Erick era un niño de 11 años que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y una energía contagiosa. Le gustaba explorar la naturaleza, construir refugios en el bosque y, sobre todo, jugar con su mejor amiga, Isela. Ella era una niña aventurera y curiosa que compartía su amor por la naturaleza y las aventuras. Juntos, pasaban horas inventando historias y explorando cada rincón del bosque.
Un día, mientras caminaban por un sendero que solían visitar, Erick e Isela encontraron algo extraordinario: un viejo reloj de bolsillo. Era de bronce, muy desgastado y tenía un grabado en la tapa que decía: «El tiempo es un regalo. Cuídalo». Intrigados, comenzaron a examinarlo. De pronto, el reloj comenzó a brillar intensamente, y en un instante, el mundo a su alrededor se detuvo. Los pájaros dejaron de cantar, el viento se detuvo y el río se congeló en un instante. Todo estaba en calma, como si el tiempo hubiera decidido tomar un descanso.
«¿Qué está pasando?» preguntó Isela, con los ojos muy abiertos de asombro.
«No lo sé», respondió Erick, «pero creo que podría ser algo mágico».
De repente, apareció un cuarto personaje, una anciana con cabello plateado y ojos brillantes. Se acercó a ellos sonriendo, como si ya los conociera. Era Abuela Lira, una sabia que vivía en la montaña. Ella era conocida en el pueblo por contar historias fascinantes sobre el tiempo y el amor.
«Hola, niños», dijo la abuela con dulzura. «No tengan miedo. Ustedes han despertado el poder de este reloj. Es un reloj del tiempo que, a veces, da la oportunidad de conocer el verdadero significado del amor y la amistad. Tienen una misión que cumplir”.
Erick e Isela se miraron intrigados y un poco nerviosos. «¿Cuál es la misión, Abuela Lira?», preguntó Erick con curiosidad.
«Debes encontrar el corazón del tiempo, que se esconde en un lugar muy especial. Pero lo más importante es que deben hacerlo juntos. Cada vez que actúen con amor y generosidad, el reloj les proporcionará pistas para encontrarlo. Pero si se separan o se dejan llevar por la desconfianza, el tiempo volverá a moverse, y ustedes perderán esta oportunidad».
Erick e Isela se sintieron emocionados ante la idea de una aventura y decidieron que harían lo posible por ayudar. La abuela les entregó el reloj, que empezó a latir como un corazón. «Ahora, sigan el sonido del reloj. Les guiará», dijo, mientras miraba a los niños con ternura. Con su corazón lleno de esperanza, comenzaron a caminar.
Mientras seguían el latido del reloj, encontraron varios desafíos en su camino. Uno de los primeros obstáculos fue un río que había crecido debido a la lluvia. Cuando vieron que había un pequeño puentecillo, Isela se asustó. «No creo que pueda cruzar, Erick. ¿Y si me caigo?»
Erick, al notar el temor de su amiga, la animó: «Confía en ti misma, Isela. Yo estaré aquí contigo». Tomados de la mano, cruzaron el puentecillo despacio. Cada paso que daban, el latido del reloj se hacía más fuerte, llenándolos de valor. Al cruzar, Isela sintió una gran felicidad. «Gracias, Erick. Me ayudaste a creer en mí».
Siguieron su camino hasta que encontraron un campo de flores silvestres. Allí, el reloj dejó de latir y se iluminó con un brillo dorado. «Mira, hay algo aquí», exclamó Isela, que se inclinó para observar. Había una pequeña caja hecha de madera que estaba cubierta de viejas enredaderas. Cuando la abrieron, encontraron unas pequeñas semillas y una nota que decía: «Planta con amor y verás florecer el verdadero corazón del tiempo».
 
     
	 
	 
	  
   
					 
			
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.