En un pequeño pueblo envuelto en las brumas del otoño, Sergio e Inma se conocieron un día gris bajo los árboles de hojas doradas. Sergio, un joven tímido pero de mirada intensa, trabajaba en la librería del pueblo, un refugio de historias antiguas y susurros entre estanterías. Inma, con su sonrisa luminosa y curiosidad insaciable, entró un día en busca de un libro que la llevara a mundos desconocidos.
Desde el primer momento, el aire se llenó de un palpitar silencioso, de esos que apenas se notan pero que llenan todo de colores. Conversaron sobre libros y sueños, sobre lugares distantes y deseos escondidos. Con cada encuentro, la complicidad creció, tejiendo entre ellos un lazo invisible pero palpable.
A medida que las estaciones cambiaban, sus encuentros se hicieron más frecuentes. Las hojas caían y el frío se instalaba, pero el calor entre ellos era suficiente para olvidar el invierno que se acercaba. Sergio, sin embargo, guardaba en su interior un mar de dudas e inseguridades, vestigios de un pasado que lo ataba. Amaba a Inma, de eso estaba seguro, pero el miedo a no ser suficiente, a fallar en el intento de amar, lo mantenía en una encrucijada.
Un día, cuando el invierno se despedía y los primeros brotes de primavera aparecían, Sergio tomó la decisión más difícil. Le dijo a Inma que no estaba listo, que su corazón estaba demasiado herido y confundido para ofrecerle todo lo que ella merecía. Inma, con lágrimas que reflejaban tanto la tristeza como la comprensión, aceptó sus palabras. Se despidieron con un abrazo que parecía contener todos los momentos que habían compartido, todos los sueños que quizás nunca llegarían a cumplir juntos.
Los años pasaron, y aunque la vida los llevó por caminos separados, el vínculo que habían creado los mantenía en contacto. Se veían ocasionalmente, compartían cafés en el mismo banco del parque donde se conocieron, hablaban de sus vidas, sus éxitos y fracasos, siempre con una nostalgia palpable, por lo que pudo haber sido y no fue.
El destino, sin embargo, tiene formas curiosas de tejer sus hilos. Una tarde de otoño, muchos años después de su adiós, Sergio e Inma se encontraron de nuevo en ese parque. Ambos habían cambiado, madurado, llevado vidas llenas de experiencias y aprendizajes. Pero en sus miradas, el tiempo parecía retroceder, y las hojas caídas volvían a susurrar posibilidades.
Esta vez, Sergio estaba listo. Había enfrentado sus temores, había aprendido a aceptarse y a entender que el amor no se trata de perfección, sino de compartir la vida con todas sus imperfecciones. Inma, siempre luminosa, había guardado en su corazón aquel espacio suave para Sergio, esperando el día en que podrían intentarlo de nuevo.
Decidieron darle una nueva oportunidad a su historia, esta vez con la madurez y la certeza de quienes conocen el valor de lo que están eligiendo. La relación floreció, fortalecida por los años de separación, enriquecida por las experiencias que cada uno había vivido por separado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.