En un pequeño pueblo llamado Abril, la vida transcurría tranquilamente entre las risas de los niños y el brillo del sol. Sin embargo, había un rincón poco conocido que guardaba una historia especial: el pozo olvidado, un lugar que muchos evitaban, creyendo que era solo un vestigio de tiempos pasados. Pero para algunos, ese antiguo pozo representaba una leyenda de amor que perduraba en el tiempo.
Entre los habitantes de Abril se encontraba un joven humilde llamado Mateo. Mateo era conocido por su bondad y por ayudar a los demás en todo lo que podía. Su vida rutinaria giraba en torno a su trabajo en el campo y sus sueños de encontrar el amor verdadero. En sus noches estrelladas, solía salir a caminar, dejando que la brisa suave lo acariciara mientras soñaba con aventuras y, por supuesto, con el amor.
Una tarde, mientras paseaba por la plaza del pueblo, Mateo vio a una joven que llamaba su atención de inmediato. Era Clara, una chica que siempre lucía una mini falda colorida y una sonrisa cautivadora. Clara era un espíritu libre, llena de energía y sueños, pero también tenía su propia carga que llevaba en el corazón. En el fondo, anhelaba encontrar alguien que la comprendiera y la aceptara tal como era.
Los días pasaron y, aunque Mateo intentaba acercarse a Clara, las palabras le fallaban. Cada vez que la veía reír con sus amigos o cuando la imaginaba bailando bajo las estrellas, su corazón latía más rápido. Sin embargo, parecía que el amor era un enigma que él no podía resolver. Fue entonces que decidió buscar ayuda en un amigo especial: una paloma de Castilla llamada Pío. La paloma era un mensajero que había estado en muchas aventuras y siempre tenía un consejo sabio.
Una noche, mientras Mateo posaba sobre una roca, Pío se acercó volando. “¿Qué te preocupa, Mateo?” preguntó la paloma. “He visto a Clara y no sé cómo decirle lo que siento. Cada vez que estoy a su lado, me siento como si estuviera en un cuento de hadas, pero no sé cómo comenzar”, respondió el joven.
“Solo sigue tu corazón y sé valiente. A veces, lo que uno necesita hacer es arriesgarse”, aconsejó Pío, inclinando su cabeza de una manera sabia. Con renovada determinación, Mateo decidió que esa misma noche se acercaría a Clara en el pozo olvidado, un lugar que siempre había tenido un aire de misterio y magia.
Cuando la luna comenzó a brillar y las estrellas iluminaban el cielo, Mateo se dirigió hacia el pozo. En el camino, se encontró con un carro que transportaba a una anciana que, con una sonrisa amable, lo invitó a subir. “Hacia donde vayas, joven, el amor siempre encuentra el camino” dijo, dándole un toque de misterio a su viaje. Mateo subió y, tras un corto trayecto, llegó a un claro donde Clara solía frecuentar.
Para su sorpresa, Clara ya estaba allí, sentada en el borde del pozo, mirando las estrellas. Su vestido ondeaba suavemente con la brisa nocturna y, al verla, Mateo sintió que sus nervios se desvanecían. “Hola, Clara”, dijo con voz temblorosa. Clara, al voltear, le sonrió de una manera que hizo que el corazón de Mateo latiera más rápido. “Hola, Mateo. ¿Qué te trae por aquí?”
Después de un silencio que pareció eterno, Mateo tomó valor y se acercó. “He querido decirte esto por mucho tiempo. Eres increíble y creo que podríamos tener algo especial”, confesó, su voz llena de sinceridad. Clara lo miró a los ojos, sorprendida pero también emocionada. “Yo también he sentido una conexión contigo, pero no sabía si tú sentías lo mismo”, dijo ella.
Mientras charlaban y compartían risas, una brisa suave trajo consigo un misterioso susurro. Era el sacerdote del pueblo, el padre Lucas, quien había estado observando desde lejos. “A veces, el amor se encuentra en los lugares menos esperados. Recuerda que amar es también cuidar y respetar a quien tienes a tu lado”, les dijo con su habitual ternura.
Mientras el padre Lucas se retiraba, un sonido inesperado interrumpió la atmósfera. Sonó como un disparo lejano. En un instante, el corazón de ambos jóvenes se sobresaltó. Justo en ese momento, una paloma blanca, Pío, voló bajo, como si estuviera en un mensaje de defensa. “Es solo un fogonazo de un festín cercano”, dijo Clara, tratando de calmar el ambiente, aunque el miedo había hecho un eco en su pecho.
A pesar del susto, Mateo tomó la mano de Clara y le dijo: “Quizás lo que hemos empezado aquí sea solo el comienzo. Quiero ser quien te proteja, en todas las maneras posibles”. Clara sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas de felicidad. Por primera vez, experimentó la calidez del amor verdadero, un amor que prometía ser fuerte y tierno al mismo tiempo.
Con el tiempo, el pozo olvidado se convirtió en su lugar especial, donde compartían sus sueños y esperanzas. Cada noche, las estrellas parecían brillar más intensamente para ellos, y Pío se convirtió en su mensajero de amor, trayendo pequeñas notas y mensajes secretos. El joven humilde y la joven de la mini falda encontraron en el otro un refugio, un hogar compartido en sus corazones.
Así, aprendieron que el amor no solo es un sentimiento, sino una serie de actos de bondad, comprensión y respeto. Aunque la vida a veces puede ser complicada, ellos se tenían el uno al otro y, juntos, podían enfrentar cualquier desafío.
Finalmente, el pozo olvidado se convirtió en un símbolo del amor que superó el tiempo, el lugar donde se selló su promesa. Las noches estrelladas, el disparo, la paloma y un sacerdote que no juzgó, sino que guió, hicieron de su historia una leyenda en el corazón del pueblo de Abril. Y así, se demostró que incluso en los lugares más inesperados, pueden florecer los amores más bellos y sinceros.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.