Cuentos de Amor

El Último Día de Preescolar

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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El último día de preescolar llegó y Jhoan estaba muy emocionado, pero también un poco triste. Sabía que ese día marcaría el final de un ciclo especial, pero también el inicio de una nueva aventura en la primaria. El salón estaba decorado con globos de colores y dibujos brillantes que cubrían las paredes. Todo parecía estar lleno de alegría, pero en el corazón de Jhoan había una mezcla de emociones.

La maestra, con una gran sonrisa, entró al salón y les dijo a los niños que era momento de hacer una despedida grande, una celebración por todo lo aprendido durante el año. Jhoan miró a sus compañeros de clase, todos con sus camisas rojas, y se dio cuenta de que, aunque no sabía qué les deparaba el futuro, siempre tendría los recuerdos de esos días.

“Hoy vamos a hacer una gran obra de teatro para nuestros padres,” anunció la maestra. Los niños comenzaron a aplaudir y se miraron entre sí con nervios. Algunos no estaban seguros de cómo les iría, pero sabían que, si se apoyaban mutuamente, todo saldría bien.

Durante toda la mañana, Jhoan y sus compañeros practicaron para la obra. Todos tenían roles importantes y trabajaron juntos para que todo fuera perfecto. Jhoan iba a ser el protagonista, y aunque al principio estaba un poco nervioso, pronto se sintió más seguro de sí mismo al ver que sus amigos estaban igualmente entusiasmados.

Finalmente, llegó la hora de la representación. Los padres se sentaron en las sillas dispuestas frente al escenario improvisado. Jhoan miró al público y vio las sonrisas de su mamá y papá. Sabía que ese era un momento muy especial.

Cuando llegó su turno, Jhoan se levantó con valentía y dijo su línea. “¡Hola, soy el rey del bosque y todos deben escucharme!” Todos los niños aplaudieron, y Jhoan sintió una gran emoción al escuchar la ovación. Los papás y mamás también sonrieron y aplaudieron, disfrutando del esfuerzo de los pequeños.

Al final de la obra, la maestra entregó un diploma a cada niño. “Estoy muy orgullosa de todos ustedes,” dijo con una voz cálida. “Hoy no solo han aprendido mucho, sino que también han demostrado lo valientes y capaces que son.”

El resto del día pasó entre juegos, canciones y abrazos. Las madres y padres tomaban fotos, intentando capturar cada sonrisa y cada momento especial. Los niños jugaban felices, saltando y corriendo por el salón, compartiendo risas con sus amigos.

A medida que el día llegaba a su fin, Jhoan se sintió un poco melancólico. Era el último día en que estaría en ese salón, con sus amigos y su maestra. Sabía que la primaria le esperaba con nuevas aventuras, pero algo dentro de él no quería despedirse de todo lo que había vivido.

Se acercó a su maestra, a la que tanto quería, y le dio un fuerte abrazo. “Gracias, maestra, por todo lo que me enseñaste,” le dijo con una sonrisa. La maestra abrazó a Jhoan con ternura y le respondió: “Tú eres muy especial, Jhoan. Siempre recuerda lo que has aprendido aquí, y sé valiente en todo lo que hagas.”

Luego, Jhoan se acercó a sus amigos. Se abrazaron, riendo y prometiéndose que siempre serían amigos, aunque ahora cada uno seguiría su propio camino. La despedida fue emotiva, pero Jhoan sabía que, aunque la primaria fuera algo nuevo y diferente, esos recuerdos siempre estarían con él.

Al final del día, Jhoan miró el salón por última vez. Los globos de colores seguían flotando en el aire, y los dibujos en las paredes parecían decirle adiós. “Gracias, preescolar,” pensó Jhoan con una sonrisa. “Nunca olvidaré todo lo que viví aquí.”

Ese día, Jhoan aprendió que cada despedida puede ser triste, pero también es una oportunidad para nuevas aventuras. Sabía que lo mejor estaba por venir, pero siempre llevaría en su corazón todo lo vivido en el salón de preescolar.

La tarde continuó con una gran fiesta en el patio de la escuela. Los niños corrieron hacia los juegos, riendo y saltando, disfrutando de su último día juntos. Jhoan miró a su alrededor y se dio cuenta de que todo lo que veía le era familiar: las risas de sus amigos, el sonido de la pelota rebotando en el suelo, el sol cálido brillando en el cielo. A pesar de todo lo que se venía, sentía una paz en su corazón, porque sabía que había vivido un año maravilloso.

Jhoan corrió hacia el columpio, el cual era su lugar favorito en todo el mundo. Al subirse, cerró los ojos y dejó que el viento le acariciara la cara. Recordó el primer día de preescolar, cuando era muy pequeño y no sabía qué esperar. Estaba nervioso, pero con el tiempo, hizo nuevos amigos y aprendió cosas que nunca imaginó.

