En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y un cielo siempre azul, vivía un grupo de cinco amigos inseparables. Zack, con su risa contagiosa y su amor por la aventura; Emma, una joven soñadora con grandes aspiraciones; Guille, un niño inquieto que siempre buscaba nuevas experiencias; Sofía, una chica amable y creativa, y Elías, un chico ingenioso que siempre tenía una solución para todo. Juntos exploraban los rincones del bosque, jugaban en el parque y compartían sueños bajo las estrellas.
Era un día soleado de primavera cuando todos decidieron reunirse en su lugar favorito, un claro en el bosque donde se encontraba un viejo árbol. Allí, se sentaron en círculo, cada uno llevando algo especial para compartir. Zack, con su energía siempre lista para la aventura, lanzó la primera idea.
—¿Y si organizamos una búsqueda del tesoro? —propuso emocionado—. ¡Podría ser la mejor aventura de nuestras vidas!
Emma levantó las cejas con entusiasmo. Siempre había amado las historias de tesoros perdidos y misterios por resolver.
—¡Sí, sí, sí! —gritó—. Podríamos dividirnos en equipos y ver quién encuentra el tesoro primero. Pero necesitamos mapas y pistas para hacerlo más emocionante.
Guille, que a menudo tenía mucho que decir, agregó rápidamente:
—¡Yo me hago cargo de los mapas! Tengo algunos rollos de papel en casa y unos marcadores de colores. ¡Haremos algo espectacular!
Sofía sonrió, visualizando todas las posibilidades creativas para la búsqueda. Se le ocurrió que podrían inventar una historia sobre el tesoro.
—Podemos decir que el tesoro está escondido por un antiguo pirata que navegó por estos mares. ¡Y la leyenda dice que solo los amigos verdaderos pueden encontrarlo!
Elías, que había estado pensando un poco más allá, intervino:
—Sí, pero también debemos tener cuidado. Tal vez el antiguo pirata haya dejado trampas o pruebas que debamos superar para conseguir el tesoro.
Con la idea tomando fuerza entre ellos, decidieron que al día siguiente comenzarían a planear su búsqueda del tesoro. Cada uno se marchó a casa esa tarde con una sensación de emoción. Sin embargo, a medida que iban pasando los días, algo inesperado comenzó a florecer entre ellos.
Con la organización del juego en marcha, Zack empezó a notar que sus sentimientos hacia Emma eran más que esos de solo amistad. La veía reír, su mirada brillante cuando hablaba de sus sueños, y no podía dejar de pensar en ella. Emma, a su vez, comenzó a sentir lo mismo, aunque, en el fondo, tenía miedo de que eso pudiera afectar su hermandad. Guille y Sofía también detectaron la tensión entre Zack y Emma, pero optaron por no mencionarlo. Elías, por otro lado, era el único que parecía darse cuenta de que su amigo quedaba atrapado entre dos emociones distintas: la amistad y un amor naciente.
Con cada día que pasaba, la búsqueda del tesoro se convirtió en una excusa para pasar más tiempo juntos, y durante sus preparativos, las confidencias y risas dieron paso a momentos de mayor intimidad. Incluso comenzaron a intercambiar miradas que, antes, estaban llenas de inocencia.
Una tarde, mientras se tomaban un descanso después de pensar en las pistas que darían inicio a la búsqueda del tesoro, Guille sugirió:
—Tal vez deberíamos decorar nuestras mochilas para la búsqueda. ¡Que todo el mundo sepa que somos un equipo!
Sofía se iluminó con la idea. Decidió que cada uno podría personalizar su mochila con cosas que representaran sus personalidades. Así, se congregaron en la casa de Sofía, donde ella tenía todos los materiales necesarios.
Mientras todos estaban concentrados en sus mochilas, Zack no podía dejar de mirar a Emma, que, al parecer, también estaba muy interesada en él. En un momento, sus manos se rozaron accidentalmente mientras ella pasaba una pegatina. Ambos sintieron un cosquilleo en el estómago. Emma se sonrojó, y Zack se sintió a la vez nervioso y emocionado.
—Oigan, creo que esta búsqueda del tesoro nos unirá más que nunca —dijo Elías, interrumpiendo el momento de tensión.
—Sí, será un gran desafío —agregó Guille, ajeno a las emociones que estaban brillando entre Zack y Emma—. ¡Pero lo más divertido es que siempre hemos estado juntos!
A medida que se acercaba el día de la búsqueda del tesoro, la tensión entre Zack y Emma creció. Una tarde, decidieron salir a dar un paseo por el bosque. El aire fresco les llenó de energía, y la naturaleza parecía fluir con ellos. Mientras caminaban, Zack, decidido a no dejar que sus sentimientos se quedaran dentro, se detuvo y se volvió hacia Emma.
—Emma, hay algo que quiero decirte… —su voz temblaba un poco mientras su mirada se centraba en sus ojos.
Emma sintió que el corazón le latía más rápido.
—Dime —respondió ella, a la expectativa, aunque también un poco asustada de lo que pudiera pasar.
Zack dio un paso adelante y, con una sonrisa nerviosa, continuó:
—Bueno, es solo que… a veces me siento… especial a tu lado. Como si hubiera algo más que solo amistad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.