Era una hermosa mañana en el pequeño pueblo de Arcoíris. El sol brillaba y las flores en el jardín de Salomé estaban en plena floración. Salomé era una niña de diez años, alegre y curiosa, a quien le encantaba explorar la naturaleza y hacer nuevos amigos. Su mejor amigo, Kaleth, siempre estaba a su lado, compartiendo aventuras. Kaleth era un niño creativo y soñador, que siempre tenía una idea nueva para jugar.
Un día, mientras caminaban por el parque, escucharon un suave murmullo entre los árboles. Se acercaron con cautela y, para su sorpresa, encontraron a un pequeño duende llamado Tico. Tico parecía triste. Tenía grandes ojos verdes y alas de mariposa, pero su expresión era de preocupación.
—Hola, pequeño duende —dijo Salomé—. ¿Por qué estás tan triste?
Tico suspiró y respondió:
—Me he perdido y no sé cómo regresar a mi hogar. Además, estoy buscando algo muy especial: el Amor de Corazón, que es la esencia de la felicidad en el reino de los duendes. Sin él, no puedo ayudar a mi pueblo.
Kaleth, siempre dispuesto a ayudar, se llenó de curiosidad.
—Nosotros podemos ayudarte a encontrarlo. ¿Qué es exactamente el Amor de Corazón?
Tico explicó que el Amor de Corazón era un objeto mágico que podía encontrarse en el Bosque Encantado, al otro lado de la Colina Dorada. Sin pensarlo dos veces, Salomé y Kaleth decidieron acompañar a Tico en su búsqueda.
—Pero, ¿cómo llegaremos al Bosque Encantado? —preguntó Salomé.
—Siguiendo el camino de flores naranjas —respondió Tico—. Estas flores nos llevarán directamente a la entrada del bosque.
Así, los tres amigos comenzaron su aventura. Mientras caminaban, encontraron diversas criaturas de la naturaleza. Un grupo de mariposas se unió a ellos, danzando en el aire y llenando el ambiente de alegría. Al pasar por un arroyo, Salomé se detuvo a recoger algunas piedras brillantes, que luego decidió guardar como tesoro.
Al llegar a la Colina Dorada, notaron que era mucho más grande de lo que habían imaginado. Desde la cima, podían ver todo el valle. Allí, el brillo de las flores naranjas los guió hacia el bosque. Pero, al entrar, la atmósfera cambió. Era un lugar mágico, lleno de árboles gigantes y luces parpadeantes. Sin embargo, también se sentía una extraña tristeza en el aire.
—¿Por qué se siente tan melancólico aquí? —preguntó Kaleth.
—Los duendes han perdido su alegría debido a la falta del Amor de Corazón. Sin él, el bosque ha comenzado a marchitarse —respondió Tico, con tristeza.
Determinado, Kaleth dijo:
—No podemos permitir que eso suceda. Vamos a encontrar el Amor de Corazón y devolver la felicidad a tu hogar.
A medida que avanzaban, tuvieron que superar varios obstáculos: un río de aguas rápidas, un grupo de criaturas traviesas que les lanzaban caramelos, y un acertijo planteado por un viejo árbol sabio. Salomé, usando su ingenio, logró resolver el acertijo y así continuaron su camino.
Finalmente, llegaron a una cueva iluminada por un resplandor dorado. Tico se emocionó al ver el lugar.
—¡Es aquí! El Amor de Corazón debe estar dentro —exclamó, saltando de alegría.
Dentro de la cueva había un corazón gigante hecho de cristal, brillante y radiante. Pero había algo extraño. Una sombra oscura rondaba el corazón, tratando de apoderarse de su luz.
—¡Cuidado! Esa sombra es un espíritu de tristeza que intenta robar el Amor de Corazón —gritó Tico.
Salomé, Kaleth y Tico unieron fuerzas. Juntos, comenzaron a recordar momentos felices y risas compartidas. Con cada risa, la luz del corazón brillaba más intensamente, hasta que finalmente, al pronunciar la palabra «amig@s», la sombra comenzó a desvanecerse.
De repente, el Amor de Corazón se liberó de la cueva, flotando hacia ellos. Su luz iluminó todo el bosque, trayendo de vuelta la alegría. Los árboles comenzaron a florecer y los pájaros a cantar.
—Lo hemos logrado. El Amor de Corazón ha vuelto —exclamó Tico, brincando de felicidad.
Con el Amor de Corazón en sus manos, los tres amigos regresaron al pueblo de los duendes, donde todos celebraron su regreso. Tico entregó el corazón a la reina de los duendes, quien agradeció a Salomé y Kaleth, prometiendo que la alegría nunca se iría de su hogar nuevamente.
—Nunca olviden que el amor y la amistad son lo más importante —dijo la reina.
Kaleth, sonriendo, se volvió hacia Salomé:
—Siempre estaré aquí para apoyarte, así como tú estuviste para Tico.
Salomé sonrió y dijo:
—Y yo también siempre estaré contigo. Juntos podemos vencer cualquier desafío.
Con el tiempo, Salomé y Kaleth se convirtieron en los mejores amigos del mundo, y su aventura con Tico les enseñó que el amor verdadero no solo se encuentra en un corazón mágico, sino en los lazos que formamos con quienes nos rodean.
A medida que pasaba el tiempo, el recuerdo de su aventura llenó sus corazones. Y así, la amistad de Joel, Kaleth y Salomé se hizo más fuerte, recordando siempre lo que habían aprendido sobre el amor y la felicidad. Desde aquel día, cada vez que veían una flor naranja, sonreían, sabiendo que el amor siempre estaría presente en sus corazones, llevando consigo la luz de la amistad y la magia de aquel día en el Bosque Encantado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.