En un pequeño pueblo llamado Valle Serene, donde los días soleados eran comunes y las noches estrelladas parecían sacadas de un cuento, vivían tres amigos inseparables que compartían todo, desde secretos hasta aventuras. Isa, una niña de cabello rizado y ojos curiosos, siempre llevaba consigo un cuaderno donde escribía sus pensamientos y sueños. Mateo, un chico alegre y valiente, tenía el pelo castaño y un espíritu aventurero que lo llevaba a investigar rincones ocultos del pueblo. Y por último, estaba Sofía, la hermana menor de Mateo, quien a sus ocho años era dulce y llena de imaginación.
Un cálido día de primavera, los tres amigos decidieron explorar el bosque que se extendía detrás de la colina más cercana. Las flores comenzaban a florecer, y su perfume llenaba el aire. El sol brillaba tímidamente entre las hojas, y el canto de los pájaros parecía una melodía que animaba su travesía. Mientras caminaban, se encontraron con un viejo árbol, gigantesco y robusto, que tenía un tronco más ancho que la altura de un niño. Fue entonces cuando Isa sugirió que se detuvieran un momento para descansar y merendar.
—¡Miren! —exclamó Sofía, señalando algunos corazones tallados en la corteza del árbol—. ¡Parece que aquí se han dado muchos besos!
Los tres amigos rieron ante la ocurrencia de Sofía. Se sentaron al pie del árbol, sacaron sus bocadillos y comenzaron a hablar. Sin embargo, en medio de la charla, Isa sintió que había algo especial en el aire. Observaba a sus amigos y pensaba en cómo siempre estaban juntos, pero había una sensación distinta esa tarde. Se dio cuenta de que, en su corazón, había un pequeño latido extra cada vez que miraba a Mateo. Él, por su parte, parecía distraído, con una mirada soñadora perdida entre las ramas del árbol.
—¿Te sucede algo, Mateo? —preguntó Isa, inclinándose hacia él con curiosidad.
—No lo sé, —respondió él, ruborizándose un poco—. Solo estoy pensando en todas las aventuras que nos quedan por vivir.
Sofía, al darse cuenta de la tensión entre sus amigos, se le ocurrió una idea brillante.
—¡Vamos a jugar a contar historias de amor! —propuso con entusiasmo—. Cada uno de nosotros puede inventar una historia sobre el amor.
Isa se sintió un poco incómoda, pero con una sonrisa, asintió. Sabía que era una oportunidad para explorar sus sentimientos de una manera divertida. Mateo se emocionó con la idea; siempre le había encantado contar historias. Sofía, por su parte, estaba lista para escuchar y dejar volar su imaginación.
Isa comenzó la ronda y, mientras hablaba, la fruta de sus pensamientos caía con dulzura de sus labios. Su historia giraba en torno a dos pájaros que se habían enamorado, pero un obstáculo, un gran gato, intentaba separarlos. La pasión y el deseo de estar juntos eran tan fuertes que los pájaros idearon un plan astuto para eludir al gato. La historia terminó con un hermoso vuelo entre nubes, donde los pájaros lograban estar juntos y felices.
—¡Qué bonito! —dijo Mateo, con brillo en los ojos—. Ahora me toca a mí.
Él contó la historia de un príncipe que se había enamorado de una bella doncella del pueblo. Pero había un dragón que custodiaba los terrenos donde ella vivía. El príncipe se armó de valor y decidió derrotar al dragón, y cuando lo hizo, descubrió que la doncella también era valiente y había estado protegiendo a los habitantes del pueblo de una amenaza. Al final, juntos lograron que su amor floreciera en un reino donde todos estaban felices.
Sofía, emocionada por sus historias, decidió que debía hacer algo diferente. Hizo una historia sobre un unicornio que desde lo alto de una montaña veía al mundo y se enamoró de una estrella brillante. Cada noche, la estrella caía un poco más cerca del unicornio, hasta que una noche los dos se encontraron y prometieron cuidarse mutuamente.
Después de contar sus historias, los tres amigos se pusieron a reír. Pero mientras lo hacían, Isa sintió que había un secreto más profundo detrás de su propia historia, uno que aún no se había atrevido a compartir. Miró a Mateo, que la estaba observando con la misma curiosidad que sentía en su interior.
Esa sensación persistía, mezclada con la alegría de estar con sus amigos. Y en un momento de valentía, Isa decidió dejar escapar sus sentimientos.
—Mateo, tengo algo que decirte —comenzó, y su voz tembló un poco. Sofía, consciente de la atmósfera especial, se arrodilló y prestó atención—. A veces siento que hay algo más que amistad entre nosotros. Quiero decir, me gusta mucho pasar tiempo contigo.
Mateo se sorprendió, sus mejillas se sonrojaron y una sonrisa se dibujó en su rostro. Por un momento, se quedó sin palabras, pero después de unos segundos de reflexión, decidió ser honesto.
—Yo también siento algo especial por ti, Isa —respondió, su voz clara y sincera.
Sofía sonrió ampliamente, como si el mundo fuera un lugar mágico. Ella había visto lo que sus amigos no se atrevían a mencionar y ahora era feliz de que lo hubieran revelado.
—¿Ves? El amor es como un hilo que une a las personas —dijo Sofía, con sabiduría inesperada para su edad—. Necesitamos seguir explorando y descubriendo cómo se siente, porque hay muchas formas de amor.
Justo en ese momento, un extraño sonido interrumpió su conversación. Un gato negro apareció repentinamente, maullando de una manera juguetona. Los tres amigos lo miraron asombrados. El gato parecía un poco perdido, y tenía una campanita alrededor de su cuello que sonaba dulcemente. Se acercó a Sofía, quien se inclinó y le acarició la cabeza.
—¿Tienes dueño? —preguntó Sofia en un susurro, como si el gato pudiera entenderla.
El gato se quedó quieto, como si estuviera atrapado en su propio mundo. De repente, el animal se fijó en el cuaderno de Isa, que estaba abierto en una página con dibujos de corazones y aventuras.
—Parece que le gusta tu cuaderno, Isa —dijo Mateo con una sonrisa.
Isa se rió, pero también se sintió un poco nerviosa, como si el gato tuviera un vínculo especial con ellos. Justo cuando pensó que el gato se iría, se acercó aún más, como si supiera que su presencia era necesaria en ese momento especial.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.