Cuentos de Amor

La Eternidad entre dos Latitudes

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Deysi era una niña de once años que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Desde que tenía memoria, había soñado con aventuras, pero nunca había imaginado que, en uno de esos días aparentemente comunes, la magia de la vida cambiaría su rutina. En el centro de su pequeño pueblo, en una plaza adornada con flores de colores vibrantes, se celebraba un festival anual. Allí, todos los habitantes se reunían para disfrutar de música, bailes y, por supuesto, deliciosos postres.

Ese día, el sol brillaba intensamente y la música llenaba el aire con un ritmo alegre. Deysi corrió hacia la plaza emocionada, deseando probar el famoso pastel de fresas que su madre siempre hacía para la ocasión. Mientras buscaba su pastel favorito entre los stands de comida, se encontró con un rostro conocido, Allen. Allen era un niño de su clase, conocido por su risa contagiosa y su amor por el fútbol. Aunque solían hablar en la escuela, hoy el ambiente festivo hizo que su corazón latiera un poco más rápido cuando sus miradas se cruzaron.

“¡Deysi! ¿Quieres jugar un poco de fútbol?”, le preguntó Allen con una sonrisa deslumbrante. Al principio, Deysi dudó. No era la mejor jugadora, pero la idea de compartir un momento con Allen la hizo sentirse valiente. “¡Claro!”, respondió, tratando de ocultar su nerviosismo. Jugaron durante un rato, riendo y corriendo tras la pelota. Se olvidaron del mundo alrededor, hasta que, de repente, la pelota rodó hacia el pozo del pueblo, un antiguo pozo de piedras que guardaba muchas historias.

Ambos se acercaron al pozo, un poco asustados. Deysi miró hacia abajo, curiosa, pero los ecos de un suave murmullo la hicieron sentir aún más inquieta. “¿Escuchaste eso?”, preguntó. Allen asintió, intrigado. Era como si alguien estuviera hablando desde lo más profundo del pozo. Con valentía, Allen tomó una piedra y la lanzó dentro. El sonido del impacto fue seguido por un eco que resonó hasta que se desvaneció. Entonces, algo inesperado ocurrió. De repente, una luz brillante emergió del pozo y con ella, apareció un pequeño ser mágico llamado Brisa.

Brisa tenía alas pequeñas y brillantes, y su cabello parecía estar hecho de luces de colores. “¡Hola, jóvenes aventureros! Soy Brisa, el hada de las emociones. He venido a ayudarlos a descubrir la magia que hay en ustedes mismos”, dijo, sonriendo. Deysi y Allen se miraron, atónitos. Nunca habían creído en hadas, pero la alegría en los ojos de Brisa era inconfundible.

“¿Qué tipo de magia?”, preguntó Deysi, con curiosidad. Brisa voló en círculos alrededor de ellos, creando destellos de luz. “Cada uno de ustedes tiene dentro un poder especial. Si lo encuentran, podrán hacer cosas increíbles. Además, hay un pequeño desafío: deberán unir sus corazones para que la magia crezca. Solo entonces podrán regresar aquí y hacer su deseo”.

“¿Hacer un deseo?”, replicó Allen, con los ojos brillando de emoción. Brisa asintió. “Sí, pero deben aprender a confiar el uno en el otro. Solo así su magia florecerá”. Deysi y Allen se sintieron un poco más serios. Unir sus corazones sonaba fácil, pero sabían que requería algo más que solo palabras.

La hada les explicó que el primer paso era compartir algo personal. Así, sentados en el borde del pozo, Deysi decidió desnudarse emocionalmente. “Siempre he tenido miedo de no ser lo suficientemente buena, ya sea en el fútbol o en las clases. A veces creo que no soy lo suficientemente especial”, confesó, bajando la mirada. Allen, sintiéndose conmovido, recordó su propia inseguridad. “Yo también tengo miedos. A veces siento que no encajo, que mis compañeros son mejores que yo”.

Ambos compartieron sus temores, y poco a poco, se fueron sintiendo más ligeros. Brisa sonrió al ver cómo los jóvenes se abrían el uno al otro. “Ahora, deben hacer algo juntos, algo que represente su unión”, dijo, guiándolos a un rincón del festival donde había un viejo árbol.

La idea de la hada era que usaran la tela de un viejo pañuelo que encontraran para crear algo especial; Deysi se acordó de un viejo trozo de tela que su mama usaba para las ensaladas. Se lo mostró a Allen y juntos, empezaron a recortar pequeñas formas que representaban lo que sentían. Deysi hizo un corazón y Allen hizo una estrella. Luego, los ataron juntos con hilos de colores.

Cuando terminaron, el pañuelo brilló intensamente. Brisa reía de emoción. “Lo han logrado, han unido sus corazones. Ahora, para hacer su deseo, deben pensar en lo que realmente quieren. Cierren los ojos”. Deysi y Allen sintieron una energía especial a su alrededor.

“Quiero que todos se sientan especiales y amados”, dijo Deysi al abrir los ojos. Allen asintió, sumándose a su deseo. “Y que nunca volvamos a sentir miedo en nuestra amistad”. Brisa sonrió, conmovida por su bondad. “Su deseo es puro. ¡Que así sea!” En ese instante, una luz envolvió a los tres y, de repente, el pañuelo se transformó en una hermosa paloma blanca que voló hacia el cielo, dejando tras de sí una estela de colores.

Desde aquel día, Deysi y Allen se volvieron inseparables. Aprendieron que el verdadero amor, ya sea de amistad o cariño, se basa en la confianza y el entendimiento. La magia que sentían al compartir sus emociones les dio la fuerza para superar cualquier obstáculo que encontraran en el camino. Con el tiempo, Deysi comprendió que la verdadera valentía no está en no tener miedo, sino en afrontarlo.

Y así, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, dos corazones unieron sus latitudes, navegando juntos en el hermoso viaje de la amistad y el amor, donde el eco de la risa y la sinceridad nunca dejó de resonar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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