En un día lluvioso, cuando el cielo parecía haber elegido vaciar todas sus nubes sobre la ciudad, cuatro primos — Nico, Braii, Nayn y Bruno— estaban sumergidos en una intensa partida de Fortnite, cada uno desde su casa, conectados por la pasión que compartían: los videojuegos.
Nico, el mayor y un estratega nato, con su cabello oscuro peinado hacia atrás, vigilaba desde su posición de francotirador. Braii, el experto en sigilo, movía sus personajes con una destreza que solo años de práctica podían otorgar. Nayn, siempre pensando dos pasos adelante, coordinaba al equipo con planes infalibles. Bruno, aunque el menor con solo 15 años, llevaba el peso de la fuerza bruta del grupo.
Mientras las gotas de lluvia golpeaban las ventanas, un destello cortó el cielo oscurecido: un rayo, tan potente y cercano, que los cuatro sintieron la electricidad estática en el aire. Y en un parpadeo, la realidad como la conocían cambió por completo.
De repente, los primos se encontraron no en sus habitaciones, sino dentro del mismo juego que habían estado jugando. El mundo virtual de Fortnite cobró vida ante sus ojos con una vividez que ninguno había experimentado antes. Se vieron a sí mismos vestidos con las armaduras de sus avatares, cada detalle, desde las costuras hasta el brillo de sus armas, era tan real como el mundo que habían dejado atrás.
— ¿Esto qué es? ¿Cómo llegamos aquí? — preguntó Nico, mirando a su alrededor, su rifle de francotirador colgado a la espalda.
— Debe haber sido el rayo — sugirió Braii, tocando el suelo digital que ahora sentía tan sólido bajo sus pies.
Nayn, siempre el estratega, intervino:
— Lo importante ahora es encontrar la manera de volver a casa. Tenemos que pensar esto como una de nuestras misiones: debemos completar los desafíos del juego para buscar una salida.
Bruno, apretando los puños y mirando sus propias manos digitales, asintió con determinación. Si había algo que los videojuegos les habían enseñado, era que juntos podían superar cualquier desafío.
Así comenzó su aventura más inesperada. Los primos atravesaron diversos escenarios del juego, desde tormentosas llanuras hasta frondosos bosques, cada uno presentando desafíos que solo podían superar trabajando en equipo. Enfrentaron otros jugadores, ahora tan reales como ellos, y superaron obstáculos que ponían a prueba no solo su habilidad con los controles, sino su ingenio y coraje.
Con cada victoria, sentían cómo crecía su esperanza de encontrar una salida, pero también se daban cuenta de lo mucho que dependían el uno del otro. Nico, con su precisión de francotirador, salvaba al equipo de emboscadas a distancia. Braii, con su sigilo, se infiltraba en bases enemigas para obtener recursos vitales. Nayn planeaba cada movimiento con una estrategia que los mantenía siempre un paso adelante, y Bruno se enfrentaba a los desafíos más físicos, usando su fuerza para proteger a sus primos.
Finalmente, después de lo que parecieron semanas en el mundo del juego, llegaron a lo que Nayn creyó que podría ser la clave de su regreso al mundo real: un portal oculto tras el jefe final, un enemigo formidable que custodiaba la salida como si de su propio tesoro se tratara.
La batalla fue épica. Cada primo utilizó sus habilidades al máximo, complementándose de manera que solo años de juego conjunto podrían haber perfeccionado. Y cuando el jefe final cayó, derrotado, el portal brilló intensamente, invitándolos a pasar.
Con manos entrelazadas, los cuatro primos saltaron al portal. Un torbellino de colores y sonidos los envolvió, y en un instante, se encontraron de nuevo en sus habitaciones, frente a sus pantallas, como si nada hubiera pasado.
Pero algo había cambiado. Los primos no solo habían vivido una aventura que los había unido más que nunca, sino que habían aprendido que, más allá de la pantalla, la verdadera fuerza residía en su unión y el apoyo mutuo.
— Eso fue… increíble — dijo Bruno, aún asombrado.
— Sí, pero creo que por hoy ya tuve suficiente Fortnite — respondió Nico, apagando su consola, una sonrisa cansada pero satisfecha adornando su rostro.
Y así, «Los Cuñados Gamer» no solo se convirtieron en leyendas en el mundo virtual, sino también en el real, donde la historia de su extraordinaria aventura se contaría una y otra vez, recordándoles siempre la importancia del trabajo en equipo y la profundidad de los lazos familiares.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.