Cuentos de Amor

Un Nuevo Amigo en la Familia

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño y soleado pueblo, un niño llamado Neo que acababa de cumplir dos años. Neo tenía rizos dorados que brillaban bajo el sol y unos ojos grandes y curiosos que miraban el mundo con asombro y alegría. Su casa, llena de risas y juegos, estaba a punto de recibir una maravillosa sorpresa.

Un día, mientras Neo jugaba en su habitación con sus bloques de colores, sus papás le dijeron que tendría un hermanito. Neo, aunque no entendía del todo qué significaba eso, notó la felicidad en los ojos de sus padres y supo que algo especial estaba por suceder.

Los días pasaron, y la panza de mamá creció cada vez más, hasta que una mañana, papá llevó a mamá al hospital. Neo se quedó con su abuela, quien le contó historias y jugó con él todo el día. Por la noche, cuando papá regresó, no estaba solo. Traía en sus brazos a un pequeño bebé envuelto en una manta verde. Era Kai, su nuevo hermanito.

Neo miró con curiosidad a ese pequeñín que hacía ruiditos suaves y dormía tranquilamente. «Kai», susurró Neo, probando el nombre en sus labios. Papá le sonrió y le dijo, «Sí, Neo, él es Kai, tu hermanito. Ahora eres un hermano mayor.»

Los primeros días con Kai en casa fueron una mezcla de emociones para Neo. Mamá y papá estaban muy ocupados con el bebé, y Neo a veces se sentía un poco solo. Pero mamá y papá se aseguraban de pasar tiempo solo con él, leyendo sus libros favoritos y jugando en el jardín.

Neo empezó a darse cuenta de que Kai lo miraba mucho. Sus pequeños ojos seguían a Neo por la habitación, y a veces, cuando Neo hacía una mueca graciosa, Kai sonreía. Neo descubrió que podía hacer reír a Kai, y eso lo llenaba de orgullo y felicidad.

Una tarde, mientras Neo jugaba cerca de la cuna de Kai, Kai comenzó a llorar. Neo se preocupó y corrió a buscar a mamá, pero mamá estaba en la cocina y no podía escucharlo. Neo miró a Kai, quien lloraba cada vez más fuerte. Entonces, Neo recordó como mamá a veces cantaba para calmar a Kai. Con timidez, Neo comenzó a cantar una canción que mamá solía cantar. Poco a poco, la voz de Neo llenó la habitación, suave y dulce. Sorprendentemente, Kai dejó de llorar y escuchó, mirando a Neo con ojos grandes y tranquilos.

Desde ese día, Neo se sintió aún más unido a Kai. Le mostraba sus juguetes, le contaba historias con sus bloques y a veces, con ayuda de mamá, le daba el biberón a Kai. Neo se sentía importante y necesario; se había convertido en el mejor hermano mayor que Kai podía desear.

Los meses pasaron, y Kai comenzó a gatear, siempre siguiendo a Neo por toda la casa. Neo enseñó a Kai a jugar con bloques, a aplaudir canciones y a reírse de las cosquillas. Mamá y papá miraban a sus dos hijos, felices y orgullosos de la relación que crecía entre ellos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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