Era un día como cualquier otro para Johana, una chica de 19 años que disfrutaba pasar su tiempo libre navegando por internet. Con su cabello negro y ojos cafés, Johana siempre había sido una persona soñadora, pero también realista. Le gustaba explorar nuevas aplicaciones y descubrir lo que la tecnología tenía para ofrecer. Esa tarde, mientras se desplazaba por la pantalla de su teléfono, se encontró con una aplicación que capturó su atención: una app de citas exclusivamente para chicas. La descargó, movida por la curiosidad y la esperanza de encontrar algo especial.
Después de configurar su perfil y comenzar a explorar, se topó con una foto que la dejó sin aliento. Era una chica con ojos marrones profundos, cabello negro brillante y una piel suave y rosada que irradiaba calidez. «Fernanda» decía su nombre en el perfil, y Johana sintió una conexión instantánea. Sin pensarlo dos veces, deslizó a la derecha, y para su sorpresa, hicieron match.
Desde ese momento, Johana y Fernanda comenzaron a hablar todos los días. Las conversaciones fluían con naturalidad, y aunque Fernanda inicialmente decía no estar interesada en una relación seria, Johana se aferró a la posibilidad de algo más. Se esforzó por mantener el contacto y mostrar su verdadero interés.
Después de varias semanas de conversaciones, Johana finalmente reunió el valor para proponer un encuentro en persona. Nerviosa y emocionada, llegó al lugar acordado, un pequeño café cerca del trabajo de Fernanda. Mientras esperaba, no pudo evitar sentir un torbellino de emociones. Entonces, la puerta se abrió, y allí estaba ella: Fernanda, tan hermosa como en sus fotos. Johana no pudo evitar pensar: «Wow, es aún más hermosa en persona.»
La primera cita fue un éxito, y ambas sintieron una conexión que no podían negar. Empezaron a salir con más frecuencia, compartiendo momentos en parques, casas, restaurantes y en cualquier lugar donde pudieran disfrutar de la compañía mutua. Con cada salida, Johana se daba cuenta de que Fernanda era exactamente lo que siempre había soñado.
Sin embargo, como en toda relación, no todo era perfecto. Conforme pasaba el tiempo, comenzaron a surgir peleas y desacuerdos. A veces, eran por cosas pequeñas, pero otras veces eran más serias. Johana, a pesar de las dificultades, sabía que su amor por Fernanda era fuerte. Decidió quedarse y luchar por la relación, convencida de que Fernanda era la mujer que quería en su vida.
Pasaron los meses y, tras un año y medio de conocerse y compartir sus vidas, Johana y Fernanda decidieron formalizar su relación. Fue una decisión meditada y consensuada, y ambas estaban seguras de que era lo correcto. El amor y la comprensión que habían construido eran más fuertes que cualquier obstáculo que hubieran enfrentado.
Juntas, Johana y Fernanda continuaron su viaje, aprendiendo cada día más sobre el amor, la paciencia y la importancia de la comunicación. Se dieron cuenta de que, a pesar de las diferencias, su amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier desafío. Para Johana, estar con Fernanda no era solo un sueño hecho realidad, sino una promesa de un futuro lleno de amor y felicidad.
Así, la historia de Johana y Fernanda se convirtió en un testimonio de que el verdadero amor puede encontrarse en los lugares más inesperados, y que vale la pena luchar por él, sin importar las dificultades. Juntas, sabían que su amor era un lazo indestructible que las mantendría unidas para siempre.
Con el paso del tiempo, Johana y Fernanda comenzaron a planear su futuro juntas. Hablaron de sus sueños, metas y aspiraciones. Johana, siempre apasionada por la cocina, soñaba con abrir su propio restaurante. Fernanda, por otro lado, tenía una pasión por la fotografía y deseaba capturar los momentos más bellos de la vida a través de su lente.
Decidieron apoyarse mutuamente en sus sueños. Johana comenzó a asistir a clases de cocina avanzada y a experimentar con nuevas recetas en casa, mientras Fernanda documentaba cada plato con su cámara, creando un portafolio impresionante que combinaba sus dos pasiones. Las tardes se llenaban de risas, sabores y momentos compartidos, fortaleciendo aún más su relación.
Un día, mientras caminaban por un parque cercano, Fernanda tuvo una idea. «¿Y si combinamos nuestras pasiones en un proyecto conjunto?», preguntó con entusiasmo. Johana, intrigada, le pidió que le contara más. Fernanda propuso abrir un pequeño café donde pudieran servir las deliciosas creaciones de Johana y exhibir las fotografías de Fernanda en las paredes. La idea les emocionó tanto que decidieron trabajar en ella de inmediato.
Los meses siguientes fueron de arduo trabajo y dedicación. Buscaron el lugar perfecto, un pequeño local en una esquina pintoresca de la ciudad, y comenzaron las renovaciones. Convirtieron el espacio en un acogedor café, decorado con muebles rústicos y adornado con las hermosas fotografías de Fernanda. Cada rincón del lugar reflejaba el amor y el esfuerzo que ambas habían puesto en su proyecto.
El día de la inauguración, Johana y Fernanda estaban nerviosas pero llenas de esperanza. Amigos, familiares y curiosos del barrio se acercaron a conocer el nuevo café. Las delicias preparadas por Johana fueron un éxito inmediato, y las fotografías de Fernanda recibieron elogios por su creatividad y sensibilidad. El café pronto se convirtió en un punto de encuentro para la comunidad, un lugar donde las personas no solo disfrutaban de buena comida y arte, sino también de la calidez y amor que emanaban de sus dueñas.
A medida que el café prosperaba, Johana y Fernanda enfrentaron nuevos desafíos. Administrar un negocio no era fácil, y hubo momentos de estrés y cansancio. Sin embargo, siempre se apoyaron mutuamente y recordaron por qué habían iniciado este viaje juntas. Su amor seguía siendo el motor que las impulsaba a seguir adelante.
Un día, mientras cerraban el café después de una jornada particularmente ocupada, Fernanda miró a Johana con una sonrisa. «¿Te acuerdas de cómo empezó todo esto?», preguntó. Johana asintió, recordando aquella primera conversación en la app y la emoción del primer encuentro. «Nunca imaginé que todo esto sería posible», dijo Johana, «pero me alegra tanto que lo sea».
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.