En un colorido y alegre cuarto lleno de juguetes y risas, vivían Kian y Dante, dos primos de un año que compartían no solo juguetes, sino también una gran expectativa. Pronto, un nuevo miembro se uniría a su pequeña tribu: Jakhor, su primo que estaba por nacer.
Kian, con sus rizos dorados y ojos brillantes, siempre estaba listo para explorar cada rincón de su mundo de colores. Dante, por su parte, con su pelo castaño y grandes ojos curiosos, prefería sentarse y apilar bloques, soñando con construir castillos enormes.
Un día, mientras los dos jugaban bajo la atenta mirada de sus mamás, Cintia y Romina, la habitación se llenó de un nuevo tipo de emoción. Romina, la mamá de Dante y hermana mayor de Araceli y Cintia, se acercó con una sonrisa y un libro grande bajo el brazo.
— Hoy les tengo una sorpresa — dijo Romina mientras se sentaba en el suelo junto a los pequeños. — Vamos a leer un cuento sobre cómo serán las cosas cuando Jakhor llegue.
Kian y Dante miraron el libro, sus ojos tan grandes como lunas llenas de curiosidad. Cintia se unió a ellos, acariciando suavemente a Dante en el regazo mientras empezaban a leer.
— Cuando Jakhor nazca, serán sus protectores y sus guías — comenzó Romina. — Lo ayudarán a aprender todas las cosas maravillosas que ustedes ya saben, como construir torres de bloques y descubrir los secretos de los libros con dibujos.
Dante aplaudió con entusiasmo y Kian, con una sonrisa tímida, asintió. Ambos, aunque aún pequeños, entendieron la importancia de su nuevo rol. Serían más que primos para Jakhor; serían como hermanos.
— Y lo más importante — continuó Cintia, mientras pasaba una página del libro— es que siempre estarán ahí el uno para el otro, compartiendo aventuras y cuidándose mutuamente en cada paso del camino.
Los días pasaron rápidos y llenos de preparativos. Kian y Dante, guiados por sus mamás, ayudaron a preparar la habitación de Jakhor. Pintaron paredes de azul suave y colgaron móviles con estrellas y lunas que danzaban al ritmo de las melodías tranquilas.
Finalmente, llegó el gran día. Jakhor nació una mañana brillante de primavera, y cuando Kian y Dante lo vieron por primera vez, sus corazones se llenaron de un amor instantáneo y profundo. Jakhor, con sus pequeñas manitas y su suave llanto, era tan hermoso como las estrellas que colgaban sobre su cuna.
Los meses siguientes estuvieron llenos de descubrimientos y risas. Kian y Dante, ahora orgullosos primos mayores, mostraban a Jakhor cómo jugar con los juguetes suaves y escuchar las canciones de cuna que tanto les gustaban. A su vez, Jakhor los miraba con una admiración sin límites, sus ojitos siguiendo cada movimiento que hacían.
A medida que crecían, las aventuras se volvían más emocionantes. Construyeron fortalezas de almohadas, exploraron los jardines buscando insectos mágicos y pintaron arcoíris en hojas de papel gigantes. Aunque eran pequeños, su mundo era grande y lleno de maravillas.
Romina y Cintia observaban a menudo desde la puerta, sonriendo ante la vista de sus pequeños jugando y aprendiendo juntos. Sabían que habían sembrado las semillas de una amistad que duraría toda la vida, una amistad forjada en los lazos familiares y en el amor incondicional.
— Mira cómo se cuidan — decía Cintia a Romina mientras observaban a los niños.
— Sí, han aprendido bien la lección de amor y compañerismo — respondía Romina, orgullosa.
Kian, Dante y Jakhor, unidos como hermanos, continuaron creciendo juntos, enfrentando cada nuevo día con valentía y alegría. Sus risas llenaban la casa, y sus pequeños pasos resonaban como música, prometiendo más días de juego, aprendizaje y amor incondicional.
El cuento de estos tres pequeños primos, más hermanos que otra cosa, es un recordatorio dulce de que la familia es donde comienza la aventura, y el amor es el lazo que une todas las experiencias, grandes y pequeñas, en una hermosa danza de alegría y descubrimiento.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.