Había una vez una familia muy especial. En una acogedora casa llena de amor y risas, vivía una pequeña bebé de seis meses llamada Evangeline. Tenía el cabello negro como la noche y unos ojitos brillantes que siempre parecían llenos de curiosidad y alegría. Sus padres, Kevin y Karla, la adoraban más que a nada en el mundo. Kevin, de 24 años, era un hombre alto con el cabello negro y una sonrisa que podía iluminar cualquier habitación. Karla, de 23 años, también tenía el cabello negro y unos ojos cálidos que reflejaban todo el amor que sentía por su familia.
Desde el momento en que nació, Evangeline llenó la vida de Kevin y Karla de felicidad. Cada día con ella era una nueva aventura. A pesar de ser tan pequeña, Evangeline tenía una gran personalidad y siempre estaba dispuesta a explorar y descubrir cosas nuevas. Le encantaba escuchar a su mamá cantar canciones de cuna y reírse con las divertidas muecas que hacía su papá.
Kevin y Karla se esforzaban mucho para asegurarse de que Evangeline siempre estuviera feliz y segura. Kevin trabajaba largas horas, pero siempre encontraba tiempo para jugar con su hija y leerle cuentos antes de dormir. Karla, por su parte, cuidaba de Evangeline durante todo el día, asegurándose de que siempre estuviera alimentada, cómoda y rodeada de amor.
A medida que Evangeline crecía, comenzaba a darse cuenta de todo lo que sus padres hacían por ella. Aunque era muy pequeña para entenderlo todo, sabía que quería demostrarles cuánto los amaba y apreciaba. Un día, mientras jugaba en su cuna, tuvo una idea. Decidió que iba a hacer algo especial para sus padres, algo que les mostrara cuánto significaban para ella.
Evangeline era muy pequeña para hacer grandes cosas, pero sabía que a veces las cosas más simples podían tener un gran impacto. Empezó por tratar de hacer cosas pequeñas que sabía que harían sonreír a sus padres. Cada vez que veía a su papá, le daba su mejor sonrisa y extendía sus bracitos para que la levantara. Kevin, cansado después de un largo día de trabajo, siempre encontraba energía al ver la carita sonriente de su hija.
Con su mamá, Evangeline desarrolló una rutina especial. Cada mañana, cuando Karla la recogía de su cuna, Evangeline le daba un abrazo y un beso en la mejilla. Karla, conmovida por el gesto de su pequeña, siempre se sentía llena de amor y gratitud. Estas pequeñas acciones eran la forma en que Evangeline podía demostrar su amor a sus padres.
Un día, Kevin decidió que toda la familia necesitaba un descanso. Planeó una pequeña escapada al campo para que pudieran pasar tiempo juntos y disfrutar de la naturaleza. Karla estaba encantada con la idea y comenzó a preparar todo lo necesario para el viaje. Evangeline, aunque no entendía completamente lo que estaba sucediendo, podía sentir la emoción en el aire y también estaba emocionada.
El día del viaje, la familia se despertó temprano y se dirigió al campo. Llegaron a un lugar hermoso, lleno de árboles altos, flores coloridas y un riachuelo que cantaba suavemente al pasar entre las piedras. Kevin y Karla extendieron una manta sobre la hierba y se sentaron a disfrutar del paisaje mientras Evangeline exploraba el mundo a su alrededor.
Evangeline se sentía más feliz que nunca. Mientras gateaba por la manta, observaba todo con sus ojos brillantes de curiosidad. Encontró una pequeña flor amarilla y la sostuvo en sus manitas, mirándola con fascinación. Karla y Kevin la observaban con ternura, disfrutando de cada momento.
Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Kevin y Karla decidieron que era hora de regresar a casa. Evangeline, exhausta pero feliz, se quedó dormida en los brazos de su papá mientras caminaban de regreso. Al llegar a casa, la acostaron en su cuna y se quedaron mirándola dormir, agradecidos por tener una hija tan maravillosa.
