Isabel, era una mujer de 60 años, amante del mar, los barcos y el campo. A pesar de su avanzada edad, se mantenía activa, le gustaba mucho andar por la arena y visitar el zoológico. La vida le había dejado muchas enseñanzas, miles de recuerdos y al regalo más preciado: su hijo Raúl.
Raúl era un hombre hecho y derecho a sus 30 años. Generoso y compasivo, recordaba con mucha nostalgia los esfuerzos que su madre tuvo que hacer para criarle por su cuenta y procurarle las mejores vivencias posibles, a pesar de las circunstancias adversas.
Raúl, conocía los deseos de su madre. Ella siempre hablaba de viajar a París y Nueva York, deseando conocer la Torre Eiffel y los rascacielos americanos. Y su segundo sueño era vivir en una casa frente al mar en Málaga.
Raúl decidió, entonces, realizar un esfuerzo extraordinario: regalarle a su madre los sueños que aún no había cumplido. Ahorró durante meses, trabajó horas extras e invirtió sus recursos con la ayuda de un amigo economista.
Primero obtuvo el suficiente dinero para comprar una preciosa casa en primera línea de playa en Málaga. Era una casa con acabados blancos y azules, propio del estilo costero malagueño. Tenía vistas panorámicas al mar y la playa estaba a pocos pasos de distancia.
Cuando llevó a Isabel a conocer su nueva casa, ella no podía creer lo que veía. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. No solo por la emocionante sorpresa, sino por la realidad de que su sueño se hubiera hecho realidad gracias al amor y el esfuerzo de su hijo.
Después de habitar la casa durante algunas semanas y aprovechar al máximo el clima maravilloso que ofrece Málaga, Raúl le dio otra sorpresa a su madre. Le entregó dos boletos: uno para París y otro para Nueva York.
Isabel no pudo evitar emocionarse una vez más. Su hijo había transformado sus sueños en realidades tangibles. Durante los viajes, Isabel pudo disfrutar de los encantos de ambas ciudades, pasear a orillas del río Sena y subir a lo alto de la Torre Eiffel. En Nueva York, se sorprendió con su bullicio constante y sus rascacielos infinitos.
Al volver a Málaga, Raúl le dijo a Isabel, «Mamá, quiero que sepas lo mucho que te quiero, y darte las gracias por todo. Por ser mi madre, por criar a este hombre que ahora puedes ver frente a ti, por enseñarme los valores más importantes y darme tus consejos. Todas estas sorpresas son solo una pequeña manera de demostrártelo».
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.