Cuentos de Amor

Simón y el Hogar de los Abrazos Cálidos: Un Viaje de Amor y Descubrimiento bajo el Cielo Estrellado

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un niño llamado Simón, que tenía siete años y un gran sueño: quería vivir en una casa llena de abrazos, donde el amor y la alegría nunca se acabaran. Simón era un niño muy cariñoso, siempre estaba pendiente de su hermanita pequeña, Clara, que apenas tenía tres años. Él la cuidaba y la protegía con mucho cariño, porque sabía que juntos todo era mejor. Cada noche, antes de dormir, Simón y Clara se abrazaban fuerte, sintiendo que ese gesto mágico los llenaba de ternura y seguridad.

Una noche especial, cuando la luna estaba más brillante que nunca, Simón y Clara estaban en su cuarto. La luz plateada de la luna entraba por la ventana, haciendo que todo pareciera más bonito y suave. De repente, la luna les habló con una voz dulce y tranquila, tan suave como el murmullo del viento entre las hojas. La luna dijo: — Pronto tendrán un nuevo Hogar, un lugar donde los abrazos nunca se acaban.

Simón, sorprendido, miró a Clara y vio que sus ojitos brillaban llenos de curiosidad y esperanza. ¿Un nuevo hogar? ¿Un lugar lleno de abrazos? Eso sonaba como un sueño hecho realidad. Se quedó pensando durante un buen rato, sintiendo en su corazón una mezcla de emoción y ganas de descubrir qué sería ese nuevo lugar.

A la mañana siguiente, con el sol calentando suavemente, Simón despertó muy temprano. Tomó de la mano a Clara, que aún estaba con los ojos medio cerrados, y le dijo con una sonrisa: — ¡Vamos a buscar nuestra casa de abrazos, Clara!

Ella, aunque pequeña, confiaba mucho en su hermano y le siguió feliz. Salieron de casa y comenzaron a caminar por un camino rodeado de flores de todos los colores. Había margaritas blancas, girasoles amarillos que miraban al sol y pequeñas florecitas moradas que parecían estrellas en el suelo. El aire estaba lleno de olores frescos y dulces, y el canto de los pajaritos parecía acompañar su aventura.

Mientras caminaban, Simón y Clara hablaron de muchas cosas: sueños, juegos, y de la historia que la luna les había contado. El camino parecía interminable, pero también muy bonito, como si el mundo entero los invitara a seguir adelante.

De repente, después de un rato, vieron a lo lejos una casa diferente a todas las que conocían. Era grande y hermosa, con paredes pintadas de colores vivos, rosas, azules y verdes, que parecían contar historias de alegría y amor. El techo estaba adornado con pequeñas luces que brillaban como luciérnagas. Una dulce fragancia a galletitas recién horneadas flotaba en el aire, haciendo que a ambos les dieran ganas de sonreír aún más.

Cuando llegaron a la puerta, se encontraron con una familia esperando con los brazos abiertos y sonrisas radiantes. La mamá, con ojos amables y una sonrisa cálida, abrazó primero a Clara, y luego a Simón. El papá se inclinó para darles un abrazo fuerte y protector, y les dijo con una voz suave: — Bienvenidos a su nuevo hogar, aquí siempre encontrarán amor y alegría para compartir.

Simón miró a Clara, y la pequeña le sonrió, sintiéndose feliz y segura en este lugar nuevo. La luna, que se escondía detrás del sol que ya salía alto, les guiñó un ojo desde el cielo, como diciéndoles que habían encontrado lo que tanto habían buscado. Aquel momento se quedó grabado en sus corazones para siempre.

En los días siguientes, Simón y Clara aprendieron que esa casa no era solo un edificio bonito; era un hogar lleno de detalles que hacían que el amor se sintiera en cada rincón. La madre preparaba deliciosas comidas y siempre tenía tiempo para escuchar sus historias y juegos. El padre inventaba juegos divertidos y les contaba cuentos de hadas que hacían volar su imaginación. Cada noche, sin falta, se reunían para contarse cómo había ido su día, compartiendo risas y, sobre todo, abrazos.

Simón notaba cómo cada abrazo que daban o recibían tenía el poder de hacer que todo fuera mejor. Cuando alguien estaba triste, un abrazo parecía espantar el miedo y la soledad. Cuando alguien estaba feliz, un abrazo hacía que esa alegría fuera aún más grande. Era como tener una magia especial que hacía que las cosas malas desaparecieran y las buenas brillaran con más fuerza.

Una tarde, mientras jugaban en el jardín lleno de flores, Simón se detuvo y dijo: — ¿Saben? Creo que esta casa es nuestra casa de abrazos, porque aquí hay amor para todos. Clara saltó de alegría y dijo: — ¡Sí, Simón! ¡Aquí nadie se queda sin un abrazo!

La mamá sonrió y añadió: — Este hogar es un lugar donde el cariño se comparte sin medida. Y el papá le puso la mano en el hombro a Simón y le dijo: — Gracias por cuidar tan bien a Clara y por ser tan valiente en tu búsqueda. Este hogar está completo ahora que ustedes están aquí.

Con el tiempo, aquella familia se volvió inseparable. Los días se llenaron de juegos, canciones, cuentos y, sobre todo, de abrazos cálidos que los protegían de todo. Simón comprendió que no solo era importante recibir amor, sino también regalarlo, porque eso hacía que el corazón creciera y que la felicidad nunca se acabara.

Cada noche, cuando la luna iluminaba el cielo, Simón y Clara salían al jardín para mirar las estrellas y recordar aquel momento mágico en que la luna les habló. Sabían que no estaban solos, porque esa casa, su casa de abrazos, siempre estaría allí para cuidarlos, junto con la familia que los esperaba con los brazos abiertos y un amor increíble.

Al final, Simón comprendió que el verdadero Hogar no es solo una casa con paredes bonitas, sino un lugar donde el amor, los cuidados y los abrazos hacen que todos se sientan seguros y felices. Y en esa casa, con su mamá, su papá y su hermanita Clara, encontró el lugar perfecto para crecer y soñar.

Así, Simón y Clara aprendieron que el amor se siente en los abrazos y que compartirlo es el mayor tesoro del mundo, un tesoro que brilla más que cualquier estrella en el cielo. Y así, bajo el cielo estrellado y la luz de la luna, vivieron felices, en su hogar lleno de abrazos cálidos, para siempre.

Y colorín colorado, esta historia de amor y ternura ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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