el pergamino. Era un mapa, y en él, una ruta marcada que llevaba a un punto desconocido en el mismo pueblo.

La curiosidad superó cualquier duda que pudieran tener. Decidieron seguir el mapa al día siguiente, prometiéndose mutuamente una nueva aventura. Esa noche, ambos soñaron con tesoros escondidos y secretos por descubrir.

Al alba, con el mapa en mano y una mochila llena de suministros, partieron desde la playa. El mapa los guiaba a través de calles y senderos conocidos, pero poco a poco los llevaba hacia partes del pueblo que nunca habían explorado. Pasaron por viejas casas, cruzaron puentes de madera y siguieron un arroyo serpenteante hasta llegar a un viejo molino abandonado.

El molino, cubierto de enredaderas y con sus aspas desgastadas por el tiempo, guardaba la entrada a un túnel secreto. Con una mezcla de nerviosismo y emoción, Marc y Sabina se adentraron en la oscuridad, usando linternas para iluminar su camino. El túnel los condujo a una cámara subterránea, donde, entre polvo y telarañas, encontraron un cofre de madera.

Dentro del cofre, no había oro ni joyas, sino algo mucho más valioso: una colección de historias y leyendas del pueblo, escritas por generaciones pasadas. Eran relatos de héroes y aventureros, de amores perdidos y encontrados, de misterios y maravillas que habían ocurrido justo donde ellos vivían.

Marc y Sabina pasaron horas leyendo las historias, cada una abriendo una ventana a un pasado lleno de magia y aventura. Decidieron llevar el cofre con ellos, comprometiéndose a continuar la tradición de contar historias.

A su regreso, con el cofre de historias a cuestas, decidieron organizar una noche de cuentacuentos en la playa. Invitaron a sus amigos, familiares y a cualquiera que quisiera escuchar las antiguas leyendas del pueblo.

La noche de cuentacuentos fue un éxito. La gente se reunió alrededor de una fogata, escuchando con asombro las historias que Marc y Sabina leían a la luz del fuego. Cada historia tejía un lazo más fuerte entre ellos y su comunidad, recordándoles que cada persona y cada lugar tiene una historia que contar.

Inspirados por el éxito de la noche, Marc y Sabina decidieron crear un club de cuentacuentos en la escuela. Cada semana, se reunían con otros estudiantes para compartir historias, leyendas y aventuras propias. Su amor por las historias y la aventura se convirtió en una pasión compartida por muchos, creando un nuevo sentido de comunidad y amistad en el pueblo.

Mientras tanto, su amistad se fortalecía día a día. Juntos, exploraban nuevos rincones del pueblo, buscaban más historias y compartían sus sueños y esperanzas. Sabina se había convertido en la mejor amiga de Marc, y él para ella, un compañero inquebrantable en cada aventura.

Los días pasaban, y con cada puesta de sol, Marc y Sabina se sentían más agradecidos por los momentos compartidos. Habían descubierto que las mayores aventuras no siempre están en islas lejanas o tesoros escondidos, sino en los lazos de amistad y amor que se forman en el camino.

Y así, en las páginas de su historia y en los corazones de quienes los conocían, Marc y Sabina dejaron una huella imborrable. Dos amigos, unidos por el amor a la aventura y por un lazo que, aunque no nombrado, era más fuerte que cualquier tesoro del mundo. Su historia, tejida con risas, sueños y descubrimientos, sería recordada por mucho tiempo, inspirando a generaciones futuras a buscar sus propias aventuras y a valorar los tesoros de la amistad y el amor.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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