Cuentos de Amor

La Hermana Mayor

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frondosos, vivía una familia muy especial. La familia estaba compuesta por cuatro miembros: Julia, Lucía, Julián y María José. Julia, de cinco años, era una niña con una melena castaña clara y flequillo, sus ojos redondos y marrones siempre brillaban con curiosidad y alegría. Sus padres, Julián y María José, eran amorosos y dedicados. Julián tenía el cabello corto y oscuro con una raya al lado, y ojos marrones que reflejaban su carácter amable y trabajador. María José, por otro lado, tenía el cabello largo y castaño oscuro, similar al de Julia pero más largo, y unos ojos grandes y marrones que irradiaban calidez y cariño.

Recientemente, la familia había crecido con la llegada de la pequeña Lucía. Lucía era una bebé adorable, con suaves mechones de cabello y grandes ojos marrones que miraban todo con asombro. Aunque aún no podía hablar, sus gestos y sonrisas llenaban de alegría la casa. Julia, a pesar de su corta edad, se sentía emocionada y un poco nerviosa por convertirse en la hermana mayor.

Al principio, Julia no estaba segura de qué esperar. Sus papás le explicaron que una hermanita significaba que habría alguien más con quien jugar y compartir momentos especiales. Pero también significaba que sus papás tendrían que repartir su tiempo entre las dos. Julia estaba acostumbrada a recibir toda la atención y, aunque amaba a Lucía, a veces se sentía un poco celosa.

Un día, mientras María José cuidaba de Lucía, Julia se acercó y preguntó: «Mamá, ¿por qué Lucía necesita tanta atención?»

María José sonrió y acarició el cabello de Julia. «Lucía es una bebé, cariño. Necesita nuestra ayuda para todo. Pero eso no significa que te queremos menos. Eres nuestra niña especial y siempre lo serás.»

Julia asintió, pero seguía sintiéndose un poco insegura. Decidió que, en lugar de sentirse triste, intentaría ayudar a sus papás con Lucía. Pronto descubrió que ser la hermana mayor tenía sus ventajas. Podía enseñarle a Lucía cosas nuevas y, a su manera, convertirse en un modelo a seguir.

Un día, Julia decidió mostrarle a Lucía cómo pintar. Colocó un papel grande en el suelo y le dio a Lucía unos crayones. «Mira, Lucía, así se dibuja una flor,» dijo Julia mientras trazaba líneas y círculos coloridos en el papel. Lucía, con una sonrisa amplia, intentó imitar a su hermana, aunque sus garabatos no se parecían mucho a una flor. Aun así, ambas se rieron y disfrutaron del momento juntas.

A medida que pasaban los días, Julia descubría más formas de ayudar y jugar con su hermanita. Le enseñó a construir torres con bloques, a hacer figuras con plastilina, e incluso intentó enseñarle algunas palabras nuevas. Aunque Lucía aún no podía hablar, sus ojos brillaban con admiración cada vez que veía a Julia.

Julián y María José estaban encantados de ver cómo Julia y Lucía se llevaban tan bien. Una noche, mientras acostaban a las niñas, Julián dijo: «Julia, estamos muy orgullosos de ti. Eres una hermana mayor maravillosa.»

Julia sonrió y abrazó a su papá. «Gracias, papá. Me gusta mucho jugar con Lucía.»

María José agregó: «Y no solo juegas con ella, también la cuidas y le enseñas muchas cosas. Eres una gran ayuda para nosotros.»

Julia se sintió muy feliz al escuchar eso. Sabía que ser la hermana mayor no siempre era fácil, pero cada día se daba cuenta de lo afortunada que era por tener a Lucía como su hermanita. Empezó a disfrutar más de los momentos que pasaban juntas, desde los juegos hasta las risas y las pequeñas aventuras que compartían.

Una tarde, mientras jugaban en el parque, Julia decidió que era hora de enseñar a Lucía algo nuevo: patinar. Sacó sus pequeños patines y se los puso a Lucía. «Vamos, Lucía, yo te ayudaré,» dijo Julia, sujetando firmemente a su hermanita.

Al principio, Lucía tambaleaba y se aferraba a Julia, pero poco a poco, con paciencia y ánimo, empezó a dar sus primeros pasos sobre ruedas. Las risas de ambas resonaban en el parque, contagiando de alegría a todos los que las veían.

El tiempo pasó y Lucía creció, convirtiéndose en una niña curiosa y llena de energía. Aunque todavía era pequeña, seguía a Julia a todas partes, imitando cada cosa que hacía. Julia, por su parte, disfrutaba de ser la guía y compañera de juegos de su hermanita.

Un día, mientras estaban en la biblioteca, Julia decidió leerle un cuento a Lucía. Eligió un libro con ilustraciones coloridas y comenzó a leer en voz alta. Lucía, sentada en su regazo, miraba las imágenes con atención, escuchando cada palabra con fascinación. «Mira, Lucía, aquí está el príncipe y aquí la princesa,» explicaba Julia, señalando los dibujos. Lucía, aunque no entendía todas las palabras, se sentía feliz y segura con su hermana a su lado.

Con el tiempo, la relación entre Julia y Lucía se fortaleció aún más. Compartían secretos, risas y aventuras. Julia se dio cuenta de que ser la hermana mayor no solo significaba cuidar de Lucía, sino también ser su amiga y compañera.

Una tarde de verano, mientras jugaban en el jardín, Julia decidió que era hora de enseñar a Lucía a montar en bicicleta. Con paciencia y cariño, ajustó los ruedines de la pequeña bicicleta de Lucía y la ayudó a subir. «No te preocupes, Lucía, yo te sostengo,» dijo Julia, sosteniendo firmemente el asiento.

Lucía, con una mezcla de emoción y nerviosismo, empezó a pedalear. Julia corría a su lado, animándola y asegurándose de que no se cayera. Después de varios intentos, Lucía logró mantener el equilibrio y pedaleó por sí misma. «¡Lo lograste, Lucía!» exclamó Julia, aplaudiendo con orgullo. Lucía, con una gran sonrisa, se sintió muy feliz y agradecida con su hermana.

Así, día tras día, Julia y Lucía continuaron compartiendo momentos especiales y aprendiendo juntas. Aunque a veces había desafíos y diferencias, su amor y amistad siempre prevalecían. Julia entendió que ser la hermana mayor no solo era una responsabilidad, sino también un privilegio y una oportunidad para crecer y aprender junto a su hermanita.

Y así, en ese pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frondosos, la familia de Julia y Lucía vivió feliz, disfrutando de cada día y agradeciendo por tenerse los unos a los otros. Julia y Lucía, con el amor y apoyo de sus padres, Julián y María José, crecieron juntas, convirtiéndose en las mejores amigas y compañeras de vida. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Julia y Lucía continuaron viviendo muchas aventuras, siempre unidas por el amor y la alegría que compartían. A medida que crecían, aprendieron el valor de la familia, la amistad y el apoyo mutuo. Y aunque el tiempo pasaba, el vínculo entre ellas se fortalecía, demostrando que el amor entre hermanas es uno de los regalos más preciosos de la vida.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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