Miró hacia los otros niños que jugaban cerca de él. Ahí estaba Sofía, saltando la cuerda con una gran sonrisa. Sus cabellos dorados brillaban bajo el sol y su risa era contagiosa. Un poco más allá, veía a Pablo y Mariana jugando al escondite, corriendo de un lado a otro con gran energía. Jhoan los observaba con cariño, sabiendo que, a pesar de que cada uno seguiría un camino diferente, esos recuerdos se quedarían con él para siempre.

En el fondo, cerca del árbol donde siempre hacían las actividades al aire libre, la maestra estaba hablando con los padres de los niños. Estaba orgullosa, como siempre, pero hoy, algo en sus ojos mostraba una pizca de tristeza. Los niños, como todo en la vida, crecían rápidamente, y ese día era un claro recordatorio de lo que ya había pasado.

Jhoan dejó el columpio y se acercó a su grupo de amigos. Todos se sentaron en el césped, rodeados de globos y cintas de colores que flotaban suavemente en el aire. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Era el momento perfecto para compartir unas palabras antes de irse.

“Hoy es un día muy especial,” comenzó Jhoan, mirando a sus amigos. “No quiero que se olvide nunca todo lo que vivimos juntos. Cada uno de nosotros tiene algo único que nos hace especiales, y creo que eso es lo más bonito de todo.”

Sofía le sonrió con dulzura. “Sí, Jhoan. Vamos a seguir siendo amigos, ¿verdad? Aunque ya no estemos en la misma clase.”

“Claro que sí,” dijo Pablo, tomando la mano de Mariana. “Siempre vamos a recordarnos, aunque estemos en diferentes escuelas.”

Jhoan asintió con la cabeza, sintiendo que su corazón se llenaba de gratitud. Había hecho amigos que siempre serían parte de su vida. No importaba si la primaria sería diferente, porque siempre llevaría consigo los momentos compartidos con ellos.

La tarde fue pasando entre juegos, cantos y más abrazos. A medida que los padres comenzaban a recoger a sus hijos, Jhoan miró el salón una vez más. Ya estaba vacío, solo quedaban los recuerdos de todas las risas y los momentos especiales que habían vivido juntos.

De repente, la maestra se acercó a él. “Jhoan, quiero que sepas lo orgullosa que estoy de ti. Has crecido tanto durante este año, y estoy segura de que serás increíble en la primaria. No olvides nunca lo que has aprendido aquí.”

Jhoan miró a la maestra con los ojos brillosos. “Gracias, maestra. Usted también ha sido muy importante para mí.”

La maestra le dio un abrazo cariñoso y luego se alejó para saludar a otros padres. Jhoan permaneció allí, solo por un momento, mirando el salón vacío. Una parte de él deseaba que el día nunca terminara, que pudiera seguir siendo parte de esa burbuja mágica que había sido el preescolar. Pero sabía que lo que venía era aún más emocionante.

El sonido de las risas de sus amigos lo hizo volver a la realidad. Todos estaban en el jardín, preparando una última sorpresa. Una gran piñata llena de dulces colgaba de un árbol, y todos los niños corrían alrededor de ella, ansiosos por romperla.

Jhoan corrió hacia allí, con una gran sonrisa en su rostro. Había sido un día lleno de emociones, pero ahora era momento de disfrutar una última fiesta con sus amigos. Golpeó la piñata con fuerza, riendo mientras la piñata se rompía y los dulces caían al suelo. Los niños se agacharon rápidamente para recogerlos, y en ese momento, Jhoan sintió que todo estaba bien. Todo el esfuerzo y las emociones del día valieron la pena.

Cuando la fiesta comenzó a terminar, los niños se despidieron uno por uno. Jhoan abrazó a cada uno de sus amigos con mucha ternura. “Te voy a extrañar,” le dijo a Mariana. “Nos vamos a ver en la primaria,” respondió ella, con una sonrisa que le hizo sentir que todo estaría bien.

Los padres comenzaron a llevarse a los niños a casa, y Jhoan se acercó a sus padres, que lo esperaban con una gran sonrisa. “Fue un día increíble,” les dijo mientras subía al auto.

Durante el camino a casa, Jhoan pensó en todo lo que había vivido ese día. Había sido un día de despedidas, sí, pero también de nuevos comienzos. Pensó en lo que venía, en la primaria, en los nuevos amigos que conocería, en todo lo que aprendería. Estaba emocionado, pero también un poco triste de dejar atrás ese capítulo de su vida.

Esa noche, antes de dormir, Jhoan miró por la ventana. El cielo estaba despejado, y las estrellas brillaban con fuerza. Sabía que, aunque todo cambiaba, siempre llevaría consigo las lecciones aprendidas, los momentos felices y, lo más importante, el amor y la amistad que había compartido con sus compañeros de preescolar.

“Gracias por todo, preescolar,” susurró Jhoan en voz baja. “Gracias por todo lo que me diste.”

Y con esa sonrisa en su rostro, se quedó dormido, soñando con las nuevas aventuras que la vida le tenía preparadas.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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