Había una vez en un mundo lleno de colores y risas, tres amigos muy especiales: Samier, La Negra y La Peruana. Samier era un pequeño perrito de pelaje dorado y ojos brillantes que siempre estaba lleno de energía. Le encantaba correr por el parque y jugar con sus amigos. La Negra era una hermosa gatita de pelaje negro como la noche, con grandes ojos verdes que brillaban cuando se emocionaba. Era un poco más tranquila que Samier, pero siempre estaba dispuesta a ayudar. Y por último, La Peruana, un pájaro alegre de plumaje colorido que iba volando de un lugar a otro, siempre cantando melodías felices. A los tres les encantaba pasar tiempo juntos y vivir aventuras.
Un día, mientras jugaban en el parque, La Peruana tuvo una idea maravillosa. “¡Chicos! ¡Vamos a hacer un viaje a un lugar muy especial! Escuché que hay un campo lleno de flores que huelen a caramelos, donde se cuenta que el amor y la amistad florecen en cada rincón”. Samier movió su cola emocionado. “¡Sí! ¡Me encanta la idea! ¡Voy a buscar a mi mochila para llevar comida y agua!”. La Negra, por su parte, ronroneó feliz. “Seguro que en ese lugar encontraremos muchas cosas bonitas y haremos nuevos amigos”.
Después de preparar todo lo que necesitaban, se pusieron en marcha. Caminaban por un sendero lleno de árboles, donde las mariposas danzaban a su alrededor. Cantaban juntos mientras avanzaban, creando una hermosa melodía que resonaba en el aire. De repente, se encontraron con otro personaje. Era un pequeño pez que había saltado del río y se encontraba brillando bajo el sol. “Hola, amigos. Yo soy Pichí, el pez viajero. ¿A dónde van tan felices?” preguntó el pez con una sonrisa.
“¡Hola, Pichí!” exclamó La Peruana. “Vamos a buscar un campo lleno de flores que huelen a caramelos. ¿Te gustaría venir con nosotros?”. Pichí abrió sus ojos grandes y visiblemente emocionado. “¡Por supuesto! ¡Me encantaría! Pero, lamentablemente, no puedo salir del agua. Pero puedo ayudarles desde aquí”. Samier, curioso, le preguntó: “¿Cómo nos ayudarías?”. El pez sonrió y dijo: “Puedo guiarles en su camino desde el río. Conozco todas las rutas y puedo contarles sobre las maravillas que encontrarán”.
Así que, en su camino, la pandilla comenzó a seguir las instrucciones de Pichí. El pequeño pez les decía “A la derecha hay un árbol grande donde viven muchas ardillas traviesas. A la izquierda hay un grupo de flores que siempre están bailando con el viento”. Mientras seguían las indicaciones, cada vez se sentían más emocionados y felices. Llegaron a un claro donde las flores danzaban, tal como Pichí había descrito. Los amigos se miraron unos a otros, y sus ojos se iluminaron.
“¡Miren, hay tantas flores hermosas!” dijo La Negra. Samier corrió hacia las flores y empezó a olerlas. “Huelen a caramelos de fresa y anestesia de nube”, declaró. La Peruana voló por encima, disfrutando de la vista, y cuando miró al suelo, se dio cuenta de que las flores eran de muchos colores, tan diversos como los amigos que estaban juntos. “Esto es tan lindo. ¡Me encanta compartir este momento con ustedes!” exclamó, llena de alegría.
El grupo decidió hacer un pequeño pícnic en ese hermoso lugar y disfrutaron de deliciosos bocados que habían traído. Mientras comían, comenzaron a compartir historias sobre cómo cada uno había encontrado la amistad. La Negra les contó sobre el día en que conoció a Samier. “Estaba en el parque, asustada y sola, y de repente, apareció este perrito juguetón que me hizo sonreír”, dijo. Todos rieron recordando los buenos momentos. Samier, a su vez, habló sobre cómo La Peruana siempre había traído música y alegría a sus vidas. “Eres como la melodía que hace que cada día sea especial”, dijo, mientras La Peruana se sonrojaba de felicidad.
Después de comer, decidieron explorar un poco más el campo de flores. De repente, escucharon algo. Era un pequeño murmullo proveniente de un arbusto cercano. Se acercaron con curiosidad y encontraron un grupo de pequeños insectos que conversaban entre sí. “¿Qué les trae por aquí?”, preguntó una mariquita roja con puntos negros. Samier respondió: “Estamos buscando el secreto del amor y la amistad. Queremos aprender cómo florecer en nuestro corazón como estas flores”. La mariquita sonrió. “El amor y la amistad se construyen todos los días. Se trata de compartir, de cuidar y de ser sinceros. Si todos trabajan juntos, en cualquier lugar donde estén, el amor siempre florecerá”.
Los amigos escucharon atentamente las palabras de la mariquita. Se dieron cuenta de que tenían un tesoro invaluable ante ellos: su amistad. Se abrazaron fuertemente y prometieron cuidarse siempre los unos a los otros. “¡Sí! ¡Siempre juntos y apoyándonos!”, exclamó La Negra entusiasmada.
De repente, Pichí, que había estado escuchando desde el río, saltó hasta la orilla y dijo: “¡Como soy parte de esta aventura también, quiero regalarles algo!” Y desde su boca, hizo un pequeño chorro de agua que creó un arcoíris en el aire. “Este arcoíris representa la alegría de la amistad. Siempre que lo miren, recuerden que el amor puede cruzar cualquier frontera”.
Cuando llegó la hora de regresar, cada uno de los amigos se sintió agradecido por lo que habían compartido. Habían aprendido que la verdadera esencia de la amistad y el amor reside en lo que dan y reciben unos de otros. Y así, mientras volvían hola hacia casa, prometieron que nunca dejarían de cuidarse y que siempre buscarían nuevos caminos que explorar juntos.
Desde aquel día, el campo de flores que olía a caramelos se convirtió en un lugar especial para ellos, un símbolo del amor que florecía en sus corazones. Cada vez que se veían, se recordaban la importancia de ser siempre felices y de cuidar unos de otros. Y así, Samier, La Negra, La Peruana y Pichí continuaron sus aventuras, y cada día vivieron muchas más historias llenas de amor, color y amistad.
Y así concluye la historia, recordándonos que el amor y la amistad son los mejores regalos que podemos dar y recibir.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.