Los días pasaron y Evangeline siguió encontrando pequeñas maneras de demostrar su amor a sus padres. Un día, mientras jugaba con sus juguetes, decidió que quería hacer algo especial para su mamá. Con sus pequeñas manos, comenzó a juntar algunos de sus juguetes favoritos y los colocó en una caja. Luego, con la ayuda de su papá, hizo un dibujo con crayones y lo colocó en la caja junto a los juguetes.
Cuando Karla encontró la caja, se sintió conmovida hasta las lágrimas. Abrió la caja y vio los juguetes y el dibujo de su hija. «¡Es hermoso, Evangeline!», dijo, abrazando a su pequeña. «Eres la niña más dulce del mundo.»
Kevin, viendo lo felices que estaban Karla y Evangeline, decidió que también quería hacer algo especial para su familia. Un fin de semana, organizó una sorpresa. Preparó un picnic en el parque y llevó a su familia a pasar el día al aire libre. Karla y Evangeline estaban encantadas. Pasaron el día jugando, riendo y disfrutando de la compañía del otro.
Evangeline estaba especialmente emocionada porque en el parque había un estanque con patos. Con la ayuda de su papá, se acercó al estanque y observó cómo los patos nadaban y se sumergían en el agua. Kevin le explicó a Evangeline que los patos eran muy buenos nadadores y que siempre trabajaban en equipo para encontrar comida y cuidarse entre ellos.
Evangeline, aunque aún era muy pequeña para entender todas las palabras de su papá, podía sentir el amor y la dedicación en su voz. Sentía una profunda conexión con sus padres y sabía que siempre estarían allí para cuidarla y protegerla.
A medida que Evangeline crecía, sus maneras de demostrar amor también evolucionaban. Empezó a ayudar a su mamá a regar las plantas en el jardín, a recoger sus juguetes después de jugar y a darle besos de buenas noches a su papá antes de dormir. Cada pequeña acción estaba llena de amor y gratitud.
Un día, cuando Evangeline tenía un poco más de un año, Kevin y Karla decidieron organizar una pequeña fiesta para celebrar su primer cumpleaños. Invitaron a familiares y amigos, y decoraron la casa con globos y serpentinas. Evangeline, vestida con un lindo vestido, estaba más feliz que nunca.
Durante la fiesta, Karla tomó la mano de Evangeline y la llevó al centro de la sala. «Hoy celebramos el primer año de nuestra pequeña Evangeline», dijo con una sonrisa. «Es un año lleno de amor, alegría y muchas aventuras. Estamos muy agradecidos por tenerte en nuestras vidas.»
Kevin se unió a ellas y abrazó a su esposa y a su hija. «Evangeline, eres el mayor regalo que hemos recibido. Te amamos más de lo que las palabras pueden expresar», dijo, con los ojos brillantes de emoción.
La fiesta fue un éxito y todos se divirtieron mucho. Evangeline recibió muchos abrazos y besos, y al final del día, se quedó dormida en los brazos de su mamá, sintiéndose amada y segura.
Esa noche, mientras Kevin y Karla se sentaban juntos en el sofá, reflexionaron sobre el increíble año que habían tenido. «Evangeline nos ha enseñado tanto sobre el amor y la gratitud», dijo Karla, recostándose en el hombro de Kevin. «Cada día con ella es un tesoro.»
Kevin asintió y besó la frente de su esposa. «Somos muy afortunados de tenernos el uno al otro y a nuestra pequeña Evangeline. Juntos, podemos superar cualquier cosa y disfrutar de todas las aventuras que la vida nos depare.»
Y así, la familia de Evangeline continuó creciendo y fortaleciendo su amor. Con cada día que pasaba, encontraban nuevas maneras de demostrar su amor y apoyo mutuo. Sabían que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían el amor incondicional que los unía.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.