En un rincón del mundo digital, donde las conexiones virtuales pueden convertirse en relaciones reales, vivían Kevin y Sofía. Kevin era un chico de 11 años con una pasión desbordante por los videojuegos. Tenía el cabello castaño, siempre despeinado, y solía vestir una camiseta azul con jeans. Su mirada estaba siempre fija en la pantalla, donde encontraba un universo de aventuras y amigos. Sofía, por otro lado, era una niña de la misma edad, con largos cabellos negros y una sonrisa que podía iluminar cualquier habitación. Amaba los videojuegos tanto como Kevin y disfrutaba viendo vídeos de terror, aunque a veces se asustara un poco.
Un día, mientras Kevin navegaba por sus redes sociales favoritas, encontró el perfil de Sofía en una comunidad de videojuegos. Le llamó la atención su foto de perfil, donde ella aparecía sonriendo junto a su consola de videojuegos. Sin pensarlo mucho, decidió enviarle una solicitud de amistad. Para su sorpresa, Sofía aceptó casi de inmediato.
Desde ese día, comenzaron a hablar cada vez más. Al principio, solo discutían sobre sus juegos favoritos y compartían trucos para superar niveles difíciles. Con el tiempo, las conversaciones se volvieron más personales. Hablaban de sus familias, de sus sueños y de las pequeñas cosas que les alegraban el día. Kevin descubrió que Sofía tenía una risa contagiosa y que podía hablar de cualquier cosa con ella sin aburrirse.
Una noche, después de una larga sesión de juegos y risas, Kevin decidió dar un paso valiente. Con el corazón latiendo rápido, le escribió a Sofía:
—Sofía, me gusta mucho hablar contigo y jugar juntos. Me pregunto si… ¿te gustaría ser mi novia?
Sofía se quedó en silencio unos segundos, suficientes para que Kevin sintiera que su corazón iba a salir de su pecho. Luego, apareció una notificación en su pantalla. Era un mensaje de Sofía con un emoticono de una carita sonrojada y un simple «Sí». Kevin no podía creerlo. La felicidad que sintió en ese momento fue indescriptible.
A partir de ese día, Kevin y Sofía se convirtieron en la pareja más dulce del ciberespacio. Aunque no se habían conocido en persona, su conexión era profunda y sincera. Pasaban horas hablando de cosas triviales, intercambiando historias y soñando con el día en que podrían verse cara a cara. Sus citas virtuales eran adorables; veían películas de terror juntos, aunque Kevin solía bromear sobre cómo Sofía se escondía detrás de un cojín en las partes más espeluznantes. También jugaban videojuegos como equipo, siempre cuidándose las espaldas y celebrando cada victoria juntos.
Los meses pasaron y su amor solo creció. Kevin se había convertido en una parte esencial de la vida de Sofía, y ella en la suya. Llegó el cumpleaños de Sofía, y Kevin tenía un plan especial. Durante una de sus videollamadas, Kevin apareció con un pequeño pastel con una vela encendida. Sofía, emocionada, lo vio a través de la pantalla.
—Feliz cumpleaños, Sofía —dijo Kevin con una gran sonrisa—. Tengo algo muy importante que preguntarte.
Sofía lo miró con curiosidad, mientras Kevin sacaba una pequeña caja de su bolsillo. La abrió frente a la cámara, revelando un anillo hermoso. Aunque no era de oro ni tenía un diamante, para Sofía era el anillo más hermoso del mundo.
—Sofía, sé que estamos lejos y que todavía somos jóvenes, pero quiero que sepas cuánto te amo. ¿Te gustaría comprometerte conmigo?
Sofía no podía contener las lágrimas de alegría. Asintió repetidamente con la cabeza y respondió con voz temblorosa:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.